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El más allá
E

l hombre de todos los tiempos ha buscado entender el mundo intangible, los misterios del más allá, la incertidumbre del futuro, conjurar los malos espíritus, entre muchos otros temores a lo desconocido que le provocan angustia. Para ello ha acudido a la astrología, las artes adivinatorias, el espiritismo, la quiromancia, las ciencias ocultas y el tarot, entre otras.

El Museo Nacional de Arte (Munal) tuvo la gran idea de montar la exposición Bajo el signo de Saturno. Adivinación en el arte, fundamentalmente con obras de su colección. Parten del cuestionamiento que sintetiza el eje central de la muestra: ¿es posible imaginar la existencia de una realidad distinta a la que experimentamos habitualmente?, ¿es el arte un vehículo para conocer lo que no se puede?, ¿son los museos espacios para imaginar mundos y futuros diversos?

El punto de partida es la carta astral que André Breton (1896-1966), fundador del movimiento surrealista, realizó para su amigo el poeta Jean Schuster (1929-1995), que el Munal recibió en donación.

A partir de ella se presenta una nueva lectura de la colección, “tejiendo correspondencias con obras que remiten a las experiencias arcanas de las ciencias ocultas, y construyendo una constelación de imágenes inspiradas en la tradición esotérica”.

Los temas que se abordan en las cuatros salas son: Espiritismo, Clarividencia, Astrología y Terror Cósmico. Más de 200 obras, entre pinturas, grabados, fotografías, dibujos, escultura, arte textil y documentos gráficos nos muestran la mirada de artistas de los siglos XIX y XX, quienes rompieron cánones y el pensamiento racional prevaleciente para dar rienda suelta a la imaginación, lo visionario y lo trascendente.

Explica el talentoso curador David Caliz que la exposición invita a reflexionar sobre el destino, lo desconocido, el porvenir y la adivinación, desde el territorio de las artes. Saturno es imagen del tiempo, y con ello, de la fuerza irresistible del destino y con esa visión, Caliz nos brinda un recorrido por la historia visual de las ciencias herméticas y adivinatorias desde una perspectiva de la historia cultural de las imágenes y la historia del arte. La exposición propone una aproximación al conocimiento esotérico como un dispositivo de pensamiento creativo que ha influido en distintas generaciones de artistas.

Hay obras de Francisco de Goya, Remedios Varo, Rufino Tamayo, Leonora Carrington, Antonio Gedovius, Pedro Friedeberg, Gerardo Murillo Dr. Atl, Antonio M. Ruiz El Corcito, Cordelia Urueta, Mathías Goeritz, Pedro Friedeberg, Raúl Pérez y Eugenia Martínez, fotografías y reportajes fotográficos de Agustín Víctor Casasola y Juan Guzmán, entre muchos otros, que nos brindan visiones inquietantes de los mundos ocultos.

Al salir de la exposición caminamos hasta el Zócalo dónde encontramos una multitud y una larga cola de gente; preguntamos de qué se trataba: era para ver al Unicornio Negro, el brujo más importante de Catemaco. Es reconocido como el más joven en la historia de la brujería de ese lugar emblemático y es muy relevante en la tradición mágica de la región. Proviene de una familia de brujos, y heredó sus dones de su padre y abuela, quienes también eran practicantes reconocidos de la magia. A los 5 años comenzó a desarrollar sus habilidades y a colaborar en trabajos de magia, tanto para el bien como para el mal y a sus 28 años ya atrae a multitudes.

Comprobamos una vez más que la tradición esotérica que dio píe a la exposición del Munal, en México, sigue vivita y coleando.

Para comentar la experiencia subimos a la terraza de la primorosa Casa de las Sirenas, en Guatemala 32, con una magnifica vista de la Catedral. Recibe el nombre por las dos sirenas que aparecen en las orillas del fino labrado barroco que adorna el remate de la fachada. Hay que admirarlas antes de entrar.

Además de los sopecitos que preparan en un gran comal, los de tuétano son mis favoritos, ordenamos las carnitas de pato, la gallinita en mole de mango y el pulpo braceado. De postre, compartimos el pastel de queso con frutos rojos.