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La rumba inmortal de Armando Corea, corea
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▲ Portada del álbum póstumo de Chick Corea.
 
Periódico La Jornada
Sábado 25 de octubre de 2025, p. a12

Hace unos días se publicó uno de esos discos póstumos que revelan mundos. Se titula Chick Corea: Forever Yours: The Farewell Perfomance, y es, en efecto, una carta, y es por eso que los editores titularon así el álbum, Forever Yours, como suelen firmarse las misivas al final.

Lo de The Farewell Performance nadie lo sabía en el momento en que se realizó este recital, cuatro meses antes de que el músico falleciera luego de repentina enfermedad.

Es por eso que no hay en este disco dejo alguno de dolor, pesadumbre, tristeza. No hay tal adiós, pues. La muerte recibió al músico muy rápidamente, sin previo aviso.

El material de este flamante disco se trata de un recital en vivo, grabado en octubre de 2020 en Clearwater, Florida. Reúne 23 piezas representativas de las querencias musicales de Chick Corea, comenzando por su favorita: Armando’s Rhumba, dedicada a su padre, para culminar con seis de las 20 piezas que conforman su álbum Children’s Songs.

Pertenece a la gran tradición de discos a piano solo, inaugurada en 1971 por Keith Jarrett, Paul Bley y el propio Corea, a partir de una de las ideas geniales que caracterizan a Manfred Eicher, director de ECM, la disquera máxima en el orbe.

A diferencia de las obras en solitario de Jarrett, quien solía levantar monumentos a partir de la inexistencia de temas preconcebidos, Corea corea obras ajenas, pero en ambos casos, al igual que en el de Paul Bley, se trata de invenciones espontáneas, creaciones donde el asombro campea, la sorpresa domina y los hallazgos se suceden.

También a diferencia de Jarrett, cuyo laconismo formaba parte de sus ceremonias musicales, en contraste con momentos de exaltación en medio de gemidos, a Corea le gustaba mucho el corrillo, el concilio, la cháchara y solía anunciar las piezas a interpretar con un aire desenfadado pero siempre en claro compromiso con su auditorio y con las obras que seleccionaba cuidadosamente para cada recital.

Muy importante: el pionero de los conciertos a piano solo es Chick Corea. Grabó el álbum Piano Improvisations, vol. 1 en 1971, y el segundo volumen en 1972, mientras Keith Jarrett grabó Facing You en 1972 y Paul Bley Open To Love en 1973. En los tres casos tenemos las piedras fundacionales de las proezas pianísticas en soledad.

Claro, hay maestros de quienes aprendieron. El primer tecladista de renombre en la historia de la música que realizaba largas sesiones solo, solito y su alma, es, por supuesto, Johann Sebastian Bach y así se han sucedido grandes maestros que solían sentarse frente al piano a improvisar y causar el delirio de las mujeres que, anticipándose a una práctica que se estiló en los conciertos de hace décadas de los Rolling Stones, se despojaban de prendas interiores para arrojarlas al músico cuyo nombre es Franz Liszt.

Ya en la era moderna, el gran ejemplo es el maestro Cecil Taylor, a quien vimos en vivo en la sala Nezahualcóyotl hace unos ayeres en uno de esos conciertos inolvidables: ataviado con sus ropajes holgados de colores muy intensos, su pelo rizado en trenzas, tenabaris (esos cascabeles artesanales hechos de capullos de mariposas que se llenan con piedrecillas y se unen con hilos) en las piernas, realizando en el escenario danzas de invocación para enseguida aporrear a placer el piano, golpear las teclas con los puños haciendo honor a su leyenda de ser el intérprete de ochenta y ocho tambores afinados: el teclado del piano.

Recuerdo que me divirtió muchísimo ver la cara de espanto del público que, esnobismos aparte, había llenado a tope la sala y uno a uno, frente al pandemonium que armó el maestro Taylor en escena, fueron abandonando el butaquerío y nos quedamos pocos pero los suficientes para presenciar un hito histórico.

