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Pésima defensa de Gilberto Bosques
E

stoy de acuerdo con un tal Ian Corona, quien nos ofreció una retahíla de comentarios sobre Gilberto Bosques Saldívar, uno de los mejores diplomáticos en el mundo han sido, lamentando que no le hemos hecho todos los reconocimientos que se merece. Pero tampoco es cierto que solamente se le haya puesto su nombre a una biblioteca; como muchos de los que se hacen presentes por correo electrónico, con frecuencia meten la pata y se salen de madre a causa de su premura y superficialidad. Tal es el caso, al menos en esta ocasión, de este señor Corona.

Supongo que basta para poner a Bosques en un pedestal, con lo que éste señor ha dicho sobre su gestión diplomática durante los cuatro años que estuvo en Francia (tres y medio de cónsul general y casi medio de embajador) antes de ser enviado con su familia y colaboradores a un hotel catrín de Bad Godesberg, en Alemania, en calidad de prisioneros.

La ignorancia hace afirmar a Corona que Bosques salvó a 40 mil personas de la muerte o de padecer enormemente como prisioneros. En total, la cifra es más del doble.

En Alemania estuvo más de un año cuando su gobierno, que no se olvidó de él, como dice Corona, los permutó en Lisboa con alemanes que estaban prisioneros de Perote. Pero allí no acabó todo: luego pasó casi cinco años en Lisboa, en calidad de embajador de México, donde continuó con su tarea de salvamento, aunque en menor escala.

Después estuvo poco más de un año, según el propio Bosques, de vacaciones en Suecia y luego fue enviado a Cuba. Como no tienen nada que ver con Europa los 11 años que estuvo ahí, de dicha estadía hace caso omiso el señor Corona; sin embargo, jugó un gran papel protegiendo insurrectos cubanos contra el régimen en verdad tan criminal como los nazis, encabezado por Fulgencio Batista… Con el disimulo del caso no dejó de coadyubar a su caída, entre otras cosas, acogiendo en la embajada y enviando a México a no pocos perseguidos ese régimen: ¿le parece poco que entre muchos de ellos se hayan encontrado dos sujetos de apellido Castro Ruz?

Triunfante la Revolución, el papel de Bosques en la consolidación de la misma no de dejó de tener su importancia, hasta que pidió retirarse cuando, en 1964, Díaz Ordaz, un per-sonaje que él repudiaba con razón, asumió la presidencia; lo conocía muy bien, pues eran del mismo pueblo.

Del olvido fue una suerte de inercia hasta que, en 1967, en la Secretaría de Relaciones Exteriores, nos dimos a la tarea de recuperar su memoria.

Nosotros hicimos la chamba para publicar un libro sobre él, aceptar y preparar su archivo diplomático para incorporarlo en el de la cancillería mexicana, que es de gran envergadura… Ahí está el material que, recientemente, ha merecido un reconocimiento de la Unesco.

El 4 de agosto de 1988 fue el gran día: con toda la pompa que se domina en la cancillería mexicana, se hizo el gran homenaje ante un verdadero cúmulo de gente y, a partir de ahí, la Universidad y el Congreso de Puebla hicieron lo suyo. Lo mismo el Senado de la República, y otras instituciones de prestigio. Contemos también a la Universidad de Guadalajara y el Instituto Cultural de Baja California… Bajo la famosa cúpula de éste y en otras partes se le han tributado varios homenajes y no he podido llevar la cuenta desde mi guarida tapatía.

Muchos homenajes se le alcanzaron a hacer en vida, pero, es cierto, la mayoría se realizaron después de su fallecimiento, el 4 de julio de 1995.

Cabe decirle al señor Ian Corona que es conveniente informarse bien antes de lanzar tales vituperios… El degenerado PRI ulterior, de este milenio, no habría levantado un dedo, por eso es que durante este siglo muchos nos hemos ido saliendo, y el PAN tampoco tiene con qué hacerlo. Pero el PRI anterior, con todos sus defectos, no merece sus comentarios peyorativos sin tomar en cuenta tantas otras cosas.

También conviene enmendarle la plana al señor Corona, sin querer demeritar a Bosques, pero tomando en cuenta su participación en un gobierno de los mejores que hemos tenido, encabezado por un tal Lázaro Cárdenas del Río, que fue quien lo mandó a Francia y lo respaldó. Fue precisamente el telegrama 1699, del 1º de julio de 1940, firmado a secas Presidente Lázaro Cárdenas, lo que desató aquella enorme gesta humanitaria que, encabezada por Bosques durante cuatro años, se convirtió en una de las más notables y benéficas que en el mundo han sido. Pero no sólo fue en Francia: Portugal y Cuba no puede dejarse de lado.

Cuando profirió sus últimas palabras en la película que se hizo, que tal parece que desconoce el señor Corona, desgraciadamente ya el hombre no lució como debía por su avanzada edad; no obstante, culmina con una modestia y una grandeza extraordinaria:

“…hice la política de mi gobierno y de mi país: la política revolucionaria de Lázaro Cárdenas. ¡Viva México!”