Lunes 27 de octubre de 2025, p. a10
Son las 14 horas y no hay una sola nube en el cielo azul del Autódromo Hermanos Rodríguez. Sobre el extremo del puente que cruza la avenida Río Churubusco, un policía observa discretamente a un grupo de personas que hace fila en las escaleras y aparta lugares. Llevan sombreros, sombrillas, gorras de Cadillac y Red Bull con el número 11 del piloto mexicano Sergio Pérez, el gran ausente del Gran Premio de México. Algunos revolotean alrededor de una enorme reja bajo el resguardo de techos que les dan sombra, otros están concentrados en lo que ocurre en las aceras donde la reventa ilegal de boletos, peluches, calcomanías y llaveros de equipos de la Fórmula 1 retrasan el ingreso por la puerta del Palacio de los Deportes.
Pagar por un boleto es casi imposible, porque incluso los precios más accesibles –entre 4 mil y 4 mil 500 pesos, según los revendedores– “equivalen a la mitad de un mes de renta y luego resulta que son falsos”, afirman vecinos de la alcaldía Iztapalapa. Los escalones están sucios, arden durante horas con los rayos solares, pero funcionan como improvisados asientos a pocos metros del circuito de competencia. Desde ese lugar, los coches que alcanzan en promedio velocidades de entre 338 y 354 kilómetros por hora sólo producen zumbidos de alta intensidad que quedan grabados en video. Las pocas imágenes que los aficionados obtienen de la carrera son resultado de una serie de malabares con las que aprovechan hasta el mínimo espacio para usar su celular.
“En todo lo demás hay que usar la imaginación”, indica la paseadora de perros, Ivette Reyes, sentada sobre el descanso del puente con una mochila en la que guarda agua, frituras, un paquete de dulces y auriculares. “No sabemos cuántas vueltas ni en qué lugar van los pilotos, pero escuchar el ruido de los motores desde la largada hace que valga la pena”. Cuando transcurren los primeros minutos, una decena de personas acude al mismo punto para documentar la ceremonia del Himno Nacional y el paso de tres aviones de la Fuerza Aérea que despliegan estelas tricolores en las alturas. Detrás de las rejillas de alambre se puede ver el techo naranja del estadio GNP, también el camino que conecta hasta el otro extremo con el Palacio de los Deportes.
Por la estación del trolebús Ciudad Deportiva, los precios de productos no oficiales de Fórmula 1 son superiores a los que hubo en los días de prácticas y clasificación, incluida la reventa de localidades. “4 mil 500 en zona naranja”, pretenden los revendedores por las zonas más accesibles, las mismas que se ofrecieron entre 3 mil 500 y 4 mil pesos durante viernes y sábado. La franja más exclusiva, ubicada detrás de los boxes donde los equipos preparan sus autos, no resulta tan accesible, “pero tengo tres lugares en 40 (mil pesos) cada uno”, susurran como en una operación encubierta, en la que procuran no llamar la atención, negociar casi siempre en voz baja y mantener su identidad oculta debajo de gorras o gafas para el sol.
La Secretaría de Seguridad Ciudadana reportó el viernes la detención de nueve personas involucradas en dichas actividades ilícitas, entre las cuales se encontró un menor de edad y tres comerciantes con antecedentes por la misma falta administrativa. Los pequeños locales instalados alrededor del autódromo, especialmente en la colonia Ignacio Zaragoza, reúnen durante y después de la carrera a decenas de aficionados que buscan artículos de Checo Pérez: peluches por 300 pesos o camisas no oficiales de Cadillac por mil 200. Muchos no esperan a que llegue el final para irse, lo cual incluye a los que viven la carrera desde afuera. Los taxistas esperan turno para recoger pasaje, se desmontan algunas carpas, los improvisados asientos en el puente peatonal se vacían y todo vuelve a su modo habitual cuando culmina el gran circo del automovilismo.











