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Alma Delia Murillo busca llevar a más lectores el drama de los desaparecidos

En la novela Raíz que no desaparece reúne la voz de las familias buscadoras // “Les debemos involucrarnos emocionalmente”, dice en entrevista

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▲ Alma Delia Murillo durante la entrevista con La Jornada a propósito de la publicación de su libro más reciente.Foto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Sábado 30 de agosto de 2025, p. 5

La escritora Alma Delia Murillo no tiene una “respuesta puntual” respecto del momento en qué decidió trabajar el tema de los desaparecidos, génesis de su novela más reciente, Raíz que no desaparece (Alfaguara, 2025). “Toda mi vida he habitado un México desde las orillas menos favorecidas, por tanto, conozco lo que pasa en el corazón de la pobreza, del desplazamiento, de esa parte del país que no tiene todos los privilegios. Son temas que me importan, con esta historia personal de pobreza, de abandono del padre, haber crecido arañando la sobrevivencia“, detalla.

El tema de los desaparecidos se ha agravado en México. “De los 130 mil que hoy tenemos, 100 mil desaparecieron en los tres sexenios recientes. Tengo la edad –47 años– de alguien que creció con eso. Para las personas que escribimos es inevitable no escuchar este concierto de voces colectivas que dice a México que esto duele”.

Murillo pasó de escribir columnas periodísticas a ficción: “lo que mejor se me da”. Ahora publica Raíz que no desaparece con el deseo de que el tema “llegue a otros circuitos, a personas que a lo mejor no van a leer un ensayo sobre la violencia ni los desaparecidos, que tal vez se salte las notas periodísticas al respecto, pero a lo mejor sí se anima a leer una novela. Esa es mi esperanza”.

La autora de La cabeza de mi padre (2022) reconoce que el tema de su nueva novela rondaba en su corazón: “Un día tuve una idea mientras regaba la jacaranda del techo donde antes vivía. En el centro del tronco tenía una especie de ojo en espiral que me hizo pensar en todo lo que los árboles ven. Fue este clic de: ‘claro, cómo es posible que seres vegetales de inteligencia tan sofisticada no sepan cuando en sus montes, bosques, hay violencia, cuerpos y fosas’. También decidí que no iba a hablar del tema sin consultar a las familias buscadoras, acercarme a los colectivos, ir con las madres a ver cómo es esto”.

Los árboles juegan un papel protagónico en Raíz que no desaparece, cuyo relato comienza cuando la moribunda “palmera” en Reforma, fue remplazada por un ahuehuete. En ese tránsito, la otrora glorieta de “la palma” se convirtió en la de los desaparecidos, porque las familias empezaron a reunirse allí a pegar carteles de búsqueda. El ahuehuete, pues, también murió. Murillo sintió que “el país me regalaba la metáfora perfecta. Además, ese árbol fue traído de un vivero de Nuevo León, uno de los estados con más violencia y desapariciones”.

Luego, “al leer muchos expedientes de mamás buscadoras, entendí que ellas aprenden a reconocer zonas donde hubo ejecuciones, porque los árboles tienen el tronco ennegrecido. También porque muchas otras me contaron que soñaron a su hijo en un árbol. Dije: ‘necesito incorporar eso sin que el árbol tenga una voz humana’. Cómo funcionan los árboles, pues. Cómo es la inteligencia vegetal. Por eso en los segmentos de la novela los árboles también cuentan la historia.

“El relato tiene sustento en esta ciencia botánica. Por ejemplo, en qué medida los árboles se mimetizan con el entorno y reaccionan al peligro. Hay árboles que se cierran o abren. Incluso, están en posibilidades de desplazarse. Traté de que todo esto no estuviera tanto en la línea de lo fantástico, sino en la de lo científico en términos botánicos. Llegué a preguntarme si los árboles mexicanos enferman de violencia y lo manifiestan.”

Sobre el fenómeno de los sueños, las madres buscadoras “sueñan con una precisión impresionante dónde están sus hijos. Si conversas con ellas te das cuenta de que tienen datos que les llegan a través del cuerpo, el corazón, la sangre, la intuición y las células del cuerpo, que son las mismas de sus hijos. Eso se integra a la Fiscalía”.

Murillo recuerda que las personas desaparecidas y aquellas buscadoras son “una expresión altísima de la vida. Para no hacer necropolítica tenemos que mirar a las familias, a las personas y sus historias, y llevar esto a una expresión de lo vivo. No simplemente repetir estadísticas”. Necropolítica en el sentido de que “unas vidas valgan menos que otras y que las formas en que mueren ciertos grupos poblacionales incluso estén permitidas”. De acuerdo con la autora, “para ir en contra de la necropolítica necesitamos hacer política humana, que sólo es posible si ponemos al centro la vida; es decir, lo opuesto a lo que han hecho los gobiernos de todos los colores y partidos”.

Para la autora, “debemos a las familias buscadoras y a las personas desaparecidas involucrarnos emocionalmente. Si no, qué clase de país vamos a seguir construyendo”.

Raíz que no desaparece, de Alma Delia Murillo, se presentará hoy a las 18 horas en la librería Rosario Castellanos (Tamaulipas 202, colonia Hipódromo Condesa).