Dedicaron homenajes al autor // La editorial Nórdica publicó la antología Eso era amor

Lunes 8 de septiembre de 2025, p. 4
El centenario del natalicio del poeta asturiano Ángel González, quien estaba convencido de una poesía que ilumina y es necesaria para entender la existencia, se cumplió el pasado 6 de septiembre. Fue conmemorado con homenajes en su natal Oviedo y publicaciones que celebran su vida y obra, prestas al compromiso, el amor y la ironía.
La editorial española Nórdica publica la antología poética Eso era amor como celebración de la efeméride. El texto fue ilustrado por Pablo Auladell, con una introducción del periodista y cineasta Javier Rioyo, y Verónica Ruiz en la selección de poemas.
En la fecha exacta del aniversario de González (1925-2008), el ayuntamiento de Oviedo instaló una placa conmemorativa en la calle Fuertes Acevedo número 8, sitio de nacimiento del poeta. Ahí queda la leyenda: “Palabra sobre palabra nos dejó un mundo mejor”.
Más tarde, el teatro Filarmónica de esa localidad fue escenario del recital poético Ángel González, poesía y vida, con la narradora Jordina Biosca y el guitarrista David García.
El autor, ganador de los premios Príncipe de Asturias de las Letras en 1985 y Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1996, es considerado dentro de la Generación de 50, marcada por la dictadura de Francisco Franco y sus herederos en la sociedad y artes de España.
Tras haber participado de forma activa en la lucha clandestina contra la dictadura, en el Partido Comunista, se exilió en Nuevo México, desde 1972.
En una entrevista con La Jornada, el escritor destacó su atención en el uso del lenguaje, de donde extrae como materia de trabajo la vertiente coloquial, “porque me gusta la simplicidad, la claridad, pues es más difícil escribir con claridad que hacerlo en la oscuridad, como hacen otros poetas, que cultivan el hermetismo y ni ellos saben lo que quieren decir ni el lector les encuentra sentido. Siempre pretendí la sencillez, así al principio no haya sido de manera consciente”.
La ironía fue importante en su trabajo, pues, “para los poetas de mi generación, fue un medio de esquivar la censura franquista, pero con el tiempo advertí que la ironía expresa la ambigüedad del mundo; es decir, la ironía te permite decir sí y no al mismo tiempo”.
González nació en Oviedo, en una familia republicana atormentada por la guerra civil de su país. Estudió derecho en esa ciudad, y periodismo y magisterio en Madrid. En 1954, entró en la administración central. En la capital española conoció al grupo de escritores al que pertenecían Juan García Hortelano, Gabriel Celaya y José Manuel Caballero Bonald.
El primer libro de González fue Áspero mundo alejado (1956), que escribió cuando rozó la muerte por la tuberculosis que padeció. Después vinieron Sin esperanza, con convencimiento (1961) y Palabra sobre palabra (1965), con los que consiguió un lugar destacado en su generación.
Durante su residencia en Estados Unidos, fue profesor en las universidades de Nuevo México, Utah, Maryland y California en Irvine. Ahí escribió Otoños y otras luces (2001) y el título póstumo Nada grave (2008).
El autor elaboró ensayos sobre los poetas que más lo influyeron, como Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, el grupo del 27 y Gabriel Celaya. En 1997 ingresó en la Real Academia Española con un discurso dedicado a Antonio Machado, poeta cuyo 150 aniversario de nacimiento se conmemoró este año.
Ángel González murió en Madrid el 12 de enero de 2008. El escritor Benito Taibo lo llamó entonces “poeta, maestro, juerguista, conversador incansable, cantor, noctámbulo profesional, amigo entrañable, periodista, experto en Machado, bebedor insaciable, solidario, después de haber vivido 82 años como le dio la gana, desoyendo recomendaciones médicas y dejándonos a todos un poco huérfanos sin la claridad de su palabra.
“Aquí estamos todos, mis padres, Paco y Paloma, Carlos y Piyú, Marina y José, Imelda, el señor Seltzer y el señor Walker, Luis Rius y Pilar, los Serafín, Rosita, Quevedo, Joaquín Sabina y Jimena, Luis García Montero y Almudena, Góngora, Santiago Genovés y cientos más esperando que González abra la boca y haga poesía.”
Ángel González había presentado el libro Ciento volando de catorce, en 2001, de Joaquín Sabina, a quien llamó “poeta verdadero y duradero”.
El cantante y compositor le dedicó la canción Menos dos alas, que reconocía: “González era un ángel menos dos alas / González era un santo por lo civil / Un dandi con un ojo a la funerala / Tan rojo, tan oviedo y tan zascandil // (...) Verde por la vergüenza que no tenía / Hasta ayudó a Caronte a quemar sus naves / Decía que morirse no era tan grave / Y agonizó en voz baja por cortesía”.