El cacao y la explotación infantil
omesticado hace 6 mil años en la Amazonia ecuatoriana, el cacao llegó a México y Centroamérica mil 500 años después. Las culturas azteca y maya lo preparaban como bebida, mezclado con otros ingredientes. Fue también moneda de intercambio y ha sido desde entonces una fuente de energía y usado de forma medicinal.
Los conquistadores españoles lo llevaron a Europa y su cultivo se expandió después por otros continentes. Hoy el cacao tiene gran importancia en el mundo como materia prima para elaborar una bebida de alta demanda: el chocolate. Suiza, Holanda y Bélgica elaboran chocolate de gran calidad y en diversas presentaciones. Además de la alimentaria, también lo utilizan las industrias farmacéutica y cosmética para cremas humectantes y tratamientos capilares, por ejemplo.
De África proviene 70 por ciento de la materia prima para elaborarlo. Destacadamente de Costa de Marfil y Ghana. Es cultivado y cosechado por cerca de 2.1 millones de niños de entre 5 y 15 años de edad. Medio millón más provienen de Mali y Burkina Faso. Trabajan en condiciones deplorables, en la peor forma de explotación infantil.
Además, mientras el precio del chocolate aumentó los últimos años, la mayoría de los productores de cacao en África ganan menos de un dólar al día, cantidad por debajo de la línea de pobreza extrema.
En 2001, representantes de las principales industrias productoras de chocolate y cacao (Hershey, Mars y Nestlé USA, entre otras) firmaron un acuerdo para eliminar la explotación infantil. Aún no se cumple totalmente. Pero tres organizaciones sociales (Fairtrade, Utz y Rainforest Alliance) proporcionan etiquetas a los producidos de acuerdo con estándares éticos. Incluyen la prohibición de la explotación infantil.
Suiza ofrece un ejemplo que deben seguir otros países. El gobierno obliga a las empresas de chocolate a garantizar que sus productos no tengan en ninguna etapa trabajo infantil. Si no cumplen o proporcionan información falsa, pueden ser multadas con 125 mil dólares.
Pese a tantas promesas de las empresas, algunas de ellas trasnacionales, sigue la explotación de menores en el cultivo del cacao. Toca entonces a los consumidores obligarlas a cumplir todo lo que prometieron hace 24 años.