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Tras cinco décadas de labor, Alberto Blanco presenta la traducción de Tao Te Ching

La obra de 2 mil 500 años de antigüedad un gran poema filosófico, metafísico, físico, ético

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▲ El poeta Alberto Blanco durante una entrevista con La Jornada en septiembre de 2024.Foto Pablo Ramos
 
Periódico La Jornada
Domingo 10 de agosto de 2025, p. 2

Complicarse la vida es bien sencillo, suelta entre risas el poeta Alberto Blanco al cerrar la plática. La frase sirve como guiño para ilustrar las sabias paradojas del Tao Te Ching, uno de los libros clásicos del taoísmo filosófico, que el poeta mexicano recién tradujo al español directamente de su lengua original: el chino.

El también ensayista, músico y artista plástico (Ciudad de México, 1951), ampliamente reconocido por su labor poética y traductora, dedicó alrededor de cinco décadas a descifrar los 81 capítulos o poemas de esa ancestral obra de 2 mil 500 años de antigüedad atribuida al sabio Lao-Tse.

Ahora se encuentra al alcance del público gracias al Fondo de Cultura Económica (FCE), que lo acaba de publicar en su colección Tezontle en una cuidada edición a cargo de Manuel Betancourt, editor de filosofía de ese sello, y Juan Carlos Rodríguez, responsable directo del trabajo editorial, que incluye asimismo una serie de fotografías en blanco y negro realizadas por el propio autor.

Si bien a lo largo de sus 25 siglos de existencia el Tao Te Ching ha sido considerado un texto filosófico por excelencia, un compendio ancestral de sabiduría, un manual de ética y política y un libro de poesía, esta última dimensión es la que más cautivó a Alberto Blanco desde que se acercó a esa obra siendo muy joven.

Para mí es una colección de poemas o un gran poema filosófico, metafísico, físico, ético. Tiene muchas dimensiones, pero no pierdo de vista que hablamos de poesía, sostiene al responder por qué hizo esta traducción.

Me gusta la poesía, le he dedicado mi vida en muchos sentidos, y entiendo a éste como un libro de poesía, aunque no se limite sólo a ella, pero la tiene en todo momento. Entonces, está traducido como poemas que me gustan, sin traicionar el sentido y el espíritu original del texto, subraya en entrevista.

Eso es algo que me importa mucho en todo lo que escribo y hago, da igual si es música, artes visuales, ensayos, traducciones, poemas o lo que sea: me gusta mucho el ámbito hospitalario, compartir una actitud hospitalaria.

El traductor destaca que el Tao Te Ching, además de ser un compendio de sabiduría, es un libro de consejos para los poderosos y, entre otros aspectos, trata de hacerles ver que querer mejorar al mundo es echarlo a perder.

Si uno cree que puede arreglarlo, no está viendo claro. Es algo que se ha comprobado infinidad de veces. ¿Cuántas revoluciones ha habido? Mueren millones para que cambien las cosas, ¿y dónde están el nuevo hombre, la nueva sociedad, el nuevo mundo? No hay otro mundo más que éste.

Otro aspecto que realza de esta obra es su sentido de humor, al estar basada en paradojas, esas afirmaciones o situaciones que parecen absurdas, pero que pueden ser ciertas o tener sentido tras una reflexión más profunda.

Las paradojas hacen sonreír: lo más suave acaba con lo más duro, una gotita de agua es capaz de partir una piedra; o la más aguda de todo el texto: si quieres ser joven, envejece.

Según Alberto Blanco, el Tao Te Ching es una paradoja desde el arranque hasta el final: “Su primer poema señala que ‘El Tao que se puede decir no es el verdadero Tao’, una paradoja radical, y con ella está poniendo las cartas sobre la mesa desde el principio: estas palabras que hablan sobre el Tao, no son el Tao”.

Tal rasgo, resalta, es común a los grandes libros de sabiduría de Oriente, como él define a esos textos, pues en su opinión no podrían llamarse de filosofía. Se habla mucho de filosofía oriental, pero para mí no existe como tal, o quizá lo sea sólo recientemente. Son textos de sabiduría, no esa disquisición interminable de términos, categorías y contradicciones que en Occidente entendemos como filosofía.

Explica que los grandes libros de sabiduría Oriental –como el Tao Te Ching, el Dhammapada o el Bhagavad Gita– advierten al lector desde el inicio que lo esencial no está en sus páginas y que las palabras son insuficientes, que lo importante es actuar, vivir, poner en práctica.

Hacer las cosas sin hacer

Al respecto, resalta que el último poema o capítulo de esa obra china, el 81, asienta que: El Tao del hombre de conocimiento es hacer las cosas sin hacer, un concepto esencial y que puede entenderse de muchas formas, pero lo importante, reitera, es ponerlo en práctica.

En ese sentido, acepta que un buen principio sería hacer las cosas sin esfuerzo sicológico; es decir, sin resistencia, fricción o discusión interior y permitir que todo proceda de manera sencilla.

Pero no es así como actúa la inmensa mayoría de la gente, sino que lo hace buscando un resultado, y si se da, se siente feliz; y si no, se enoja, desconcierta o deprime, apunta el poeta.

La inmensa mayoría de la gente está muy acostumbrada a hacer lo que no quiere hacer y por lo tanto busca y exige todo el tiempo una recompensa. La primera es el dinero. Por desgracia, para millones de personas el trabajo es una maldición, algo que no quieren hacer, pero se ven obligadas porque piensan que no hay ninguna otra alternativa.

A su parecer, sería muy distinto si las personas actuaran simple y sencillamente porque su naturaleza se mueve en esa dirección y les gusta lo que hacen. Ése ya es un premio, no se necesita más.

El mejor ejemplo es la naturaleza, expone. “Por eso el Tao Te Ching acude todo el tiempo a ejemplos de la naturaleza: el sol sale para todos, no hace diferencias, no brinda su luz sólo a los buenos ni se enoja porque no le aplauden”.

Pese a que fue una tarea a la que dedicó 50 de sus 74 años de existencia, Alberto Blanco niega que esta traducción sea un proyecto de vida. Incluso, aclara que nada de su quehacer está planteado en esos términos.

Es muy común entre artistas y escritores hablar de proyectos, pero nunca estoy en uno, simplemente trabajo. Siempre he seguido lo que Kandinsky (el pintor ruso) llamaba la necesidad interior o mi propia naturaleza, revela.

Dicho en mexicano, podría ser haciendo lo que me nace, que no quiere decir haciendo lo que se me pega la gana, porque, cuidado, por ahí es muy fácil despeñarse en un infierno.

Para concluir, aclara que con esta traducción del Tao Te Ching se cumple un sueño: ver publicadas a esta obra y su versión del Dhammapada –que tradujo hace años– “juntas como lo que son: dos libros gemelos que apuntan en la misma dirección, como los rieles de una vía del tren, que se juntan en el infinito.

“Como estudié tres años chino, con el primer libro sí me nació el anhelo de traducirlo directamente de esa lengua, por eso me llevó tantísimo tiempo. La del Dhammapada (también editado por el FCE) no es una traducción directa, sino del inglés, porque está escrito en pali, una lengua desaparecida.”