n presencia de su mujer, aún en vida, los restos de Robert Badinter fueron depositados en el Panteón esta semana. Una manera de conmemorar la abolición de la pena de muerte, de la cual fue Badinter el artífice. Triunfo del humanismo donde no tiene cabida la ejecución de un ser humano, sea cual sea su crimen.
François Mitterrand aprovechó la ola de entusiasmo de su elección presidencial para abolir la pena de muerte. Abolición con la cual culminaba la lucha de Robert Badinter contra la pena suprema. Ambos personajes, el presidente y el ministro, no ignoraban que la mayoría de los ciudadanos franceses eran favorables a la ejecución mortal. Así, debían servirse del triunfo electoral para abolir esta pena. Esa abolición tuvo lugar hace 44 años, el 9 de octubre de 1981, y siguen siendo numerosos quienes reclaman su vigencia ante la barbarie de ciertos crímenes.
Antes de la abolición de la pena capital, acudí a algunos procesos en el Palais de Justice de París. Los fanáticos de esta punición se aglomeraban junto a la puerta del Palais en espera del enjuiciado, cuyo paso abucheaban con un griterío que reclamaba su ejecución. Fanáticos que formaban un grupo de habitués a estos procesos a la manera de los habitués de un salón mundano. En una ocasión, me vi agredida verbalmente por una mujer que reclamaba como su propiedad el lugar de la banca donde se me ocurrió sentarme. Propiedad imaginaria pero que esta persona consideraba su posesión por su constancia en ocupar el sitio desde donde podía pedir a gritos la muerte del enjuiciado.
Robert Badinter había logrado salvar de la pena de muerte a un criminal preguntando al jurado si estaban decididos a cortar un hombre en dos. La manera en que formuló esta condena tuvo éxito: la imagen del cuerpo cortado en dos estremeció a los sensibles miembros del jurado.
Abolida la pena de muerte, queda el castigo de la cadena perpetua. Cabe señalar que la perpetuidad en Francia se limita a 22 años, que constituyen el máximo de tiempo de una condena.
La práctica de la pena de muerte en Francia se realizó durante el curso de la historia de esta nación hasta la Quinta República, vigente en la actualidad. Fue históricamente infligida según varias modalidades bajo el antiguo régimen (horca, decapitación…) y a partir de 1791 con el uso de la guillotina. La cuestión de la abolición fue planteada a lo largo de la historia de Francia por diversos intelectuales como Víctor Hugo y por varios políticos. La Convención Nacional votó su abolición en 1795, pero esta disposición no fue realizada. Al fin, la pena de muerte es proclamada ilegal en 1981 a iniciativa de Badinter. Prohibición integrada a la Constitución por Chirac en 2007.
Hamida Djandoubi, guillotinado en septiembre de 1977, es la última persona que sufrió la pena de muerte en Francia. La última ejecución pública fue el 17 de junio de 1939, antes del decreto del 24 de junio que suprimió las ejecuciones públicas.
La ceremonia del ingreso de Robert Badinter fue majestuosa: el ataúd fue cargado sobre los hombros de seis militares desde el bulevar Saint-Michel, a lo largo de la calle Soufflot, hasta el interior del fastuoso monumento del Panteón, en cuyo frontispicio se lee Aux hommes illustres, la Patrie reconnaissant.
Por desgracia, la tumba de Robert Badinter fue profanada a las mismas horas de su entrada al Panteón. Poco importa que el agresor sea un fanático de la pena de muerte o un antisionista –Badinter recordaba algunas veces los años de la Ocupación y de la persecución a los judíos–. El fanatismo se halla en el origen de muchas guerras: religiosas, políticas u otras y es un peligro para la convivencia pacífica de hombres y mujeres.
El ingreso de Robert Badinter al Panteón de los hombres ilustres es un símbolo de la posibilidad de alcanzar la paz entre los seres humanos, sea cual sea su origen, su fe, su Patria, su raza o su sexo. Nadie es excluido en un mundo donde reina la fraternidad.











