Economía
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No preocuparse y amar la bomba
E

l presidente de Rusia, Vladimir Putin, anunció hace unos pocos días que habían probado con éxito un supertorpedo de propulsión nuclear, diseñado para provocar tsunamis radioactivos con capacidad para destruir ciudades costeras. Nada más ni nada menos.

A pesar de su mortal significado, el asunto fue tratado prácticamente como una cuestión casual y de la cual debíamos estar informados y, sobre todo, advertidos.

Esta arma se bautizó con el nombre de Torpedo Poseidón, pues no podía faltar la alusión clásica al gran dios del mar, aunque fuese en un entorno de terror.

Era inevitable pensar de modo inmediato en Kubrick y su notable película filmada en 1964 y titulada Doctor Strangelove ( Doctor Insólito o cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar a la bomba). Las bombas de hidrógeno que debería lanzar el B-52 comandado por el Mayor Kong cuando fuera requerido se llamaban Hi There y Dear John; menos teatrales que el nombre del torpedo ruso, pero sin duda con un claro propósito de humor negro.

Así que se ha probado una enorme salchicha nuclear que se ha descrito con unas dimensiones que se estiman en 20 metros de largo y 2 metros de diámetro, impulsada por un reactor nuclear de muy largo alcance y gran poder destructivo, que puede recorrer océanos enteros sin necesidad de salir a la superficie. La relación entre el tamaño del arma, el poder y capacidad de dominio que representa no es, como se sabe, un asunto menor.

Este es un nuevo elemento en el paradójico tema de la relación entre la creciente capacidad destructiva de las armas nucleares y su supuesto efecto disuasivo. Lo que se conoce como la “destrucción mutua asegurada” (MAD por sus siglas en inglés, que puede no ser una mera coincidencia con la locura).

El término fue propuesto por el analista militar Donald Brennan en 1962, que ponía en duda el hecho de que intentar preservar el enfrentamiento nuclear indefinidamente en un callejón sin salida –un impasse– no era la manera de asegurar los intereses militares de defensa en el largo plazo. Lo que se provocaría con las armas nucleares es que ninguna de las partes sobreviviría a un ataque total. Otro influyente crítico de la postura MAD fue Solly Zuckerman, consejero científico británico que apuntaba a la gran irracionalidad de basar la seguridad nacional en una potencial aniquilación global.

Pero el perverso y mortífero juego disuasivo sigue su curso con riesgos creciente seis décadas después. Abre la puerta para desatar de nuevo la escalada de pruebas de las armas nucleares. El caso es que la postura del equivalente disuasivo se desarrolla en un entorno general esencialmente funesto y se instala en el complejo esquema de enfrentamientos del poder económico, político y militar a escala mundial, cada vez más peligroso y devastador.

En Doctor Strangelove, Peter Sellers representa un papel muy significativo que se caracteriza como la encarnación de un perturbado científico con un pasado nazi; con un guante negro en la mano que se mueve sin control y significa el deseo destructivo, incluso de sí mismo. Encarna la atracción del poder destructor de las armas nucleares y alude al fascismo.

El mensaje de Kubrick estaba situado de modo pleno en el entorno de la guerra fría, una condición que conceptual y políticamente habría terminado en el periodo entre 1989 y 1991. El ambiente de entusiasmo que eso provocó se ha anulado por completo. El entorno que hoy prevalece está definido por una creciente confrontación a escalas nacional y mundial; con una creciente desigualdad social, mayores autoritarismo político y control social. A esto se añade la proliferación de armas nucleares, que se extiende en cuanto al número de los países que las tienen o las buscan y en un aumento del tamaño de los arsenales existentes.

Esto hay que llamarlo por su nombre: se trata del terror. El terror que se impone sobre la humanidad desde una estructura de dominio con un extremo demencial. El anuncio reciente del torpedo ruso no hace más que poner en evidencia dicho extremo, que propiciará más pruebas de armamento nuclear y alentará la carrera por la posesión de armamento cada vez más destructivo. El motivo para la guerra siempre está a la mano.

Y nosotros, que se nos acomoda ya sea como gente, o pueblo, o ciudadanos; como naciones aliadas o enemigas; como grupos deseables o indeseables, ¿qué alternativa tenemos? ¿Cómo asimilamos el anuncio del Torpedo Poseidón y las implicaciones de la imparable carrera de las armas atómicas y la supremacía en la guerra nuclear? La impotencia es la alternativa real por ahora disponible. Reflexionar sobre el militarismo, sobre la idea la inevitabilidad de la guerra y los ciclos de violencia; de toda clase de violencia, es un asunto vital.