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Negocios y empresas

Caja de Pandora

L

a guerra forma parte de la vida en sociedad y se mantendrá mientras sobreviva el ser humano. Sin embargo, no es constante; hay etapas de relativa paz y otras más en que la violencia se recrudece, como sucede en estos tiempos.

El ambiente ya estaba caldeado por la invasión de Rusia a Ucrania y por la destrucción de Gaza y el bombardeo a Irán por parte de Israel. Estados Unidos se mantenía tras bambalinas en estos procesos, pero acaba de abrir la caja de Pandora con su ataque directo a Irán, a un costo muy alto para la estabilidad global y para las finanzas de las grandes potencias.

El país que más recursos utiliza en la milicia es precisamente Estados Unidos. Anualmente gasta 850 mil millones de dólares en este sector, 3.4 por ciento de su PIB, y se espera que este año el gasto suba a 997 mil millones de dólares, cerca de 4 por ciento de su PIB, según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo. En otras palabras, de cada 100 dólares de la riqueza producida anualmente en ese país, cuatro dólares los utiliza en el sector militar.

El segundo país que más recursos utiliza en el campo militar es China, que cuenta con el ejército más grande del mundo. Esta nación también está preparada para el conflicto: gasta el equivalente a 292 mil millones de dólares en su industria militar, y junto con Estados Unidos e Israel, cuenta con la tecnología más avanzada en armas, satélites y submarinos, entre otros instrumentos de guerra, por no hablar de bombas atómicas.

En tercer lugar se encuentra Rusia, que destina el equivalente a 86 mil 400 millones de dólares a gasto militar. Sin embargo, está muy alejado en tecnología y organización frente a los países mencionados, lo cual se demostró en la invasión a Ucrania.

Vivimos en un periodo de redefinición de fronteras, por un lado en Europa y por otro lado en el golfo Pérsico y Medio Oriente, una región clave en la producción y distribución de hidrocarburos y de materias primas estratégicas para el avance tecnológico.

Se abre una nueva brecha geopolítica entre Rusia y China por un lado y Estados Unidos e Israel por el otro, con un alto costo para el desarrollo de la sociedad.