Opinión
Ver día anteriorMiércoles 27 de agosto de 2025Ediciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Zambada: del cártel a las pantallas
I

smael El Mayo Zambada García, presunto máximo cabecilla del cártel de Sinaloa tras la detención de Joaquín El Chapo Guzmán, se declaró culpable de participar en un negocio ilícito y tráfico de cocaína ante el Tribunal Federal del Distrito del Este, con sede en Brooklyn, Nueva York, presidido por el juez federal Brian Cogan. Con la lectura de un texto preparado, Zambada admitió haber dirigido durante más de 50 años, con otros socios, la organización dedicada en particular al tráfico de cocaína hacia Estados Unidos, e indicó que para conducir sus negocios promovió “la corrupción en México de policías, mandos militares y políticos”, la cual “continuó durante todos los años en que estuve en control”. Con estas confesiones, el delincuente evitó un juicio por los 17 cargos de los que se le acusaba y obtuvo del Departamento de Justicia beneficios que permanecen y permanecerán en secreto.

La comparecencia de El Mayo y su explotación por parte de la Casa Blanca tienen todas las características de un programa de telerrealidad, el formato televisivo omnipresente desde inicios de siglo, en el cual los participantes se muestran a los espectadores como reales, espontáneos y auténticos, aunque cada gesto se encuentra perfectamente ensayado y coreografiado. No es casualidad que el presidente Donald Trump haya sido dueño de uno de esos espectáculos –Miss Universo– y conductor de otro, El aprendiz, en el que encarnaba su papel favorito: el del gran experto en negocios que no es.

Es previsible que en los próximos meses y años el capo haga declaraciones convenientes para los intereses de Washington, que en estos momentos tiene por prioridad validar su discurso xenofóbico y militarista, así como habilitar su agenda intervencionista en todo el continente, ya sea para deshacerse de rivales geopolíticos y saquear recursos naturales, como en Venezuela, o para obtener ventajas comerciales mediante la extorsión desembozada, como hace en sus relaciones con Canadá. En este despliegue neocolonial, México constituye uno de los blancos predilectos de la ultraderecha estadunidense.

Como en toda operación propagandística, lo más significativo del espectáculo en torno a El Mayo no será lo que diga, sino lo que calle. En el primer episodio resulta notorio el cuidado con que señaló a policías, mandos militares y políticos mexicanos como objetos de sus sobornos, con lo que excluye de forma explícita a quienes ocupan los mismos cargos al norte del río Bravo. Dado que el destino de las drogas y el mercado en el que se realizan sus ganancias se encuentran en Estados Unidos, es absurdo pretender que la entrada y distribución de cocaína o cualquier otra sustancia pueda llevarse a cabo sin la complicidad de personas en los cuerpos policiacos, el aparato de justicia y el gobierno de ese país.

Es inevitable reaccionar con suspicacia cuando las “confesiones” de Zambada se apegan de forma tan exacta al guion que Washington reproduce a través de todo su aparato mediático desde hace décadas: que todo el narcotráfico es una actividad de extranjeros y que los únicos estadunidenses involucrados son los “camellos” que pululan en las esquinas de barrios marginados.

En este sentido, cuando el director de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), Terrance Cole, ubica a Genaro García Luna, ex secretario de Seguridad de Felipe Calderón, como un gran delincuente al nivel de El Mayo y de El Chapo, omite que fue un criminal entrenado, capacitado, aupado al poder, condecorado y celebrado por sucesivos gobiernos estadunidenses, los cuales incluso le permitieron asentarse en ese país y llevar una vida de multimillonario con recursos de procedencia ilícita. Sería pertinente que el funcionario aclare hasta qué punto la DEA y otras instancias estadunidenses han participado en el ascenso de otros personajes oficialmente demonizados, pero bien integrados en la provisión de sustancias y capitales que la superpotencia consume sin descanso.