harlie Kirk era un conservador en todos los aspectos del pensamiento: estaba en contra de las políticas de inclusión, reprobaba el matrimonio entre personas del mismo sexo y los tratamientos de reasignación de género, declaraba que “debería ser legal quemar en público una bandera arcoíris o de Black Lives Matter” y era partidario de restringir el aborto sólo a casos de emergencia médica; le parecía pertinente que las mujeres accedieran a la universidad para encontrar esposo y pugnaba por suprimir en la sociedad estadunidense “la ideología woke”.
No se le conoció un episodio en el que protagonizara violencia física, pero su violencia verbal era inocultable; por ejemplo, decía de los demócratas que “representan todo lo que Dios odia” (https://is.gd/tHS3vT).
En concordancia con las posturas señaladas, Kirk era un ferviente partidario de la Segunda Enmienda constitucional: “Siendo necesaria una milicia bien organizada para la seguridad de un Estado libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas” (https://is.gd/bpgBg3), normativa fundacional en la que se amparan quienes en el país vecino defienden el armamentismo civil casi ilimitado, muchos de los cuales se agrupan en la Asociación Nacional de Rifle (NRA, por sus siglas en inglés).
No era nada más una afinidad ideológica: la organización juvenil de derecha fundada por Kirk, Turning Point USA, recibe aportaciones de la NRA, la cual le patrocina un evento anual de mujeres jóvenes.
En 2018, en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas, en Florida, un ex alumno de 19 años de ese plantel provisto de un arma larga mató a 17 personas e hirió a otras tantas. El asesino, un chico de 19 años, había escrito poco antes: “Todos y todos son felices menos yo. Quiero matar gente, pero no sé cómo” (https://is.gd/Nv4pa9).
La tragedia detonó un enésimo debate sobre la necesidad de establecer controles más estrictos al armamentismo civil y Kirk tomó parte para defender a la NRA y el derecho a las armas (https://is.gd/KlsynP).
Unos años más tarde, en abril de 2023, Kirk formuló la declaración que tanto se ha citado en estos días: “Vale la pena pagar el costo, lamentablemente, de algunas muertes por armas cada año para poder conservar la Segunda Enmienda”. La frase evoca otra expresión, falsamente atribuida a Stalin, que reza: “no se puede hacer una tortilla sin romper algunos huevos” (https://is.gd/LshR0Q). Una y otra aluden a la pertinencia de sacrificar vidas humanas en aras de alguna causa.
El problema no necesariamente reside en quienes encuentran en las armas y la muerte el medio idóneo para impulsar ciertas posturas políticas, ideológicas o religiosas –a fin de cuentas, el derecho a la rebelión se considera legítimo ante una tiranía–, sino, sobre todo, en quienes las ven como una vía de escape de la infelicidad existencial, como el joven multiasesino de la secundaria Marjory Stoneman Douglas y como ocurre una y otra vez, en forma casi diaria y desde hace muchos años, en Estados Unidos.
El libertinaje que impera en ese país para hacerse de pistolas, revólveres y rifles de baja, mediana y alta potencia, contrasta con la sabiduría de las regulaciones vigentes en México, cuya Constitución también garantiza, en su artículo 10, que “los habitantes de los Estados Unidos Mexicanos tienen derecho a poseer armas en su domicilio, para su seguridad y legítima defensa, con excepción de las prohibidas por la Ley Federal y de las reservadas para el uso exclusivo de la Fuerza Armada permanente y los cuerpos de reserva. La ley federal determinará los casos, condiciones, requisitos y lugares en que se podrá autorizar a los habitantes la portación de armas” (https://is.gd/Dz8Q03).
Pero, como puede verse, la nuestra es una legislación mucho más restrictiva que otorga el derecho de posesión, más no el de portación. La tal Ley Federal (de Armas de Fuego y Explosivos) y sus reglamentos constriñen los calibres y tipos de armas a los que pueden acceder los particulares y condicionan su adquisición a severos requisitos: exámenes sicométricos, toxicológicos y médicos, comprobación de modo honesto de vivir, constancia de no antecedentes penales y un largo etcétera compuesto por un total de 10 o 12 documentos.
Eso, por lo que se refiere a las armas legales; en su abrumadora mayoría, las ilegales proceden, vía contrabando, del libertario mercado estadunidense.
El pasado 10 de septiembre, un muchacho de 22 años llamado Tyler Robinson asesinó de un tiro a Charlie Kirk mientras éste hablaba ante un público juvenil a favor de la libertad de acceso a las armas.
El trumpismo trató de inmediato de presentarlo como un extremista de izquierda, algo sobre lo cual no existe evidencia alguna.
Robinson fue criado en una familia mormona, conservadora y afiliada al Partido Republicano (https://is.gd/PyyiHV). Lo indiscutible es que le resultó muy fácil hacerse de un fusil. Y como causarle la muerte a alguien es visto en el país vecino como una solución viable, la fiscalía solicitó de inmediato la pena capital para Robinson, y todo esto es tremendamente trágico y muy triste.