l 21 de junio la guerra infinita del Estado imperial, EU, dio un nuevo giro. Al sucumbir a las presiones del Estado profundo ( deep state) y ordenar atacar de manera artera e ilegal tres sedes nucleares pacíficas de Irán, el presidente Donald Trump escaló la guerra de agresión iniciada, con su consentimiento, por el subimperialismo israelí en Medio Oriente.
Como había adelantado el canciller alemán, Friedrich Merz, un ex halcón y CEO de BlackRock, el régimen expansionista de Benjamin Netanyahu hace el trabajo sucio
( drecksarbeit) para todos nosotros
. Y ahora, asesorado por el director de la CIA, John Ratcliffe, y el comandante general del Comando Central (CENTCOM) del Pentágono, Michael Kurilla –vehículos del Mossad y del complejo militar-industrial de Israel, y financiados, como él, por el Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (AIPAC), que se describe como un “ lobby pro israelí” ante el Congreso y la Casa Blanca–, usando como distractor el señuelo nuclear
iraní, Trump repite el esquema de George W. Bush en su ataque a Irak, en 2003. Entonces, Washington esgrimió que Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva, lo que en tiempo real advertimos en este espacio que era falso; ahora, Trump usó de excusa que Irán está cerca de alcanzar el arma nuclear, otra mentira fabricada por las usinas de propaganda de EU, Reino Unido e Israel, repetida durante 30 años, una veintena de veces –según The Intercept y otros medios– por el cínicamente sicótico Netanyahu, quien ha recurrido de manera sistemática a esa narrativa para manipular la paranoia del fundamentalismo judío a fin de fortalecer el ultranacionalismo del gobierno de extrema derecha que él lidera.
Tampoco es una guerra preventiva ni defensiva. EU y su proxy en Medio Oriente son potencias nucleares (según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo [SIPRI], el arsenal nuclear de Israel es de unas 90 ojivas en el reactor de Dimona y un escuadrón nuclear de 125 cazas) que, al margen de la Carta de la ONU y el derecho internacional, atacaron a un país soberano (lo que da a Irán el derecho a la legítima defensa). Se consumó, así, la revelación del ex comandante supremo de la OTAN, general Wesley Clark, tras el 11-S: EU planeaba atacar y destruir los gobiernos de siete países en cinco años, empezando por Irak, luego Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán e Irán.
La operación militar-ideológica-propagandística puesta en marcha por Trump/Netanyahu, alegando que lo que está en juego es la existencia
de Israel, es deshonesta y falsa. Las negociaciones nucleares propuestas por Trump a Teherán fueron una trampa y un engaño diplomático para permitir a Israel atacar. Además, al agitar el arma nuclear iraní como casus belli, Trump cometió perfidia, ya que al exigir negociar al régimen de los ayatollah apeló a la buena fe del adversario con intención de traicionarlo, práctica considerada prohibida por el derecho internacional consuetudinario y que constituye un crimen de guerra grave en los conflictos armados internacionales. Los informes del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) no han aportado prueba. Sin mediar declaración de guerra, el bombardeo de las centrifugadoras nucleares iraníes por EU (e Israel) no es más que un pretexto. Más allá de los intereses expansionistas del régimen sionista de Tel Aviv, el objetivo de la guerra es consolidar el dominio de Israel como enclave de los imperialismos occidentales en Medio Oriente, un plan indisociable de la estrategia estadunidense de mantener su hegemonía mundial frente a China.
No es baladí que los primeros misiles disparados por Israel contra Irán el 13 de junio, se hicieron poco después de la llegada del primer tren chino desde Xi’an a un centro logístico en Irán, el 25 de mayo, lo que constituye un logro geoeconómico de Pekín en la carrera de los corredores multimodales estratégicos con EU y Europa. China e Irán son miembros del BRICS, ligados además por un Tratado de Asociación Estratégica Amplia con Rusia, e Irán es miembro de la Organización de Cooperación de Shanghái. Así, la esencia de la nueva ruta ferroviaria entre ambos, construida desde 2021 en el marco de la iniciativa Una Franja y una Ruta, es simple: los productos industriales chinos llegan ahora a Irán directamente por tierra, eludiendo las zonas de influencia, bases militares y el control de las sanciones de EU. Además, Irán no sólo recibe suministros, sino que se convierte en un centro de tránsito clave que conecta, al sur, el corredor Norte-Sur, desde San Petersburgo en el Báltico, a través a través de Rusia, el mar Caspio e India; al oeste, el acceso terrestre a Irak, Siria, Turquía y el Mediterráneo; al este, el acceso directo a las cadenas de suministro chinas. Además, la ruta terrestre erosiona el monopolio del tráfico marítimo, especialmente, en condiciones donde dos áreas claves, los estrechos de Ormuz y Suez, están controlados por estructuras pro estadunidenses. Irán ha superado gradualmente su aislamiento logístico, convirtiéndose en un enlace entre China, Rusia, India y Oriente Medio, y esa integración persa en la logística transasiática disparó el intento de Trump de destruirla sistémicamente.
Por otra parte, la táctica de decapitación selectiva instrumentada por Israel en el marco de la blitzkrieg del 13 de junio, con base en la doctrina militar de Shock and awe (Conmoción y pavor) –que combinó el ataque de saturación de 200 cazas con el accionar de agentes clandestinos de sus servicios de espionaje (el Mossad y la Dirección de Inteligencia Militar, incluidos elementos de la Unidad 8200) y células dormidas de colaboracionistas iraníes diseminados en Irán (que siguiendo la agenda terrorista de su gabinete de guerra, con carros bomba, sabotajes y asesinatos callejeros, sembraron caos y destrucción en Teherán y otras ciudades)–, estaba dirigida a desarticular la cadena de mando y provocar confusión en sus fuerzas armadas, pero no dio resultado; Irán había previsto sucesivos mandos de remplazo y sometió a Israel a una destrucción misilística nunca vista, que incluyó bases y centros de mandos militares y de inteligencia y de varias corporaciones del complejo militar industrial.
En otro giro no previsto, el domingo 22, el líder supremo de Irán, Ali Jamenei, habría delegado su poder en la Cámara Suprema de la Guardia Revolucionaria, la que, de confirmarse, podrá ahora tomar una decisión nuclear sin consultarlo ni obtener una fatwa religiosa, lo que supondría un cambio estratégico importante en el gobierno iraní. Además, esa decisión sentaría las bases para la era pos-Jamenei: ante su eventual asesinato, la Guardia Revolucionaria controlaría temporalmente el país hasta que se nombre nuevo líder, sin crear un vacío de poder ni el colapso de la cadena de mando. En lo que podría ser el comienzo de una nueva fase en el gran juego geopolítico en Medio Oriente, Irán tendría temporalmente un gobierno militar, lo que aumentará la probabilidad de decisiones menos conciliadoras y posturas más duras hacia Israel, el golfo, EU, aun el programa nuclear iraní.
Superando el cinismo de Joe Biden, en su confabulación con Netanyahu, Trump acaba de ejecutar una rutina barata del policía bueno y el malo, de consecuencias imprevisibles: según Dmitri Medvédev, ex presidente ruso, varios países están dispuestos a suministrar directamente armas nucleares a Irán y EU podría ser arrastrado a otra guerra con perspectiva de operación terrestre.