n todo momento en que he hecho un análisis de la situación euroasiática recurro a las percepciones que ofrece Alfredo Jalife-Rahme por su puntualización en riqueza de datos sobre la dinámica de esa vasta región. Por eso, en medio de la desinformación que ahora irrumpe en la política y geopolítica de estos días, importan sus alertas en torno a los costos inaceptables de una Tercera Guerra Mundial y en ese contexto, su opinión de la Cumbre de Alaska resulta muy importante, especialmente frente a tanta desinformación.
Los medios de comunicación corporativos de Europa y Estados Unidos, que han sometido a sus respectivas audiencias a una bien programada y larvada labor de odio a todo lo ruso, con calificativos beligerantes y ofensivos no sólo contra el liderato, sino contra su pueblo, su cultura, su lengua y su religión, lógicamente reaccionaron negativamente a la reunión que el presidente Donald Trump sostuvo con el presidente Vladimir Putin en Alaska, centrándose en la alfombra roja o en la limusina compartida y otras banalidades sin tratar de entender el significado de tal reunión.
Entrevistado por José Antonio Vizner (“Zelensky puede caer...” negocios.com, 18/8/25) Jalife-Rahme señaló que “sería un grave error de juicio reducir la cumbre a solamente el tema de Ucrania. La relación de Estados Unidos con Rusia es de alcances estratégicos globales, es decir, la agenda de ambos países va más allá de la relación de Europa y no se diga de Ucrania: tienen una agenda nuclear, una agenda del Ártico, una agenda del corredor que va en el estrecho de Bering, donde puede entrar China… es muy banal decir que alguien ganó y alguien perdió a nivel de una relación de dos superpotencias nucleares y petroleras, lo que marca el regreso por la puerta grande del petróleo”.
Para Alfredo Jalife-Rahme ese camino no significa necesariamente la paz en el conflicto ucranio. Por lo menos hay muchos obstáculos en el camino.
Angel Bermudez (BBC Mundo, 18/8/25) cita a Trump cuando le dice a su homólogo Zelensky, y algunos líderes europeos que asistieron a la Casa Blanca –no precisamente invitados por Trump–, que “un cese al fuego no es necesario”, cuando había dicho todo lo contrario. Esa sigue siendo exigencia de Zelensky y los líderes más belicistas de la OTAN, pero Trump terminó acercándose a la postura rusa de que primero se alcance un acuerdo de paz integral para luego pensar en un alto al fuego que por sí mismo deja prendida la llama que puede estallar otra guerra.
El otro tema que los europeos belicistas quieren imponer a Trump durante su visita a la Casa Blanca, es que EU dé garantías de seguridad para Kiev y Europa, lo que ha sido visto como una forma de querer involucrar a dicho país en una posible guerra contra Rusia. Dejar ese cabo suelto es inaceptable para Rusia, además de que nadie habla de la seguridad de Rusia y esto es importante porque ¿qué fue lo que disparó la guerra? Nada menos que la provocación de la OTAN de incluir a Ucrania en dicha organización, lo que amenazaba la seguridad vital de Rusia como lo advirtió George F. Kennan, embajador de EU y artífice la guerra fría.
Dándole vueltas a la historia, esa es una delirante propuesta, por cierto de Ursula von der Leyen, lideresa de la UE a quien nadie eligió.
A decir de Alexander Mercouris en diálogo con Alex Christoforou (The Duran podcasts, “Los secretos de la Cumbre de Alaska, ¿paz o trampa?” 18/8/25), hasta ahora los europeos no han buscado mandar a sus representantes a reunirse con los rusos y presentar propuestas inteligentes, sólo rearme y más sanciones para que la guerra continúe por lo que “el grado de su irrelevancia ha quedado expuesto”.
Estados Unidos, en cambio, no cortó las vías de negociación con Rusia, pero los objetivos más estratégicos de la reunión de Alaska podrían ser debilitados por la posición europea y sus golpes bajos, muchos en respuesta, hay que decirlo, a la política agresiva de Trump hacia sus aliados. No hay forma de desvincular a Trump de este contexto en el que se avizora una fuerte crisis económica que merma sus pretensiones de líder mundial.
Trump siendo Trump no podrá sostener decisiones de alta política con la agenda represiva y autoritaria hacia adentro, ocupando militarmente ciudades como Los Angeles o Washington DC para reprimir protestas, militarizando la frontera sur, con una política agresiva contra México, reclasificando a los narcotraficantes como organizaciones terroristas internacionales, lo que según ellos los autoriza para intervenir en un país extranjero con el que no está en guerra.
Con acusaciones infundadas, desmedidas e irresponsables la señora Pam Bondi, fiscal de EU, coloca a México en la lista de países adversarios junto con Irán, China y Rusia, además que ahora incluye a Venezuela, acusando al presidente Nicolás Maduro de ser “el narcotraficante más poderoso del mundo” (sic), lo que se traduce en una seria amenaza de invasión a ese país, donde se alberga la reserva de petróleo más grande del mundo, con el envío de tres destructores estadunidenses, armados con misiles, a las costas venezolanas, ilegal e inaceptable para México y toda la región latinocaribeña.