arco Rubio ha desatado una agresiva campaña de falsedades y bullying para lograr votos contra Cuba en la Asamblea General de Naciones Unidas. A una semana de la votación anual sobre el bloqueo a Cuba, el secretario de Estado ha puesto en marcha una ofensiva diplomática para intentar mover el tablero: no tanto para sumar “noes” como para transformar votos afirmativos en abstenciones o ausencias.
Un cable del Departamento de Estado, filtrado a Reuters y fechado el 2 de octubre, revela la estrategia: vincular la resolución sobre el bloqueo con la guerra en Ucrania y presentar a Cuba como una amenaza para la paz regional. El documento, distribuido a decenas de embajadas, instruye a los diplomáticos estadunidenses presionar a los gobiernos para oponerse a la resolución, basándose en la acusación de que entre mil y 5 mil cubanos combatirían junto a las fuerzas rusas. “Después de Corea del Norte, Cuba sería el mayor aportador de combatientes extranjeros”, sostiene el texto.
El objetivo es explícito: reducir significativamente los votos afirmativos en la ONU; se “prefieren” los “no”, pero las abstenciones o la no participación también sirven. En declaraciones a la prensa este miércoles en La Habana, el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, mostró una copia facsimilar del documento del Departamento de Estado y afirmó que congresistas de origen cubano han enviado cartas adicionales en las que, con tono amenazante, se condiciona el voto a otros aspectos de la relación bilateral. Gestos inequívocos de los matones de barrio.
La ofensiva llega en un contexto de endurecimiento de sanciones tras el regreso de Trump a la Casa Blanca, que no tolera que el año pasado la resolución fuera aprobada por 187 votos a favor, con Estados Unidos e Israel en contra y la abstención de Moldavia. Ese precedente evidencia el carácter contracorriente de la maniobra en curso.
La respuesta de La Habana ha sido categórica: Cuba no forma parte del conflicto armado en Ucrania ni participa con personal militar “allí ni en ningún otro país”. El Ministerio de Relaciones Exteriores hizo público el detalle de acciones penales por mercenarismo relacionadas con ese frente: nueve procesos (2023-2025) contra 40 acusados; ocho juicios y cinco fallos condenatorios que suman 26 personas, con penas de cinco a 14 años; tres causas pendientes de sentencia y otra en proceso. La cancillería sostiene una política de “tolerancia cero” contra el mercenarismo, la trata y la participación de nacionales en conflictos en el exterior.
Mientras tanto, el Caribe se militariza bajo el pretexto de la “lucha contra las drogas”. Washington asesina extrajudicialmente a tripulantes a bordo de embarcaciones, refuerza su presencia naval y ensaya reglas de enfrentamiento que elevan la intensidad del uso de la fuerza. La campaña de chantaje a los gobiernos para golpear la resolución cubana no es un capítulo aparte, sino la cobertura narrativa de esa escalada que también se acoge, oportunistamente, a una operación diplomática para desviar la atención del profundo sufrimiento que causa el bloqueo al pueblo cubano.
Confirmado como secretario de Estado en enero, Marco Rubio ha situado a Cuba en el centro de su agenda hemisférica. Entre sus medidas destaca el uso reiterado de restricciones de visado contra funcionarios extranjeros a los que acusa de participar en el supuesto “esquema coercitivo de exportación de mano de obra” de las misiones médicas cubanas. Rubio ha hecho todas las diligencias posibles para criminalizar uno de los programas de cooperación más reconocidos de la isla.
El secretario de Estado también ha amplificado narrativas controvertidas en el pasado –como las hipótesis sobre las causas externas del llamado “síndrome de La Habana”– que la comunidad de inteligencia de Estados Unidos considera “muy improbables” tras evaluaciones interagencias de 2023 y 2025. El contraste entre esa evidencia y la retórica política ilustra el método: cargar el clima mediático con alegatos falaces de seguridad nacional para debilitar los apoyos a la resolución.
Pero la aritmética histórica es tozuda. Desde 1992, la Asamblea General aprueba por márgenes abrumadores el llamamiento a poner fin al bloqueo, y en 2024, el marcador fue 187-2-1. Con ese precedente, el escenario más probable es que vuelva a pasar la resolución con mayoría muy amplia, aun cuando Washington logre arañar algunas abstenciones o ausencias.
Si la historia sirve de guía, el pronunciamiento abrumador de la asamblea volverá a repetirse.












