Estas creaciones son ejemplo de la cercanía cultural entre ambas comunidades, refirió antropólogo del DEH del INAH

Lunes 21 de julio de 2025, p. 5
La comunidad japonesa en México está detrás de muchas creaciones gastronómicas, materiales e industriales que llevaron a un progreso significativo. Entre estos aportes se encuentran el cacahuate japonés, el chamoy, la pesca del abulón, los raspados, el jamoncillo y la llegada de las jacarandas.
Los extranjeros encontraron en este país un refugio contra el racismo y la xenofobia tras numerosos conflictos bélicos.
En entrevista con La Jornada, el antropólogo Sergio Hernández Galindo, especialista en Japón de la Dirección de Estudios Históricos (DEH) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), habló sobre la importancia de esa comunidad en México y del gran intercambio cultural que persiste hasta hoy, mismo que ha florecido en una relación diplomática armoniosa entre ambas naciones.
En 1853, Estados Unidos, de la mano del comodoro Matthew Perry, obligó a Japón a abrirse al mundo luego de estar aislado por 200 años bajo el régimen de los Tokugawa. Esa sociedad se modernizó y México fue uno de los primeros países con los que entabló relaciones diplomáticas
, comentó el experto.
Los migrantes vieron muchas oportunidades: los salarios en México eran mejores y en aquellos momentos el país requería de mano de obra para cubrir el territorio nacional. Mientras, en Japón había sobrepoblación, y eso llevó a varios éxodos que tenían a Estados Unidos como destino final: La primera oleada fue en 1897, cuando un grupo de colonos llegó a Chiapas con el propósito de crear una comunidad cafetalera. El proyecto fracasó, pero se movilizaron a otros lugares, donde fungieron de mineros, obreros y boticarios
, explicó Hernández Galindo.
Tras el inicio de la Primera Guerra Mundial, la sociedad japonesa se tecnificó, pero su participación en el conflicto los hizo objeto de xenofobia y racismo. El gobierno de Estados Unidos los vio como una avanzada del ejército imperial, espías e invasores.
En los siguientes años llegaron más migrantes a México; unos mil formaron parte de ingenios azucareros, especialmente en Oaxaca; otros se unieron a la industria minera en la zona de Baja California y Chihuahua, también a la algodonera, y otros más a la pesquera; en ésta destaca su experiencia en la pesca de abulón con una técnica desconocida en costas mexicanas. Para 1910 eran ya unos 10 mil trabajadores
, indicó el antropólogo.
En 1920, el gobierno de Venustiano Carranza solicitó a los japoneses enviar obreros más capacitados
; entonces llegaron médicos, veterinarios y dentistas. En cambio, los estadunidenses cerraron sus fronteras, lo cual obligó a los viajeros a trasladarse a países de Sudamérica.
Los japoneses crearon pequeños comercios; a Sinaloa llevaron los raspados, que hacían con máquinas trituradoras de hielo que llegaron desde Asia. En Sonora también impulsaron negocios que modernizaron la industria para exportar el algodón
, aseguró el investigador.
En esa época arribaron las jacarandas a México, luego de que el gobierno de Pascual Ortiz Rubio (1930-1932) solicitó a los japoneses la donación de árboles de cerezos para colocarlos en las avenidas principales de la ciudad como símbolo de amistad. Sin embargo, para que pudieran florecer se requería un cambio mucho más brusco de temperatura entre invierno y primavera.
Tatsugoro Matsumoto, migrante que había viajado entre Perú y México, popular durante el periodo de la Revolución Mexicana por sus diseños que mezclaban la armonía de la vegetación con la construcción, trajo desde Brasil ejemplares de jacarandas que semejaban mucho la caída de la flor de cerezo. Así fue como la colonia Roma, una de las más exclusivas de la Ciudad de México, se convirtió en un paraje colorido por los árboles que ahora cubren hasta la Alameda Central en el Centro Histórico.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los nipones radicados en Estados Unidos fueron perseguidos y recluidos en campamentos. A su vez, se exigió a México que hiciera lo mismo, pero el presidente Manuel Ávila Camacho se negó y sólo puso de requisito que se registraran en una lista para conocer sus actividades y estatus legal.
En la localidad de Ures, la familia Tanaka, especializada en dulces, creó el jamoncillo, y en San Luis Potosí, el empresario Kiso Tsuru desarrolló una industria farmacéutica que llevó a la invención de la Vitacilina.
El inversionista también fue fundamental en el apoyo que recibió México de Japón tras la nacionalización del petróleo, luego del boicot que realizaron Estados Unidos y Reino Unido, pues los nipones no desistieron de comprar combustible a México.
En la década de 1940, Yoshigei Nakatani, trabajador de las tiendas Nuevo Japón, ubicada en el centro de la Ciudad de México, creó los cacahuates japoneses, lo que le permitió abrir la empresa Nippon. El producto fue un éxito mundial. En la actualidad, otra marca japonesa, los Nishikawa, sigue en circulación.
Durante 1960, el chamoy llegó a México cuando varias familias, entre las que destaca los Hasuga, experimentaron con la receta del umeboshi (dulce popular en Asia), y adaptaron: en lugar de ciruela ume usaban chabacano.
La fotografía también cambió. Con la llegada de empresas como Fuji, en 1963, y Canon, en 1968, las fotos se volvieron más accesibles al público. Ese año, durante los Juegos Olímpicos, la empresa japonesa Kay construyó los emblemáticos aros para la justa; también se hicieron populares sus salvavidas inflables para piscinas.
La gastronomía se transformó con la llegada del sushi, cuya popularidad detonó en los años 80. Antes sólo platillos específicos contenían pescado crudo, y ahora es una de las comidas más solicitadas.
“A finales del siglo XX, el gobierno nipón se enfocó en crear una política denominada Cool Japan; comenzó entonces a exportar una visión amable del país, un atractivo turístico que generara ingresos tras la crisis desatada por la burbuja económica de los años 90. Este nuevo empuje cultural destacó el arte del manga, el anime y la industria de videojuegos, de las que hoy día sigue siendo vanguardia.
Estos descubrimientos son ejemplos de la cercanía cultural entre japoneses y mexicanos
, concluyó Sergio Hernández Galindo.