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El danzón será patrimonio cultural de la CDMX, anuncian
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▲ Un momento de la megaclase de baile que se llevó a cabo ayer en el Zócalo capitalino.Foto Marco Peláez
 
Periódico La Jornada
Viernes 31 de octubre de 2025, p. 4

Entre calacas, catrinas, insepultos, brujas y uno que otro diablo, el gobierno capitalino hizo público este jueves que el danzón será declarado patrimonio cultural inmaterial de la Ciudad de México.

Argel Gómez, subsecretario de Grandes Festivales Comunitarios de la secretaría local de Cultura, hizo el anuncio en el foro de la megaclase de baile aeróbico Me muero por bailar, efectuada ayer en el Zócalo como parte de las celebraciones del Día de Muertos.

Ante miles de personas, el funcionario informó que la declaratoria tendrá lugar el 16 de noviembre a las 14 horas, en el Zócalo, con un monumental baile amenizado por las principales agrupaciones del género: desde Matanzas, Cuba, la Orquesta Failde, y por México, Acerina y su Danzonera, de la capital del país, y Danzonera La Playa de Gonzalo Varela, de Veracruz.

“Para calentar motores”, el 9 de noviembre se harán sesiones de baile de ese ritmo en 20 sedes de las 16 alcaldías capitalinas, agregó.

El corazón de la urbe retumba y se mueve con ritmos vibrantes y pegajosos que invitan a moverse hasta a los más reticentes. Acorde las fechas, los protagonistas son seres del más allá: calacas, catrinas, brujas, diablos y diablesas, y no pocos espíritus chocarreros.

Un año más y hay que desempolvar los disfraces. La globalización hace de las suyas y pueden verse también vampiros, frankensteins, duendes y uno que otro Chucky y Morticia.

Prima en esta megaclase el entusiasmo y el afán de disfrutar, de valerse del baile para convivir y “pasarla a toda dar” y, de pilón, ponerse en forma, como dicen a este diario algunos participantes.

También es evidente la preeminencia femenina, gran parte proveniente de los Pilares de la Ciudad de México.

Desde un escenario, grupos de baile de las 16 alcaldías, todos aficionados, marcan las coreografías a seguir por esa multitud que se extiende sobre casi toda la plancha de concreto, semejando un océano humano que se mueve hacia un lado y otro, de forma rítmica.

Suena un reguetón, luego un merengue, una cumbia y hasta el arreglo de un danzón. Con el representativo de Cuajimalpa llega la música sonidera y el tiempo de persignar el piso y rascar el huarache. De la Gustavo A. Madero, el tribal impulsa saltitos incesantes que ponen a prueba la resistencia cardiovascular.

El sudor moja ya muchas cabelleras. Allí están algunas calacas muy entradas en carnes o, como dicen las abuelitas, de huesos anchos, y otras meneando sus prominentes caderas. Algunas huesudas de muy delgadas canillitas ponen todo su entusiasmo.

Un paso pa’llá, otro pa’cá, los brazos arriba, girando la cadera… Y la megaclase sigue con el ánimo a tope, para la alegría de esos miles de seres ultraterrenos que se niegan a desfallecer y gritan su vitalidad con furor.

“Bailar es un privilegio y un gusto, además de ayudar mucho a conservar la salud”, dice doña Ivonne Fernández, de Salinas Cruz, Oaxaca, pero avecindada en la colonia Guerrero, quien adelantó un día la celebración de su 78 cumpleaños asistiendo a esta clase. “Voy a los Pilares a activación física, y seguiré bailando y disfrutando hasta que la salud me lo permita”.

Un consenso prevalece entre los asistentes: “Si me he de morir, que sea bailando”.