unque parezca imposible de lograr en estos momentos de ira de parte del presidente Donald Trump hacia México, un camino certero y definitivo que existe para resolver la situación tan lacerante y las vicisitudes e infamias que padecen las y los migrantes de nuestro país es: a) convencer al presidente Donald Trump, con argumentos sólidos y muy bien sustentados para que cesen sus afanes y sus determinaciones represoras como actitud sustancial para establecer un clima de paz y de tolerancia relativa –temporal, si se quiere– con base en la importancia que tienen sus aportaciones a la economía de Estados Unidos y a la de los países de donde son originarios, mientras se articula una nueva política pública basada en la realidad económica de las empresas y de la economía estadunidense en general; y de cara a la realidad social y también económica y financiera de los países del tercer mundo latinoamericano.
b) Alentar a los sectores productivos y a los integrantes del Poder Legislativo de allá para que promuevan y exijan una nueva política migratoria, y que se considere releer, reactivar y actualizar las frustradas iniciativas de reforma migratoria de los ex presidentes Barack Obama y Joe Biden, que no aprobó el Senado y que planteaban regularizar la estancia de mucho más de 10 millones de compatriotas e incluían también el restablecimiento de amplios programas y acuerdos en favor de miles de trabajadores temporales que pudieran ser contratados legalmente.
Pareciera imposible e ilusorio lo que propongo, pero estoy seguro de que no lo es, aunque sí presenta muchas dificultades, pero como dijo recientemente el ex presidente William Clinton, ellos necesitan a nuestros migrantes, y como expresan los adagios mexicanos: no hay peor lucha que la que no se hace
y la esperanza muere al último
. Así que habrá que acelerar el paso para luchar diplomáticamente y esperar la decisión política.
El ex presidente Ronald Reagan, de afiliación republicana, durante su desempeño logró la aprobación de lo que hoy se valora como la reforma migratoria más importante y trascendental que se haya hecho en el vecino país del norte en toda su historia, la cual derivó en muchísimos beneficios, pues este ex actor californiano regularizó a muchos millones de latinos indocumentados, siendo la mayoría de ellas y de ellos de origen mexicano.
Pues bien, en mi opinión no hay mejor camino en aras de una paz estable y duradera en este tema tan importante para nuestro país y para Estados Unidos.
Se requieren intervenciones quirúrgicas de gran calado en materia de migración para resolver –o por lo menos para atenuar– el drama y la odisea de nuestros paisanos. Por lo pronto, se debe tratar con respeto a su dignidad a las personas, no perseguirlas, no reprimirlas, no encarcelarlas y no repatriarlas. ¡Que cese la violencia física y verbal!, y que se regrese a la política del buen vecino, con buen trato y buenas maneras.
Con base en una nueva ley, documentar a millones de migrantes indocumentados que trabajan, producen, residen y pagan sus impuestos desde hace muchos años.
Establecer nuevos acuerdos bilaterales para el ingreso de más trabajadores temporales, sobre todo para el medio rural.
Eliminar los aranceles aplicados a las remesas que se envían mensualmente a nuestros países.
Propiciar la unión y la coordinación efectiva con los presidentes de las repúblicas centroamericanas para diseñar una estrategia integral común de defensa de las y los migrantes, buscando articular una voz múltiple y coincidente para tener mejores resultados en los diálogos y en las conversaciones con el presidente Donald Trump y con su equipo de colaboradores, con el objeto de persuadirlos, aún más, de la urgente necesidad que existe de una política migratoria diferente, es decir, innovadora, realista, justa, humanista, respetuosa y moderna.
En fin, estas son tan sólo unas propuestas con la mejor intención.
Es deseable, y hacemos votos para que la primera mandataria mexicana tenga el mayor de los éxitos en las conversaciones que sostendrá en Canadá con su homólogo estadunidense.
Me imagino el grado de estrés de tensión y de preocupación que tiene la presidenta Claudia Sheinbaum, por las amenazas y presiones que recibe de parte de su colega y de los colaboradores de aquél, debido a tantos problemas de inseguridad y violencia que existen dentro de nuestro territorio por los estragos que cometen a diario los integrantes del crimen organizado, por el tráfico de drogas, por los aranceles a las exportaciones mexicanas, por el cierre de la frontera al ganado mexicano por culpa del gusano barrenador, por la caída en los índices de crecimiento nacional, por el conato latente de recesión, por la relativa pérdida de empleos, más por la falta de recursos y por tantas manifestaciones violentas en las calles de nuestro país, de manera destacada en la Ciudad de México.
Ciertamente, se requiere de la unidad nacional y del respaldo a la Presidenta de la República y a su gobierno, para que tenga el apoyo y el aliento que fortalezcan sus gestiones; pero ella también deberá hacer un esfuerzo, sin enojos, para imbuirse de un espíritu ecuménico, conciliador, armonioso y de respeto a las diferentes formas de pensar y de manifestar las ideas, sean estas coincidentes o no con la línea gubernamental. Deben abandonarse los radicalismos, donde se encuentren.
Háganse acuerdos en lo fundamental y en lo esencial, con base en el respeto y con un espíritu siempre conciliador. Abandónese todo signo de agresividad y de encono y en verdad búsquese la concordia nacional.
El respeto es vital en una democracia. ¡Hagámoslo por México!