Domingo 31 de agosto de 2025, p. 13
En un ritual que apenas se podría imaginar similar al de una cofradía, el Banco de México tiene una de sus funciones más simbólicas en la fijación de un número: actualmente 7.75 por ciento. Éste puede cambiar en un mes o en dos; un ejercicio en el cual el equilibrio es tan esencial que una centésima puede ser la diferencia entre atraer inversión o hacer prácticamente impagable la canasta básica para una familia.
Esa, la fijación de la tasa de referencia, es quizá una de las funciones más inabarcables de lo que significan las tareas del Banco de México, pero el organismo –que ahora llega al centenario de su creación– está detrás de cosas tan tangibles como los fajos de billetes de polímero violeta, con ajolotes impresos, que se han vuelto una colección personal, o tan cotidianas como las transferencias electrónicas que permiten mover valor sólo con un dispositivo y acceso a Internet.
La acuñación de moneda –desde su diseño hasta el respaldo financiero para darle un valor a plástico y algodón– es una de las primeras funciones que tiene el organismo, pero con la incorporación de las tecnologías para las transacciones de valor también es el responsable de administrar y supervisar el Sistema de Pagos Electrónicos Interbancarios (SPEI), por el que pasan las transferencias de dinero en el país.
El organismo también dosifica la cantidad de dinero que circula en la economía con la compra y venta de valores. El objetivo de regular la liquidez es tener otra herramienta para prevenir crisis.
Además de prestar al sistema bancario, el organismo está a cargo de las reservas internacionales, un fondo en diferentes monedas y valores que sirve para respaldar la confianza en el peso e intervenir en el mercado cambiario para garantizar que no pierda valor.