
Martes 21 de octubre de 2025, p. 5
Guanajuato, Gto., La puesta de teatro 1984, a cargo de la compañía francesa Collectif 8, es moderna porque tiene visuales que amenazan con romper la cuarta pared, pero no necesitaron modificar el libro de George Orwell para que éste fuera actual: su mensaje sobre la degradación de la experiencia humana se encuentra más vigente que nunca, afirmación que fue realizada por lectores en diferentes décadas desde su edición original, en 1949.
La obra es una sesión de tortura del partido del Gran Hermano contra la pareja formada por Winston Smith y Julia, a cargo de O’Brien, disidente reconvertido en villano. Escuchar los electrochoques por las bocinas del Teatro Principal remite a las tácticas deshumanizantes de los agentes de inmigración estadunidenses, la ausencia de cultura como forma de control social remite al programa televisivo Big Brother y la frase del torturador “dos más dos es igual a cinco”, a la era de la posverdad, en la que la avalancha de información lleva a cuestionar sin argumentos las verdades más objetivas, retórica que podría ejemplificarse en el terraplanismo.
Cuando Julia habla sobre la represión sexual como un elemento preprogramado para aumentar la virulencia del odio social, se puede pensar en la energía con la que saltan los católicos conservadores en las marchas contra el aborto.
Winston es interpretado por el actor Damien Remy, Judith Rutkowski hace de Julia y Paulo Correia, de O’ Brien, el Gran Hermano.
La deriva urbana marca casi la única posibilidad de fuga de los protagonistas de salir de la vigilancia total, un viaje a pie hasta las zonas menos controladas en la ciudad. La impureza moral también resulta un alivio para los protagonistas, ya que los aleja de la moralidad del partido dominante.
La fiesta terminó
En 1969, un artista gráfico estadunidense dejó su país para vivir en Europa y estudiar en la Universidad de Florencia, Italia. Nativo de Oklahoma, cuando regresó a Estados Unidos en 1976 consideró que su país había empeorado, y al empezar a colaborar con diseños para grupos jóvenes adoptó el mismo nombre que el protagonista de 1984, Winston Smith. La acidez en las portadas de discos creadas por Smith fue de la mano con la agresividad de grupos como Dead Kennedys. Tapas con un Cristo extendido sobre una cruz hecha de dólares lograron una reacción tan persecutoria del gobierno de Estados Unidos, que Winston Smith hizo honor a su seudónimo.
Peter Missing es fundador del grupo de punk industrial Missing Foundation. Su contribución no se limitó a una discografía original y libre de concesiones; también es recordado el logo del grupo, replicado en grafitis por las calles de Nueva York. Se trata de un vaso de martini invertido, acompañado por una frase indudablemente orwelliana: “1984: la fiesta terminó”. El lema incluyó otro salto temporal, el fin de fiesta al que refiere remite a la República de Weimar y la decadencia de la Alemania nazi. Missing creía firmemente que a mitad de los años 80 la sociedad de Estados Unidos se encontraba en el abismo.
¿Es la vigencia de 1984 un mérito de su autor o un síntoma del fracaso de la etapa tardía del capitalismo?