También en la sala Nezahualcóyotl ofreció un concierto inolvidable a piano solo el gran Keith Jarrett. Al contrario de la espectacularidad de Cecil Taylor, el maestro Jarrett hipnotizó a la sala entera. Nadie se movió de sus asientos durante la hora y media en que, en promedio, suele construir el universo a partir de la nada.

Keith Jarrett es quien más discos grabados con piano solo posee en la historia. Desde luego que recomiendo, nunca me cansaré de hacerlo, su obra maestra para piano solo: Köln Concert.

Y ya puestos en recomendaciones de primer nivel, por favor el maravilloso, bellísimo, poético álbum Solo in Mondsee, de 2007, del sublime Paul Bley (1932-2016).

Cité a esos dos grandes maestros constructores de catedrales solamente con una herramienta: su piano, para dimensionar en su justa trascendencia la grandeza del gran pianista Chick Corea (1941-2021), cuyo disco póstumo hoy nos ocupa.

Forever Yours: The Farewell Performance es una joya de invención instantánea.

En plenitud de sus poderes musicales, el maestro Chick Corea deslumbró al público en el último concierto de la vida del pianista, sin que nadie tuviera en ese momento la menor idea que le quedaban cuatro meses de vida, porque además él se dedicó a platicar desde el escenario con el público, como acostumbraba, anunciando cada pieza y explicando que, por ejemplo y al principio, él era compositor antes que pianista y mencionó a dos de sus mentores: Thelonious Monk y Bud Powell, de quienes interpretó piezas nobles y sentimentales (saludos, Maurice Ravel, autor de los Valses Nobles y Sentimentales) y al principio del concierto explicó por qué Armando’s Rhumba es su pieza del alma: porque representa a su padre, quien cuando Chick (que también se llama Armando) era niño, su papá juntaba a sus hermanos y a sus primos para hacer bromas musicales en el piano. Así, miren, y tocó un par de bromitas y todos rieron en la sala y eso escuchamos en el disco póstumo, la alegría.

Y así fue como hizo sonar sus bellísimas Children’s Songs y piezas muy hermosas, como Walts for Debby, ese himno a lo sublime que escribió otro de sus maestros: Bill Evans.

En mi humilde opinión, lo mejor de todo el disco es el track 5, donde después de una introducción alucinante en su imaginería sonora, hace sonar el segundo movimiento de la Sonata Doce de Volfi Mozart, de una manera libre y divertida, muy en el espíritu mozartiano.

Y es que hay que decir que Chick Corea es uno de los grandes intérpretes de Mozart. Recomiendo mucho escuchen por favor su disco titulado The Mozart Sessions, que grabó en 1996 con el también mozartiano Bobby McFerrin. Se van a divertir a mares. Amarán también, hermosa lectora, amable lector, las versiones de ese par de locos sublimes, McFerrin y Corea, a los Conciertos 20 y 23 del compositor de Salzburgo.

El disco entero está poblado de obras mayúsculas y legendarias, como Round Midnight, de Thelonious Monk; Smoke Gets in Your Eyes, de Jerome Kern, In a Sentimental Mood, en una sucesión de piezas reconocibles por sus melodías cuando en realidad lo que está ocurriendo mientras escuchamos el disco es un prodigio de articulación pianística, un simposio de composición musical en el instante. Una epifanía.

Tenemos aquí, como es costumbre en los discos póstumos aunque en este, insistimos, nadie, ni siquiera Chick Corea, sabía que era el último de su vida, la grabación de un resumen, compendio, testamento en vida. Una decisión debida, de vida, es decir, una vocación por el gozo.

La firma final de la carta póstuma de Chick Corea es un coro celebratorio de los misterios y la alegría de vivir: “por siempre, tuyo”.

@PabloEspinosaB

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