l involucramiento del ejército de Estados Unidos al bombardear instalaciones nucleares en el territorio de Irán, ubicadas en Fordo, Natanz e Isfahán, cumpliendo órdenes de Donald Trump, confirma que el ataque israelí del 13 de junio fue ejecutado por instrucciones del presidente de Estados Unidos.
Irán, con su efectiva respuesta, utilizando misiles que atravesaron el Domo de Hierro, mostró al mundo el mito del carácter invencible
del criminal y cobarde ejérci-to israelí.
Cínicamente, quitándose la máscara, tanto Benjamin Netanyahu como Donald Trump, han declarado que su objetivo es derrocar, incluso matar, al ayatollah Ali Jamenei. Pretenden, más allá de sus mentiras sobre el programa nuclear de Irán, arrodillar al pueblo iraní, provocando la mayor destrucción posible y quebrar la revolución islámica para dominar, con impunidad, la explotación y flujo del petróleo y del gas, principalmente, de la región del Medio Oriente.
Ante la incapacidad imperial de derrotar la resistencia y el orgullo de la revolución islámica, es importante advertir que Estados Unidos tratará de llevar a Irán a niveles de destrucción extrema como hizo con Irak, Libia, Afganistán y Siria, en años reciente, y antes, con Vietnam.
Los gobiernos de Rusia y China, los agrupados en el BRICS+, la OPEP+ y la Celac, por sobrevivencia de la humanidad, amenazada por el riesgo de una tercera guerra mundial, deberán dar pasos concretos para suspender relaciones diplomáticas y comerciales con Israel y parar la aventura militar desquiciante de Donald Trump, que le apuesta a que Estados Unidos, por su lejanía geográfica de estos acontecimientos de guerra, no sufrirá represalias, como sucedió en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial.