
Viernes 22 de agosto de 2025, p. 29
Camuflajeado entre los puestos ambulantes que rodean el mercado de La Merced, sobre la calle General Anaya se extiende un campamento donde sobreviven 54 familias desalojadas del predio marcado con el número 27, ubicado en la esquina de avenida Circunvalación.
Según explicaron, desde enero de 2024 no han podido acceder a una vivienda digna debido al encarecimiento de las rentas y la crisis de vivienda en la capital.
“La gente llega a ser muy cruel, nos critican porque en la calle no pagamos renta, cada quien habla sin saber nuestra situación”, contó Rafaela Mateos, quien comparte una casa de campaña con cuatro integrantes de su familia.
Explicó que aun queriendo mudarse, para rentar un departamento le piden comprobante de ingresos, “algo con lo que no contamos porque somos comerciantes”, señaló.
Con el tiempo, las familias han ido adaptando la calle, armaron una sala con un sillón viejo donde una decena de niños se reúnen para jugar y ver la televisión que vecinos de la colonia Merced Balbuena les regalaron.
Rolando, un niño de ocho años, comentó que “la sala es de todos, es mi lugar favorito”, aunque suele tener miedo a las ratas que merodean en el lugar. “Me escondo para que no me muerdan”, dijo con timidez. Al estar rodeados del comercio ambulante, los montones de basura atraen la fauna nociva, lo que hace todavía más difícil habitar ahí, y con las lluvias, la situación empeora.
Isabel García recordó que la noche del 10 de agosto “estuvimos picando coladeras, levantando basura, nuestras casitas se mojaron, los niños se quedaron afuera hasta las tres de la mañana” debido al nivel del agua que rebasó las tarimas que instalaron bajo sus casas. “Prácticamente esto no es vida, pero aquí seguimos”, expresó entre lágrimas.
Entre vecinos se turnan para utilizar dos baños improvisados, armados con lonas y tablas de madera, para bañarse, un hombre acarrea agua para llenar un tambo azul a cambio de propinas. Lavar la ropa también representa un reto, algunas familias se apoyan de lavaderos prestados por locatarios y tienden entre las lonas.
A la espera de un cambio, Adriana, joven de 20 años que trabaja junto con su mamá vendiendo esquites, señaló que “las autoridades nada más nos traen vuelta y vuelta; queremos una solución”, dijo.
Frente al edificio donde permanecen instalados, apuntaron que en una ocasión llegó un supuesto propietario sin mostrar documentos. “Dijo que nos quería ayudar para que nos fuéramos, pero lo que querían es que no hubiera gente”.
Mientras tanto, la vida en el campamento ocurre bajo la mirada de extraños que suelen atravesar por en medio de las casas de acampar: “Es como si pasaran por tu sala”.