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El Chopo tonifica el “músculo cultural” en su 50 aniversario
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▲ El Museo Universitario del Chopo tras una reapertura, en mayo de 2010.Foto María Meléndrez Parada
 
Periódico La Jornada
Martes 26 de agosto de 2025, p. 3

En el contexto de su 50 aniversario, el Museo Universitario del Chopo fue celebrado como casa de exposiciones, laboratorio, lugar de encuentro, madriguera y centro social donde se teje una red de complicidades creativas, capaz de preguntar, desafiar e imaginar futuros posibles.

Durante la inauguración de las actividades conmemorativas por su medio siglo de vida –que se cumplen el próximo 25 de noviembre–, la directora del recinto, Sol Henaro Palomino, resaltó que El Chopo se ha consolidado como un espacio donde confluyen diversas comunidades y generaciones para ver una exposición, asistir a un concierto, presenciar un programa de artes vivas, ver una película o tomar algún taller.

“Este sitio ha albergado, difundido, generado y ofrecido un conjunto integral de contenidos culturales y ha defendido el derecho a la cultura”, apuntó.

Henaro Palomino recordó que el nombre de la calle –antes Álamo, ahora Dr. Enrique González Martínez– dio el apellido al museo y reflexionó: “Este árbol solitario pudo dar origen a un bosque. No permaneció aislado, se enlazó con otros y juntos formaron un paisaje”.

En la actualidad, el acervo de El Chopo está integrado por 367 obras, entre Las madres de la Plaza de Mayo, del grabador Jesús Álvarez Amaya, integrante del Taller de Gráfica Popular, y Vuelo a la jaula abierta, una escultura habitable del artista Jerónimo Hagerman, ubicada en el jardín del recinto.

“Esta colección es testimonio de su época y de los movimientos de solidaridad internacionalista de los que el museo fue parte, especialmente durante los años 80. Esas piezas muestran cómo el museo fue permeable a los debates y respondió a las crisis de su época”, explicó la directora.

En un contexto donde “el odio, el individualismo y el conservadurismo amenazan”, Henaro Palomino hizo un llamado a recalibrar y proyectar en el horizonte el rol del museo: “Celebrar 50 años es una ocasión para pensarnos, pero sobre todo para tonificar el músculo cultural y reafirmar nuestro compromiso de seguir siendo un centro social travestido de museo”.

Silvia Yorgelis Saucedo, presidenta de El Colegio de México, definió a este espacio como “un proyecto cultural dinámico, vivo, atrevido, que busca un balance entre la preservación de la memoria y el acceso abierto a ese acervo por medio de iniciativas digitales”. Subrayó que honrar al museo es reconocer a quienes lo han integrado a lo largo de cinco décadas.

Celebró que en el contexto de este aniversario se haya inaugurado una sala con el nombre de Elena Urrutia, primera directora de El Chopo. “Impulsora de proyectos, constructora de instituciones, detonadora de preguntas, Urrutia es un buen ejemplo para visibilizar el papel de las mujeres en proyectos e iniciativas culturales dentro de la UNAM”.

Sitio abierto a la reflexión

Abraham Cruzvillegas, artista conceptual e integrante del consejo asesor del museo, destacó que El Chopo impulsa el encuentro entre artistas nacionales y extranjeros, pero también es un sitio abierto para reflexionar en torno a una sociedad en constante transformación.

Recordó la trascendencia de la primera Semana Cultural Lésbico-Gay (1987): “se nos abrió un espectro, un arcoíris de muchísimas posibilidades, tanto discursivas como de lenguajes formales, conceptuales, pero también políticas”.

Para Cruzvillegas, la diferencia de El Chopo frente a otros museos radica en su apertura a lo marginal y a las disidencias: “No está cerca de la UNAM ni en los circuitos turísticos. Se ubica en lo que antes llamábamos las periferias, no sólo geográficas, sino también culturales y políticas”.

Asimismo, subrayó el papel de los talleres libres impulsados por el centro cultural, que han formado a diversos artistas hoy en activo. “Es un museo de las artes vivas con un conjunto de prácticas experimentales que trazan complicidades entre teatro, danza, artes plásticas e investigación artística, sin perder de vista la memoria, sus políticas y la configuración de sus archivos”.

Rosa Beltrán, coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM, consideró que El Chopo funciona a contracorriente: “Aquí es la comunidad la que mediante sus peticiones, pero también de su activismo y de la historia que se escribe con el cuerpo, determina lo que se va a traer y lo que se va a exponer”.

Resaltó que este espacio encarna la capacidad de la universidad para reinventarse. “Lo que nació como un pabellón de exposiciones industriales, luego albergó al Museo de Historia Natural, hoy es un vibrante centro cultural que se consolidó como faro para la creación contemporánea”.

Entre sus hitos, resaltó el convertirse en casa de la comunidad LGBT+, al acoger la Semana Cultural Lésbica Gay, que más tarde se transformaría en el Festival Internacional por la Diversidad Sexual. Y que en este espacio se realizaron las jornadas culturales de lucha contra el sida.

Leonardo Lomelí Vanegas, rector de la UNAM, recordó que El Chopo surgió de la necesidad de abrir un espacio de encuentro libre, capaz de acoger expresiones culturales y artísticas emergentes o marginales.

“Este aniversario invita a reflexionar cómo la universidad ha ejercido su papel frente a la sociedad, no sólo como un espacio de generación y transmisión de saberes, sino como un actor público que acompaña procesos y transformaciones culturales, y que promueve la imaginación, la creatividad, el pensamiento divergente y la construcción de identidades y sentidos colectivos.”

A lo largo de cinco décadas, planteó, este recinto ha sido un vínculo entre la UNAM y sectores históricamente excluidos de la conversación cultural: “Su relevancia no es únicamente patrimonial o simbólica, es pedagógica. Nos ha demostrado que otro modelo de museo es viable. Uno donde el archivo es la herramienta crítica, la programación no es vertical y las juventudes no son un público pasivo sin interlocutoras vivas”.

En el arranque de las actividades por el medio siglo de vida de El Chopo, se pidió un minuto de silencio para honrar la memoria de Mariana Gándara, dramaturga, directora escénica, artista interdisciplinaria y colaboradora de Cultura UNAM, quien falleció recientemente a los 41 años. Además, se inauguró la exposición conmemorativa Era un árbol y se convirtió en un bosque.