Viernes 10 de octubre de 2025, p. 4
La música ha jugado desde siempre un lugar primordial en la vida del escritor húngaro László Krasznahorkai. Ha “improvisado”, incluso, en diferentes instrumentos. Reconocido “observador” del arte, más no “amante” de ello, según ha dicho, el novelista siempre está dispuesto a verter opiniones sobre temas relacionados con el arte sonoro. Por ejemplo, sobre su paisano, el compositor Gyorgy Kurtág (1926), nacido en Rumania, naturalizado húngaro en 1948.
En una larga entrevista realizada por el novelista español Mauro Javier Cárdenas, publicada en 2013 en la revista Music & Literature, Krasznahorkai se refiere a la primera ópera de Kurtág, Fin de partie, adaptación de la obra de teatro Endgame, de Samuel Beckett: “Kurtág había leído mi libro Y Seiobo descendió a la Tierra, y me llamó por teléfono de la nada. Tartamudeó: ‘Hola, soy Gyorgy, Gyorgy Kurtág’. ‘Oh, Gyorgy Kurtág’, dije, ‘cómo le va’. ‘Estoy bien, estoy bien’. ‘¿De qué se trata?’, pregunté’. ‘Oh, nada, nada, nosotros, nosotros, hace un momento, terminamos su libro’. ‘Cuál libro?’ ‘Se-se-oibo’. ‘Oh, Y Seiobo descendió a la Tierra. ¿Lo disfrutó’’. ‘Sí, en realidad, la razón de la llamada es porque queremos decirle que lo amamos’”.
Kurtág y Beckett
A raíz de esa conversación, Krasznahorkai visitó a Kurtág en el sur de Francia, donde se encontraba con su esposa, Marta: “Me mostró las primeras páginas de la ópera. Era muy complicada y espacial y basada en Endgame de Beckett, así que comenzamos a hablar del dramaturgo.
“Le conté de mi primera experiencia con los poemas de Beckett, de sus años tempranos, sus poemas tempranos. Tal vez había empleado esos poemas. (Kurtág) quería saber mi opinión acerca de Beckett, su relación con el lenguaje. Lo que le impresionaba más acerca de Beckett era el lenguaje. Le conté de la pelea de Beckett con el lenguaje, siempre, porque para mí, su relación con ello no era para nada eso, sino una pelea. Peleaba con el lenguaje porque odiaba las palabras no necesarias. Kurtág disfrutaba mucho ese puritanismo, su ascetismo, como un monje.”
El premio Nobel de Literatura 2025 agrega que los poemas tempranos del dramaturgo irlandés le fueron muy importantes: “Un poema de un hombre solo en la playa. Es gris y triste. Sin emociones, nada. Un hombre en la playa. Viento frío. Tenía 19 años y quería saber quién escribió esos poemas. Quería saber algo sobre la persona que los escribió porque era demasiado joven. Era muy importante para mí. Cómo estos poemas decían que todo era posible. Ese hombre alto en la playa, y la arena. El viento frío. Eso era muy importante para Kurtág también. Dijo: ‘realmente, ¿un hombre alto? ¿Qué tan alto? ¿Exactamente qué tan alto?’ ‘No tengo idea’. (Risas) ‘¿Mañana o anochecer?’.”
Sobre Béla Tarr y el tango
En la misma entrevista, Krasznahorkai relata un incidente de tono musical relacionado con la adaptación cinematográfica de su novela Tango satánico (1985), dirigida por el húngaro Béla Tarr (1955).
Se trata de un momento clave ocurrido en una escena en un bar: “Fue un antes y un después para Béla y yo. Hasta entonces no estábamos seguros por qué hacíamos esa mierda. Sin embargo, ese hombre, el camarógrafo, empezó a cantar, era una absoluta improvisación.
“Teníamos la idea de que si podía cantar, o si recordaba algo, porque había estado borracho todo el día... Había traído una armónica. De repente intentó tocar y cantar: ‘¡Oh, el tango, que solía cantar mi madre! ¡Oh, el tango, que solía cantar mi madre! ¿La conocen? ¡Oh, el tango!’
“Béla y Ágnes (Ágnes Hranitzky, esposa de Tarr) decían: ‘Por favor, fílmalo, fílmalo’. Eso estaba fuera de la historia y era tan desgarrador que sentía como Béla me agarraba la pierna, porque estábamos sentados juntos, y su mano era tan fuerte que después de unos minutos tenía una gran mancha sangrienta aquí en mi pierna, y Béla lloró.
“Él no era sentimental, pero el momento, que cantara para nosotros, fue tan desgarrador. Después de eso comprendimos: ‘está bien, conseguimos la película, gracias a esto’.”