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El profe hizo del Necaxa un equipo de época: Enrique Borja
 
Periódico La Jornada
Lunes 27 de octubre de 2025, p. a11

“¿Manolo, aún tienes hambre de triunfo? Ya pasaste por la selección. ¿Aún tienes esa hambre?”, fue lo único que le preguntó Enrique Borja a Manuel Lapuente antes de contratarlo para dirigir al Necaxa. “Claro que tengo hambre”, respondió con seguridad el estratega, una frase con la cual sellaron el inicio de una mancuerna que los llevaría a ganar un bicampeonato con los Rayos y más tarde la Copa Confederaciones 1999 con el Tricolor.

El teléfono de Borja ha sonado más de lo habitual desde el sábado en la noche cuando se anunció el fallecimiento de Lapuente, uno de los pocos técnicos con cinco cetros de la Liga Mx.

“Creo que fui la persona más cercana a él en el ambiente futbolístico. Como mancuerna hicimos del Necaxa un equipo de época”, reconoce aún con la voz entrecortada al rememorar una amistad que forjaron desde que fueron seleccionados en la década de 1960.

Borja narra desde Miami, donde reside desde hace varios años, los logros y vicisitudes que vivió con Lapuente. Es quizá uno de los ausentes que más pesa en las exequias privadas que realizaron ayer en Puebla un grupo cercano de familiares y amigos del entrenador.

“Él trataba de entender al jugador como ser humano. Seguramente ahora ya está en otro lado haciendo un equipo con su boina y su estilo futbolístico”, dijo Borja en un tono de broma para aliviar el duelo.

 

El don de ser técnico

Lapuente “tenía el don de ser técnico. Yo no lo tenía, a mí me encanta ser directivo. Desde que era jugador, Manolo tuvo la visión para dirigir, sabía como motivar a los futbolistas y fue un generador de confianza entre el equipo y la afición”.

Si bien Lapuente le dio a México uno de los títulos de mayor prestigio con la Copa Confederaciones en 1999, la afición suele recordarlo más por el bicampeonato del Necaxa en 1995 y 1996, hazaña que logró de la mano de Enrique Borja.

“Poco después de que llegué al Necaxa como directivo, Roberto Saporiti se fue y debí buscar un entrenador. Tenía en mente a Rafael Puente, pero no pudo. Mi hermano me dijo que Lapuente quería hablar conmigo. Ahí lo supe, era la persona ideal para el equipo.”

En ese momento, Manolo acababa de terminar un corto periodo al frente de la selección mexicana –1990-1991– y ya había ganado cierto prestigio tras haber obtenido dos cetros con el Puebla. Así, dirigir al Necaxa le permitiría reiterar su potencial.

“Ganamos dos campeonatos con los Rayos y se fortaleció nuestra amistad. Continuamos con esa mancuerna en la selección y obtuvimos el título de la Copa Confederaciones, lo cual marcó la historia del futbol mexicano.”