ara quien haya escuchado o leído la chocante respuesta que dio Donald Trump en la Casa Blanca a un periodista que con lógica inquiría: si usted ha declarado la guerra contra estos cárteles y si el Congreso lo aprueba, ¿por qué no hace una declaración de guerra? “No creo necesario pedir una declaratoria de guerra, lo que voy a hacer es matar a la gente que trae drogas a este país, ¿ok? Los vamos a matar, ellos van a estar muertos” ( sic) (MeidasTouch, 28/10/25).
Durante su tour por Asia, en su visita al portaviones USS George Washington, en la base naval de Yokosuka, Japón, en discurso a tropas estadunidenses redondeo su idea: “Cuando se trata de defender a nuestro país dejaremos de ser políticamente correctos... y si salimos a la guerra vamos a ganar, vamos a hacer volar países, la Marina estadunidense esta lista para destrozarlos y hacerlos estallar hasta el olvido si tiene que hacerlo” ( ibid).
Entre los mayores puntos de conflicto que se le han enredado a Trump en el plano internacional está la continuidad de la guerra en Ucrania, las constantes violaciones del supuesto cese al fuego de Israel en Gaza y la continuidad de las matanzas –que no le preocupan demasiado–, así como el posicionamiento de China a nivel mundial, pero Trump y su expedito secretario de Guerra colocan el teatro de operaciones en el Caribe, extendiéndose al Pacífico, con esta idea tremenda de llevar la guerra a todos lados y hacer estallar países.
Por ahora lo que están haciendo es hacer estallar supuestas narcolanchas, 13 en total hasta ahora, con una letalidad de 57 personas, que como señala el senador republicano Rand Paul, se han realizado sin informar al Congreso, “nadie ha dado nombres, pruebas, evidencias, si están o no armados”, por lo que pueden ser consideradas ejecuciones extrajudiciales (TuProfedeRI, 28/10/25).
La pregunta sigue siendo ¿hasta dónde quiere llegar el gobierno de Trump con este inusitado despliegue de buques de guerra, portaviones y efectivos militares, el mas grande en el presente siglo?, ¿cómo el mayor portaviones que tiene Estados Unidos, el Gerald Ford, que se encamina hacia el Caribe, podría contribuir a la cuestionada hipótesis de combate al narcotráfico sin arrojar una lectura totalmente ridícula y desproporcionada? ¿En que podría favorecer al proyecto de “Hacer grande a América otra vez” la desestabilización de nuestra región?
El desplazamiento de una imponente fuerza militar en las cercanías del mar Caribe parece estar buscando una excusa, seguramente encargada a la CIA, a la que Trump dio permiso para realizar maniobras encubiertas en Venezuela, como si hubiera necesitado tal autorización para derribar gobiernos electos democráticamente, desestabilizar países, lanzar campañas de fake news o asesinar a líderes políticos y sociales.
Ahora sólo hace falta una chispa –por ahora con la ayuda de Trinidad y Tobago, ya que no cuenta con Colombia ni con Brasil ni con México, desde luego–, alguna acción de “falsa bandera”, las que abundan en su caja de herramientas, para intervenir en Venezuela; el senador ultraconservador Lindsey Graham también añadió a Colombia así, sin más.
A decir de Guillaume Lelong, ex canciller ecuatoriano durante el gobierno de Correa, entrevistado en Democracy Now:
“Este show que estamos viendo en el Caribe, lastimosamente, cuesta vidas humanas… estamos hablando de asesinatos en alta mar, que son ilegales, que han sido denunciados como tales en un contexto que no es de guerra y que debemos denunciar.”
Para Lelong, Trump ha dejado la agenda hemisférica en las manos de Marco Rubio y de esta manera al llamado lobby republicano de Florida, uno de los más extremistas, que es muy halcón, con una postura muy agresiva hacia América Latina, especialmente contra Cuba, siendo Venezuela su nueva obsesión, pero en general contra toda política de izquierda, ahora promoviendo una guerra que nadie quiere. Si las sanciones lograron la expulsión de 7 millones de Venezuela, una guerra lograría una verdadera crisis humanitaria de refugiados que afectaría muchísimo a Colombia, a países de América Latina y el Caribe y al propio Estados Unidos.
El caso colombiano ha causado indignación a Trump, pues como también dice Lelong: “Colombia fue el aliado en materia de seguridad de Estados Unidos durante tres décadas. No estoy hablando del mayor socio comercial, ese claramente es México, pero en términos de seguridad, entre ambos estados había una relación muy fuerte con acceso a cierto tipo de inteligencia y de armamento por parte de los colombianos, que no tienen otros países de América Latina”.
El ataque incesante contra Petro se debe a que nunca antes en la historia de Colombia había llegado un presidente crítico de estas lógicas hegemónicas.
 
       
	
       
 
     









 
      
	          
	       