no. ¿Cuántos gobiernos de América Latina y el Caribe han podido ejercer una política relativamente independiente frente a Washington y la entidad genocida llamada Israel? Mire usted: de 33, apenas seis (Brasil, México, Cuba, Venezuela, Colombia, Nicaragua). Y de los seis, sólo cuatro rompieron relaciones con Tel Aviv: Cuba (1973), Venezuela (2006), Bolivia (2009) y Nicaragua en octubre último.
Dos. En distintas épocas y contextos, México hizo a un lado el principio de “no intervención” y, sin mayores consecuencias para el país, rompió relaciones con la ex Unión Soviética (1930, retomadas en 1942), la España de Franco (1939, retomadas en 1975), la Alemania nazi (1942, retomadas en 1952), el Chile de Pinochet (1974, retomadas en 1990), la Nicaragua de Somoza (1979, retomadas tras la victoria del sandinismo) y el Ecuador de Noboa (2024). Y en 1975 votó a favor de la resolución 3379 de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que equiparaba el sionismo con el racismo (revocada por el gobierno de Ronald Reagan en 1982).
Tres. ¿De cuál historia latinoamericana estaríamos hablando sin la contribución de México? De Augusto César Sandino a Fidel Castro, de Héctor Cámpora a Evo Morales, su política exterior permitió que líderes sociales, intelectuales, artistas, académicos y ciudadanos del mundo entero encontraran en estas tierras un hogar, trabajo, amores, espacios para retomar sus luchas, protección diplomática y solidaridad política.
Cuatro. Así, cuando dejo que el hígado oriente mis deseos, imagino a la presidenta Claudia Sheinbaum anunciando la ruptura de relaciones con la satánica entidad que castiga al pueblo palestino. Pero si meto cabeza, concluyo que los verbos sentir y hacer rara vez armonizan en asuntos internacionales. Ídem, con deber y poder (“se debería…”, etcétera).
Cinco. En su editorial del 27 de julio, esta casa saludó el digno alegato de Héctor Vasconcelos (representante permanente de México frente a la ONU), quien en el Consejo de Seguridad condenó el uso del hambre como arma de guerra por Israel (https://www.jornada.com.mx/2025/07/27/edito). Sin embargo, haciéndose eco del justo y creciente clamor popular, un grupo de respetables intelectuales manifestó que Claudia y los dirigentes de Morena actúan con “medias tintas” y corren el riesgo de quedar “del lado sangriento de la historia” ( sic, https://www.jornada.com.mx/2025/08/09/correo).
Seis. Puede ser. No sabemos. Por ello, y antes que a México, habría que preguntar a la Autoridad Nacional Palestina (ANP, que gobierna en Cisjordania), por qué mantiene relaciones con sus verdugos. Cosa que a duras penas respondería, pues al igual que Tel Aviv, su principal enemigo es Hamas. O sea, la organización política que en 2006 ganó democráticamente las elecciones generales y Benjamin Netanyahu financió durante años para que los palestinos se maten entre sí… hasta que se le fue de las manos.
Siete. ¿México “debe”, entonces, romper relaciones con Israel? ¡Claro que sí! Aunque… ¡ojo! Porque una medida de tal magnitud encendería todas las alarmas y luces rojas del Comité Estadunidense–Israelí de Asuntos Públicos (Aipac, por sus siglas en inglés). O sea, el poderoso grupo sionista que desde 1953, condiciona y determina la política exterior de Washington y del que se dice que posee información interesante en torno al magnicidio del presidente John F. Kennedy (1963), quien no veía con buenos ojos la escalada bélica en Vietnam o que Israel tuviera armas nucleares.
Ocho. En abril, el director ejecutivo de Aipac, Elliot Brand, reveló que su organización mantiene una estrecha relación con el secretario de Estado, Marco Rubio; el director de Seguridad Nacional, Mike Waltz, y el director de la CIA, John Ratcliffe, a quien prepararon, junto con otros altos funcionarios de Trump, como agentes israelíes. Y en mayo, el presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Mike Johnson, afirmó desde un asentamiento ilegal de Cisjordania que “las montañas de Judea y Samaria (nombre bíblico de Cisjordania) son propiedad legítima del ‘pueblo judío’”. Y por su lado, el dirigente de la rama israelí del Partido Republicano, Marc Zell, recordaba al pueblo estadunidense que sus “cimientos judeocristianos se formaron aquí, en la tierra de Israel” ( sic).
Nueve. En síntesis… ¿puede México romper relaciones con Israel, en momentos en que, con el trillado pretexto del terrorismo y el narcotráfico, Trump castiga sin piedad a nuestros paisanos, concentra tropas en la frontera, amaga con la intervención militar y en la capital del país acaba de erigir su nueva embajada, la más importante y grande del mundo (49 mil metros cuadrados, que superan en 9 mil a los del Palacio Nacional)?
Diez. A finales de 1972, durante la visita del presidente Luis Echeverría a la República Popular China, el primer ministro Chou En-Lai observó: “Ningún país del mundo, salvo México, sabe lo que es vivir al lado de otro, imperialista”.