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Arte y reconstrucción
Homenaje al rescate, “puente entre la esperanza del progreso y la realidad del sufrimiento”
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▲ El mural de José Chávez Morado se encuentra en el vestíbulo del Centro Médico Nacional Siglo XXI. Aquí, detalle de la pieza.Foto Jair Cabrera Torres
 
Periódico La Jornada
Viernes 19 de septiembre de 2025, p. 5

“Septiembre es un mes de malos augurios, por eso prefiero que pase rápido”, dijo Lucía Garrido, mientras esperaba en el vestíbulo del Centro Médico Nacional Siglo XXI. Reconoció que tiene pánico a los temblores: evita mirarlos hasta en pintura, porque “pensar demasiado en ellos es atraerlos”.

Delante suyo se alza imponente el mural Homenaje al rescate, de 20 por 30 metros, realizado entre 1988 y 1989 por José Chávez Morado (1909-2002). La pieza domina el espacio y rinde homenaje a la solidaridad civil tras el terremoto del 19 de septiembre de 1985.

Sus incisiones en bajo relieve evocan cicatrices sobre la piedra e integran escenas de devastación: brigadistas retiran escombros, médicos atienden heridos, se instalan campamentos de damnificados y multitudes levantan pancartas que reclaman vivienda, salud, cultura y educación.

Entre la tragedia y la reconstrucción, la intervención impone su relato a quienes recorren el hospital y sus alrededores, incluso cuando algunos la confunden con decoración.

En entrevista con La Jornada, la historiadora del arte Dina Comisarenco explicó que el regreso de Chávez Morado al Centro Médico, donde 30 años atrás había exaltado los avances de la medicina, tuvo profundas implicaciones simbólicas y personales.

“En su primera creación celebraba el progreso científico; en Homenaje al rescate reconoció los límites humanos y la vulnerabilidad, así como la capacidad de resiliencia y de solidaridad. La composición funciona como puente entre la esperanza del progreso y la realidad del sufrimiento.

“Ese contraste se refleja en la estructura tripartita: a la derecha, el instante del desastre; en el centro, el dolor y el rescate, y a la izquierda, la reconstrucción.

“Las tres secciones funcionan como capas temporales del trauma. Primero, el impacto y la confusión; luego, la herida y la pérdida; finalmente, las secuelas y la reconstrucción. El espectador recorre una cronología emocional que genera empatía y conciencia sobre la memoria colectiva.”

La manera en que se trabajó la superficie refuerza esa intención. Aunque se trata de un mural, su apariencia recuerda a una xilografía monumental: incisiones profundas en el mármol sugieren la huella indeleble del trauma.

“Es como si quisiera grabar en la materia misma la imposibilidad de olvidar. El sismo y el surgimiento de la sociedad civil quedaron inscritos para siempre en la memoria social. La obra recuerda que el pasado es irreversible y que tenemos la capacidad de reconstruirnos”, añadió Comisarenco.

En el centro, dos manos gigantes sostienen el águila y el nopal, símbolos fundacionales de México. Representan “la fuerza de la solidaridad ciudadana y la posibilidad de refundar la sociedad civil tras la catástrofe. Es la metáfora de un país que se sostuvo a sí mismo gracias al apoyo mutuo”.

Detalles de color marcan la memoria: un círculo naranja indica la hora fatídica, 7:19 horas, 19 septiembre. 1985, y un rectángulo verde recuerda a las 2 mil 300 personas rescatadas, cifra celebrada como victoria colectiva.

En los extremos, un árbol seco en llamas contrasta con otro lleno de brotes y aves, alegoría del tránsito de la destrucción a la vida renovada. El plano arquitectónico del nuevo hospital se presenta junto al del antiguo, que sufrió daños durante el sismo de 1985 y fue restaurado posteriormente.

Dina Comisarenco comparó esta obra con la creación que Chávez Morado realizó en 1959 en el mismo conjunto del Centro Médico: Evolución y futuro de la ciencia médica en México, donde predominaba una visión optimista sobre los avances de la medicina.

“Treinta años después, el énfasis cambió: Homenaje al rescate coloca en el centro a la sociedad civil, a las manos anónimas que cargaron piedras, improvisaron brigadas y exigieron derechos. Refleja los profundos cambios de la sociedad mexicana de los años 80.”

Entre las figuras se distinguen pancartas con demandas esenciales: Casa. Agua. Luz; Salud. Trabajo. Cultura; Escuela. Libros. Deporte. “No son consignas del pasado, sino un llamado a la acción”, subrayó la especialista.

Algunos visitantes perciben la obra de manera distinta. Eloy Rubio, estudiante de secundaria, reconoció la magnitud histórica del sismo, pero admitió que el mural le pasó inadvertido: “Vine a traer a mi abuelita a consulta y pensé que era decoración. Está bien que haya arte que hable de eso, pero los jóvenes ahora estamos más en el celular, en las redes o en la música”.

Para Irma Peláez, sorprende cómo los artistas logran hacer del caos una belleza. “No quisiera que volviera a temblar nunca; sólo de pensar en la gente que perdió a sus familiares me duele. La mayoría de las personas camina con audífonos y no lo percibe”.

Lucía Garrido, contadora de 47 años, apenas tocó con la mirada el mosaico. “En el terremoto recuerdo a mis abuelitos angustiados y las grietas en el pavimento. No pensé que fuera para tanto. Hoy prefiero no pensar en eso, porque lo atraes. Por eso septiembre me da miedo”.

La ficha junto a la obra resume su sentido: “Devastación, impotencia, pena absoluta y de inmediato solidaridad, esperanza, lucha, reconstrucción”.