esde que vimos cosas tan admirables, no sabíamos qué decir..., nos quedamos admirados y decíamos que parecían cosas de encantamiento que se cuentan en el libro Amadís, por las grandes torres y edificios que tenían dentro del agua, todos de cal y canto”. Esos son algunos de los comentarios que hizo el cronista Bernal Díaz del Castillo sobre la impresión que les causó Tenochtitlan.
Estas “cosas tan admirables” están debajo de las construcciones del Centro Histórico. Fray Bernardino de Sahagún, refiriendose al recinto ceremonial, menciona que había 78 edificios y lugares dedicados al culto.
Hasta la fecha los arqueólogos han identificado 36 estructuras, entre las que podemos mencionar algunos de los hallazgos relevantes de años recientes como el calmecac, juego de pelota, el templo de ehécatl y un tzompantli.
Recientemente tuvimos la oportunidad de visitar algunos de ellos con la guía del arqueólogo Raúl Barrera, quien dirige el Programa de Arqueología Urbana, que creó Eduardo Matos en 1991, cuando presidía el proyecto del Templo Mayor.
Comenzamos por el Huey Tzompan-tli, una estructura que en los extremos tenía torres donde se clavaban una serie de postes de madera con travesaños, en los cuales se colocaban los cráneos de quienes eran sacrificados para honrar a los dioses. Esta recuperación continúa en proceso y por ahora no se puede visitar.
En la misma calle de Guatemala, unos predios adelante se encuentra el Hotel Catedral, de los más antiguos de la zona; hace unos años inició su remodelación y se encontraron con la sorpresa que en el predio de la obra nueva se encontraba los restos de un templo circular.
De inmediato el experimentado equipo del INAH bajo la dirección de Barrera inició la liberación del edificio dedicado a Ehécatl, el dios mexica del viento, que tenía más de 36 metros de longitud.
Ahí no terminaba el asombro ya que a un lado se descubrió una plataforma de nueve metros de ancho que está delimitada por el cabezal poniente de la cancha del juego de pelota.
Por fortuna se llegó a un acuerdo con los dueños del inmueble para que se hicieran unas complejas estructuras para que el sitio quede a la vista del público.
La obra fue una hazaña, compleja y costosa, pero el resultado es extraordinario. El acceso es por el hotel, que tuvo el buen tino de hacer un restaurante con grandes ventanales que permiten apreciar la notable recuperación. Muy pronto ya estará abierto a los visitantes para que puedan vivir la emoción de recorrerlo.
Este lugar está muy cerca de otro significativo rescate que se realizó hace unos años en el Centro Cultural de España, que también coordinó Barrera.
El sitio ocupa una hermosa casona barroca que estaba muy dañada. El gobierno mexicano la dio en comodato y el de la península la restauró y estableció un espacio que es sitio de creación y encuentro de ambas culturas.
Tiempo después se les presentó la oportunidad de comprar el predio trasero que daba a la calle de Donceles para una ampliación y un estacionamiento subterráneo y al igual que en el Hotel Catedral, la gran Tenochtitlan les tenía un sorpresivo obsequio: el calmecac –la escuela de los nobles indígenas–. Aquí los futuros sacerdotes y los guerreros de élite, recibían una formación de excelencia que incluía conocimientos de literatura, astronomía, filosofía y a interpretar los códices.
De inmediato apareció el INAH, inició el rescate y a la luz de la importancia de los hallazgos que acompañaban los vestigios arquitectónicos, se acordó con la institución española crear un museo de sitio que quedó varios metros debajo del edificio y que es fascinante visitar. Hay un video que muestra como era el calmecac y recuerda un templo griego con columnas y decorado con unas almenas con una altura de 2.38 metros, con una forma estilizada inspirada en el caracol, bellamente estucadas. Varias de ellas se encontraron ahí mismo en excelente estado de conservación y las podemos admirar juntos con muchos otros objetos prehispánicos, virreinales y uno que otro del siglo XX.
En la azotea hay una terraza con gran vista de la Catedral y el restaurante La Chicha, con una carta muy ecléctica que permite probar platillos mexicanos, españoles, libaneses, orientales y veganos. Hay buena coctelería para acompañar diversas propuestas culturales como diyéis en vivo y artistas locales, que se llevan a cabo al caer el sol. También hay desayunos a partir de las 10 horas.