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Con un gesto simbólico, Cristina Rivera Garza rescribe el feminicidio

La autora dio la conferencia-performance Cuchillos como hojas en El Colegio Nacional // Un centenar de asistentes participó en la acción

 
Periódico La Jornada
Lunes 3 de noviembre de 2025, p. 3

“Liliana” fue el nombre que Cristina Rivera Garza inscribió en una bandeja con arena, dispuesta en el patio tres, el de los naranjos, de El Colegio Nacional, como parte de la conferencia-performance que la escritora e integrante de la institución impartió ayer con el título Cuchillos como hojas: Rescribir el feminicidio, nombrarlas en el barro.

Con la inscripción de “Liliana”, nombre de su hermana víctima en 1990 de ese crimen, se inició una acción similar por un centenar de asistentes a la actividad efectuada en el contexto de los festejos por el Día de Muertos.

Antes de bajar al patio para realizar el performance, Rivera Garza, acompañada por el artista Saúl Hernández Vargas, habló de los orígenes del proyecto que le fue comisionado hace dos años por el Humboldt Forum (HF) en Berlín: “La idea era elegir una pieza de las muchas que tienen en su acervo etnográfico y participar en la serie Objects talk back (Los objetos responden), curada por la escritora Priya Basil”.

Dichos almacenes, al cuidado del HF, son espacios “enormes que resguardan objetos resultado del pillaje del colonialismo alemán, traídos de todos los lugares imaginables del mundo. Nuestra tarea consistió en elegir uno, o algunos, que nos interesaran para darles la vuelta, subvertirlos y hacer que esa mirada colonial, responsable de su elección y viaje hasta Alemania, ahora dijera su versión” de los hechos.

Navajas y relatos

Rivera Garza y Hernández Vargas eligieron “unos objetos pequeños, en la sección de Norte América, llamados story knives (cuchillos historias), utilizados sobre todo en las comunidades inuits del sureste de Alaska, en especial por las niñas, que los heredaban, o se hacían de ellos, con grabados artísticos. Los empleaban para escribir historias en la nieve o en los bancos de los ríos, en el lodo húmedo, cerca a los flujos de agua.

“Eran historias que uno aprende de muy joven, como advertencias: no te vayas lejos, no contestes a tus padres, cuida de tus hermanos menores. Por lo general terminaban con la frase, así nos enseñaron nuestros ancestros.”

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▲ Rivera Garza habló de los orígenes del proyecto que le fue comisionado hace dos años por el Humboldt Forum en Berlín.Foto Roberto García Ortiz

Ya que no existe un libro de nieve o de arena, al que uno puede pasar la página, era necesario borrar continuamente. “Esa tensión entre inscribir y borrar de inmediato me dejó perpleja. En muchos sentidos es lo que hacemos cuando escribimos. Me hizo pensar que esto se parece mucho a los esfuerzos constantes que hacemos por hablar de la violencia de género en condiciones o contextos de sociedades patriarcales que de forma continua insisten en silenciar estas historias. Es decir, borrarlas.

“Hay un aspecto generativo, fresco, del borrar, que es volver a hacer espacio para una nueva inscripción. También hay un aspecto negativo, limitante, que coarta, que es cuando este borramiento es resultado de la imposición del poder. Es en esta tensión que empezamos a trabajar la conexión del cuchillo historia y lo que después fue su transformación: las historias de violencia en general, aunque en específico las de feminicidios”.

Para recrear los cuchillos historias Hernández Vargas ya no trabajó en hueso, sino con materiales “más cercanos, como el latón y el cobre, que también tienen rastros de un proceso de aprendizaje, por ejemplo, del oficio de joyero”.

Rivera Garza participó en otros performances; sin embargo, consideró éste “muy especial”. Lo presentó en junio pasado en el HF, en Berlín, y le gustaría mostrarlo en otros sitios.

“Cada historia es un performance de lenguaje. Aunque estoy menos acostumbrada a poner mi cuerpo en escenarios diversos, es de todos modos una extensión de la palabra escrita. Esa palabra que se encarna en otras e invita a la reunión de otras más”, señala a La Jornada.

Considera que forma parte de una “gran tradición de performance en México y el mundo, en este caso, la participación del ritual que es tan relevante. Esta cuestión de poner el cuerpo, colocar y ubicarte en estos espacios, tiene un peso específico, así como su manera de engarzarse con localidades concretas”.