ientras representantes de Israel y Hamas prosiguen en Doha, Qatar, las conversaciones de proximidad –negociaciones indirectas– para alcanzar un alto el fuego de 60 días en Gaza, y el régimen colonial subimperialista de Benjamin Netanyahu practica metodologías del genocidio y la limpieza étnica propias del necrocapitalismo de hoy, sin perder el tiempo, en un nivel paralelo casi invisible, con financiamiento inicial del Departamento de Defensa de EU, la corporación RAND y el Boston Consulting Group afinan su plan de reconstrucción y urbanización para una Palestina económicamente próspera
, uno de los sueños dorados de Donald Trump para la Riviera mediterránea. La primera fase del proyecto, la demolición, ya se puede dar por terminada. De eso se encargaron los bombardeos de los F-35, las excavadoras D9 y la maquinaria blindada de Caterpillar, HD Hyundai y JBC contratada bajo programas del Pentágono.
De modo complementario, según el llamado plan Smotrich (el ministro de Finanzas israelí), Tel Aviv pretende concentrar y confinar a 600 mil gazatíes en un campo de concentración sobre los escombros de Rafah, en el sur de la franja, cínicamente llamado ciudad humanitaria cerrada
, medida que ha sido considerada no sólo como un reposicionamiento militar, sino como una hoja de ruta para el desplazamiento forzado masivo. Como zona de contención transitoria y reasentamiento para la expulsión forzada a Egipto o al mar. O a terceros países como Etiopía, Indonesia y Libia, según propuso en Washington, el director del Mossad, David Barnea, al enviado presidencial para Medio Oriente, Steve Witkoff, sugiriéndole que Trump ofrezca incentivos
a esos países para que acepten el traslado.
Como señaló en 2006 Achille Mbembe, la ocupación colonial de Palestina exhibe el encadenamiento de poderes múltiples: disciplinar, biopolítico y necropolítico. Pero a su capacidad de decidir quién vive y quién muere –que remite a la deshumanización del sádico comandante del campo de concentración de Cracovia-Plaszow, el austriaco Amon Göth–, Israel añade una nueva sensibilidad cultural en la que eliminar al enemigo se convierte en la prolongación de un juego cruel y terrorífico: según declaró a BBC Radio 4 el cirujano británico Nick Maynard, las tropas israelíes y los mercenarios de la Fundación Humanitaria de Gaza (organización paramilitar financiada por EU y el Mossad que sustituyó de facto a la agencia de la ONU para refugiados palestinos y convirtió la distribución de raciones de comida en trampa mortal), disparan deliberadamente a niños gazatíes en diferentes partes del cuerpo según el día de la semana. Un día todas son heridas de bala abdominales, otro día en la cabeza o el cuello, y otro día en el brazo o la pierna
; un patrón de lesiones, dijo Maynard, que es casi como un juego
. Un deporte macabro, pues. Así, a la militarización de la vida cotidiana, signada por los estados de excepción, el castigo colectivo, la política de tierra arrasada y la inanición como arma de guerra, el derecho a matar del apartheid israelí se convierte en un asunto de alta precisión.
El 7 de julio el ministro de Defensa del régimen sionista, Israel Katz, propuso agrupar a la población de Gaza en una ciudad humanitaria cerrada
, lo cual evoca al inventor
de los campos de concentración, el militar español Valeriano Weyler, durante la guerra de contrainsurgencia en Cuba (1896), y, particularmente, al general británico Kitchener en la segunda guerra contra los boers (1899); al exterminio de los nativos en la hoy Namibia por el general Lothar von Trotha (1904-08), y al campo-gueto de Theresienstadt, la ciudad balnearia
en Bohemia usada por los nazis para ocultar la naturaleza de las deportaciones; combinado con el castigo colectivo estilo nazi contra la población de Lídice, que fue aniquilada. La iniciativa se alinea con los objetivos de los ministros de extrema derecha Bezalel Smotrich (Finanzas) e Itamar Ben Gvir (Seguridad Nacional), socios claves de la coalición de Netanyahu, que promueven la construcción de colonias judías en el enclave palestino. Según Katz, si se firma una tregua con Hamas, el nuevo bantustán acogería primero a unos 600 mil desplazados del sur de Gaza, y más adelante a toda la población civil estimada en 2 millones de personas.
El plan fue fustigado por el jefe de la oposición israelí, Yair Lapid, quien dijo que Netanyahu deja que Smotrich y Ben Gvir se hundan en sus delirios extremistas sólo para preservar su coalición. Ehud Olmert, ex premier de Israel, declaró al diario británico The Guardian, que si los palestinos son deportados a la ciudad humanitaria
, ésta adquirirá la forma de un campo de concentración
como engranaje para la limpieza étnica
. Dado que en Israel cualquier comparación con los Lager nazis –campos de exterminio en la Alemania hitleriana– se consideran casi impensables, la crítica de Olmert, a quien no pueden acusar de antisemita, resulta devastadora. Dijo Olmert: “Cuando construyes un campamento donde planean ‘limpiar’ más de la mitad de Gaza, la interpretación de la estrategia es que no se trata de salvar a los palestinos. Se trata de deportarlos, expulsarlos y desecharlos”.
Según fuentes del equipo palestino en Doha, la delegación israelí parece haber sido enviada con la misión de exigir la capitulación total de Hamas, como demanda imposible para fingir la posibilidad de un acuerdo para ganar tiempo y culpar a los grupos de la resistencia de su fracaso. Con su locura de la guerra eterna
–según denunció el 19 de junio la madre del cautivo Matan Zanguaker, en un mitin en Tel Aviv–, y aferrado a sus objetivos colonialistas, Netanyahu no persigue la paz; quiere una rendición incondicional como camino a la limpieza étnica. Aunque golpeados, los movimientos de liberación nacional palestinos, organizados en pequeñas células y armados con artefactos explosivos improvisados extraídos de decenas de miles de municiones israelíes sin detonar, desarrollan tácticas guerrilleras y libran una verdadera guerra de la pulga contra el sionista, convirtiendo los escombros del enclave asediado en fuente de resistencia.
En medio de esa guerra de desgaste, mientras Katz sueña con su orwelliana ciudad humanitaria cerrada
, que bien podría ser bautizada ciudad balnearia Theresienstadt II
, sin esperar el cese de la carnicería de Netanyahu, la RAND y el Boston Consulting Group, con apoyo del Instituto Tony Blair y el gobierno de Bélgica, siguen con el proyecto de convertir a Palestina ocupada en un fantástico
y maravilloso
centro turístico a orillas del Mediterráneo: la Riviera Trump
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