
Sábado 2 de agosto de 2025, p. 7
En una velada a dos de tres caídas sin límite de tiempo, la noche del jueves fue presentado el libro Encordados, máscaras, villanos y monstruos: mitologías de la lucha libre en el cine mexicano 1938-2021 (MA Porrúa), una cita entre la filmografía, el ring y la historia popular de Eduardo de la Vega Alfaro y Rosario Vidal Bonifaz.
El acto, efectuado en la Librería Miguel Ángel Porrúa, en San Ángel, reunió a los autores y al investigador Abraham Castillo Flores, quienes reflexionaron sobre ese fenómeno cultural que trasciende el espectáculo para convertirse en un símbolo de identidad nacional.
¿Por qué otro libro de cine y lucha libre? Porque necesitamos mapas, guías
, afirmó Castillo Flores, quien destacó que esa obra no sigue un orden cronológico, sino que ofrece múltiples entradas para entender un binomio cultural que ha sobrevivido la crítica, la academia y las malas lenguas
.
Es un tipo de cine, subrayó, que hace una mezcla única de elementos: terror, fantasía, monstruos, bestias, romance y suspenso, pero sobre todo héroes de carne y hueso, artistas del pancracio que sufren por su alma. Hay una parte de teoría del caos en esto que es maravilloso y profundamente mexicano
.
Eduardo de la Vega, como coautor, explicó que este libro es una filmografía comentada, enfocada en películas significativas que revelan facetas de la historia cultural y política nacional.
No hay película mala para un historiador; todas son documentos
, sostuvo. Destacó que el cine mexicano de luchadores, más que un género, es un tema que imbrica o abarca muchos géneros, incluido el melodrama.
Siguiendo una arista muy importante de todo el cine mexicano, en el de luchadores hay un arraigado nacionalismo, como lo hay en la comedia ranchera, la comedia folclórica y en el melodrama
, agregó el investigador.
Cada cinematografía busca siempre aterrizar y difundir las nociones nacionalistas, y creo que en el caso del cine de luchadores hay mucho todavía que investigar en esa materia, en cómo, de una manera a veces muy sofisticada, está en él esa noción de lo nacional, de lo mexicano.
Rosario Vidal, la otra coautora, destacó la ausencia histórica de mujeres como protagonistas en esas cintas, aunque rescató excepciones como Las luchadoras, rodada por Paola Calvo en 2021, donde sólo una mujer podía filmar la escena de una luchadora enmascarada dando biberón a su bebé
antes de subir al ring.
Criticó que, pese a su papel en el cine de los años 60, las luchadoras fueron relegadas en la vida real. Recordó, incluso, que les prohibían presentarse en las arenas de la Ciudad de México.
“Tenían que ir a provincia para poder luchar, y el cine de alguna manera les permitió empezar a aparecer (…) René Cardona las filmó porque ellas lo pedían; lo consideraban un director caballeroso, cordial y guapo.”
Miguel Ángel Porrúa reveló que Encordados, máscaras, villanos y monstruos nació de un proyecto editorial fallido con una universidad estadunidense sobre la historia de la lucha libre mexicana. Sin embargo, celebró que, al final, se convirtiera en un rescate de lo nuestro
.
El editor resaltó que la portada de la obra realizada por el pintor Emiliano Gironella Parra, se inscriba en la rica tradición de la publicidad mexicana basada en creaciones artísticas.
En ese sentido, criticó la pérdida de identidad en el diseño nacional contemporáneo: Antes hasta las vitolas de puros tenían arte; ahora todo copia lo gringo
.
Presente en la sesión, Gironella Parra compartió su conexión con el tema: México, como decía Octavio Paz, es un país de máscaras: los grandes guerreros de la antigüedad, como los caballeros águila y tigre, encuentran su resonancia en el gran teatro que es la Arena México, y para el gran público llegan a través del cine
.