Miércoles 17 de septiembre de 2025, p. 4
El secretario de Marina, Raymundo Morales, lanzó un mea culpa institucional con un insólito mensaje en la fecha más simbólica para las fuerzas armadas: el día de la Independencia, con la plancha del Zócalo pletórica de soldados y marinos, que más tarde desfilarían ante la Presidenta y comandanta suprema de las fuerzas armadas, Claudia Sheinbaum Pardo.
Son los tiempos turbulentos que prevalecen para la Marina-Armada de México. Difíciles, complejos, tortuosos. Y lo peor: aún no se avizora que vaya a escampar la tormenta. Frenéticamente se acumulan investigaciones, aprehensiones y muertes difíciles de explicar, en suma, el mayor escándalo de corrupción en la Marina de la que se tenga memoria.
Al almirante no le quedó más que afrontar públicamente el escándalo que envuelve a la Marina y salir al paso en un discurso memorable por su incomodidad: hablar de corrupción en tiempos de la Cuarta Transformación.
A la distancia, el rostro de la mandataria se mostraba serio e imperturbable mientras el almirante hacía malabarismos discursivos apelando al honor institucional, al patriotismo, a los valores... y hasta a un guiño de filias políticas a la Cuarta Transformación a la que definió como una “revolución de las conciencias que ha sido el faro que guía nuestro actuar”.
Toda una pieza de oratoria para revestir sus alusiones a los bochornosos hechos que envuelven a la institución a partir de que se descubrió la red de corrupción que involucra a algunos miembros de la secretaría. No hizo una descripción expresa, tampoco una mención de los involucrados, sólo una referencia genérica a estos “hechos reprobables”, que por sabidos, el almirante optó por omitir su descripción.
En el Zócalo miles de soldados, marinos y guardias nacionales escuchaban el inusitado reconocimiento del almirante. Todos ellos desplegados en la plancha de la Plaza de la Constitución, para la ceremonia previa antes del inicio del desfile, al que se sumaron con la marcialidad que corresponde a la ocasión.
Especialmente los marinos escucharon al máximo jerarca de su corporación intentar deslindarla de quienes, venturosamente, sugirió el almirante, no pudieron enquistarse porque fueron detectados y denunciados por la propia institución.
Fue una larga ceremonia del desfile en la que en pocos momentos interactuaron Sheinbaum y Morales, salvo el consabido y protocolario pase de revista de la comandanta suprema de las fuerzas armadas en el vehículo militar que los transportó por todo el Zócalo capitalino para atestiguar la lealtad de los integrantes de las corporaciones militares a la jefa del Poder Ejecutivo.
Algunos aplausos de la Presidenta y de sus compañeros de gabinete interrumpieron brevemente su discurso hasta que finalmente concluyó con un arrebato de patriotismo del jerarca castrense propio de otro momento: “mi comandanta suprema: hoy los más, los que siempre hemos sido, salimos como cada año a las calles de México a refrendar nuestro patriotismo a las y los mexicanos, y con ello declarar un amor que no nos cabe en el pecho”, arengó encendidamente.
Concluida su proclama, se dirigió apresuradamente a su lugar en el estrado y a su paso, lanzó un breve saludo militar a la Presidenta. Esta vez, los protocolos y la logística de la ceremonia impidieron que Morales, se ubicara de manera contigua a la mandataria, en virtud de la presencia de su esposo, Jesús María Tarriba.
Concluida la fase discursiva de la ceremonia, que incluyó las intervenciones de Sheinbaum Pardo y del secretario de la Defensa Nacional, Ricardo Trevilla, se dio paso a la parada militar que tuvo como protagonista central a la mujer en las fuerzas armadas y la Guardia Nacional. De los 16 mil elementos que participaron en la parada, 5 mil fueron mujeres de todas las corporaciones.
Es tiempo de mujeres, ha proclamado Sheinbaum.
A 6 mil pies de altura descendieron siete paracaidistas, incluida una mujer que tocó tierra a unos cuantos metros de Sheinbaum. Correspondió a la paracaidista rendir el parte militar de ese despliegue: sin novedad.
Entre las masas que acudieron a observar el desfile hubo simpatía con los integrantes de las fuerzas armadas, cuyos integrantes se mostraron didácticos para explicar a la gente, especialmente a los niños sus tareas, sus uniformes, sus equipos, aun en estos tiempos que corren para la Marina. Las tribulaciones del almirante no influyeron en el sentimiento popular.