El escritor nahua Natalio Hernández acaba de publicar El nuevo amanecer de los mayas, donde muestra su poesía, literatura y conocimientos pedagógicos. El libro es un recorrido de la resistencia que nuestros hermanos y hermanas mayas han mantenido a lo largo de los siglos y cómo ésta se ha expresado a través de manifestaciones sociales, artísticas y literarias. Con autorización del autor y del sello editorial Trajín reproducimos un fragmento de la obra.

Domingo 29 de junio de 2025, p. a12
El arte de la música
Chiapas vibra con el arpa, la guitarra, el violín y la marimba. La música es una de las manifestaciones representativas de los pueblos indígenas por su carácter festivo y ritual. Los instrumentos y las distintas melodías que caracterizan a la frontera sur son un reflejo de la tradición de los pueblos originarios y la influencia hispana que heredamos de la conquista: del pasado prehispánico ha llegado a nuestros días el caracol, el teponaztli y las maracas, que se unieron con los instrumentos de cuerdas occidentales para dar vida a los sones y rezos de las fiestas y celebraciones patronales. Las alegres notas de la marimba nos remontan a los días de verbena y celebraciones en las plazas. Este instrumento es de origen africano y hace su aparición en el siglo XV en el territorio de Guatemala. Uno de sus representantes a nivel nacional e internacional es la Marimba Nandayapa
, fundada en 1956 por Zeferino Nandayapa, oriundo de Chiapa de Corzo que, bajo su visión, las maderas que cantan
interpretan música tradicional, popular y conciertos de música clásica occidental con obras de Mozart, Bach, entre otros; una muestra total de la diversidad y el enriquecimiento mutuo entre culturas.
Por otro lado, destacan también como parte de la música tradicional chiapaneca, la jarana zoque de Tuxtla, el arpa de los pueblos tzotziles, las maracas, la flauta y los tambores de los tzeltales; las bandas de viento y de forma reciente, los corridos zapatistas. Con estos sones, la vida de Chiapas se mueve al ritmo de sus manifestaciones culturales y de la preservación de su diversidad.
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Por mi parte, motivado por el ambiente que se percibía de las mujeres, niñas y niños masacrados en diciembre de 1997, escribí el poema Mukinal, que forma parte de libro Semanca huitzilin / Colibrí de la armonía:
MUKINAL
Al tlamatini Miguel León-Portilla
Después de una intensa lluvia
acompañada de fuertes truenos
que nos obligó a refugiarnos
en la casa de la oración
de los hermanos mayas-tzotziles,
pregunté intrigado
a uno de los ancianos
qué era lo que albergaba
la casa contigua
mejor edificada
que la casa de la oración,
que nos había servido de refugio
ante la tormenta
que acababa de disiparse.
Mukinal, me dijo el anciano.
Al no saber descifrar
la palabra maya-tzotzil
recurrí a los niños
que rodeaban al anciano
quienes repitieron en coro
la misma palabra: Mukinal.
Intrigado ante tales respuestas
acudí a uno de los educadores
comunitarios
que me explicó que Mukinal
en lengua maya-tzotzil,
era el nombre de la casa de los
masacrados
de aquel 22 de diciembre de 1997.
En efecto, instante después,
entramos a aquel recinto sagrado
todos los miembros de la comitiva
que acompañaba al tlamatini
Miguel León-Portilla,
quien visitaba la comunidad
junto con su esposa Chonita
para donar el Premio Bartolomé
de las Casas
al proyecto educativo de Acteal
pueblo maya-tzotzil
que con la sangre de las 45 víctimas
había sacralizado la tierra de las
abejas.
Cada mes, nos dijeron,
el pueblo de Acteal
conmemora aquel trágico momento
que conmovió al mundo
con el grito de dolor
ante la pérdida de 45 vidas humanas
cuyos restos yacen en el Mukinal.
Hoy, el pueblo ha transformado el
dolor
en una luz de esperanza,
que se refleja en el rostro de las niñas
y los niños
y en el coro de Acteal
que armoniza las voces mayas
de hombres y mujeres jóvenes
para entonar, cual ave de 400 voces,
el canto: bienvenidos, bienvenidos,
bienvenidos,
en tzotzil y en español.
A la entrada del pueblo de Acteal,
como una alegoría
al árbol de la vida,
se levanta el monumento a la
ignominia
que recoge los rostros de dolor
y el grito de esperanza de los
masacrados
para invitar a los olvidados del
mundo
a transformar el dolor
en una nueva esperanza
para bien de los niños marginados.
Al encaminarnos para retornar
a la Ciudad Real de San Cristóbal,
los hombres y mujeres de Acteal,
niños, jóvenes y ancianos,
le expresaron a Miguel León-Portilla:
gracias, hermano,
por compartir tu premio,
vuelve pronto
a la tierra sagrada de los mayas.
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Diidxazá
Nácabe ma’ ché’ diidxazá,
ma guiruti’ zani’ laa;
ma’ birá biluxe nácabe
diidza’ guni’ binnizá.
Diidxa’ gumi’ binnizá
ziné binnidxaba’ laa,
yanna ca binni nuu xpiaani’
guirá’ riní’ diidxaxtiá
Ay! diidxazá, diidxazá,
ca ni bidiideche lii,
qui gannadica’ pabia’
jñaaca’ gunaxhiica’ lii.
Ay!, diidxazá, diidxazá,
diidxa’ rusinabi naa,
naa nanna zanitulu’
dxi guiniti gubidxa ca.
El Zapoteco
Dicen que se va el zapoteco,
ya nadie lo hablará;
ha muerto, dicen,
la lengua de los zapotecas.
La lengua de los zapotecas,
se la llevará el diablo,
ahora los zapotecos cultos,
sólo hablan español.
¡Ay! zapoteco, zapoteco,
quienes te menosprecian
ignoran cuánto
sus madres te amaron
¡Ay! zapoteco, zapoteco,
lengua que me das la vida,
yo sé que morirás
el día que muera el sol.