Sábado 25 de octubre de 2025, p. 5
Como parte de la muestra México: La mirada de Juan Rulfo, que se presenta con éxito en el Museo Casa Nacional del Bicentenario en Buenos Aires, Argentina, se proyectarán El abuelo Cheno y otras historias, el séptimo capítulo de la serie Cien años de Juan Rulfo y Del olvido al no me acuerdo, del cineasta Juan Carlos Rulfo.
La exposición está integrada por casi 90 imágenes captadas por el autor de El llano en llamas; permanecerá hasta el 30 de noviembre.
La embajada de México en Argentina y la Fundación Juan Rulfo, en conjunto con la Secretaría de Relaciones Exteriores, organizaron esta magna muestra para celebrar los 70 años de la publicación de Pedro Páramo.
Impulsada por la embajadora Lilia Rossbach y Juan Pablo Rulfo, la exposición reúne cerca de 90 imágenes, un conjunto representativo del acervo de más de 6 mil fotos que Rulfo captó con su cámara.
Despierta especial interés la serie exhibida en 13 pendones de doble faz, realizada entre 1955 y 1957 en la cuenca del río Papaloapan, donde quedó plasmada la vida cotidiana de la etnia mixe.
A partir de aquella experiencia, el autor de El llano en llamas se consolidó como singular fotógrafo, capaz de conceder poder narrativo a sus perspectivas de la geografía rural, las costumbres y tradiciones provincianas y las realidades paralelas del México indígena, que contribuyó a estudiar y a difundir mediante su labor editorial. Ésta también es representada por una selección de publicaciones que Rulfo coordinó como jefe de Publicaciones del Instituto Nacional Indigenista de México.
La exposición se divide en núcleos temáticos como “Los mundos de Pedro Páramo”, “Paisajes”, “Arquitectura”, “Parejas”, “Personajes para una ficción” y “Retratos”.
El texto de sala del segmento “Paisajes”, redactado por el agregado cultural Héctor Orestes Aguilar, es elocuente: “Como muy pocos escritores mexicanos del siglo XX, Rulfo conoció prácticamente todos los rincones de la República Mexicana. En un medio literario en el que, a finales de los años 40, no era una costumbre generalizada tener automóvil propio ni hacer trayectos prolongados por carretera a través del país, Rulfo acometió un oficio que le dio la enorme fortuna de viajar por sitios imprevisibles: como vendedor de neumáticos (que él mismo transportaba en su coche, poblado por poblado) llegó a lugares que la mayoría de los autores de renombre de su generación –muy apegados a la vida de las ciudades– ni siquiera sabían de su existencia”.











