Más ciberfraudes impunes
unca imaginó la autocomplacida tecnología los daños causados a los viejos del planeta, no sólo al hacerlos sobrevivir 20 años o más marginados de la sociedad –ni se les emplea ni se les hace caso– sino al someterlos a una lucha muy desigual con el aparatismo que se adueñó de las personas. El suplicio va de letras minúsculas ilegibles y el desconocimiento de los aparatos a la tramitología en línea, pasando por un incorrecto manejo y los datos confidenciales en riesgo.
En su legislación sobre los derechos de mascotas, toros y animales de circo, rescatados del supuesto maltrato que padecían para morirse de hambre en cualquier parte, estos enternecidos solones de oropel ya no escuchan el clamor de una ciudadanía tan ignorante como vulnerable, sobre todo de la tercera edad, y más desprotegida que una mona o un lince, que tienen la ventaja de ser irracionales aunque no la garantía de ser protegidos de otros depredadores.
“Recibí una llamada en mi celular –escribe una lectora de edad– de una empleada-delincuente de nombre Cindy Morales, de la empresa Arcus y ahora Pix Peak, que hace un año me había convencido de invertir 9 mil pesos para que a partir del primer mes empezara a recibir más de 250 mil pesos. Su acento caribeño como de Miami y su amabilidad, más otros tres asesores, me persuadieron de darles mi dinero, que venía ahorrando para una delicada operación. No volví a ver ni un peso ni a escuchar a la voz caribeña hasta hace tres días en que, para mi desgracia, me anunció que estaban devolviendo aquellos depósitos, aunque sin intereses. Emocionada por recuperar la cantidad que creía perdida –agrega la lectora– y feliz de poder ayudar a una hermana, cometí el error de darle toda la información de mi tarjeta de débito, así como entrar a Play Store, bajar la aplicación AnyDesk y ahora quedarme sin lo que ya me habían robado más lo poco que tenía de saldo. Todavía la voz caribeña me dijo que en media hora vería reflejado el depósito y un cálido ‘que Dios la bendiga’.
Los bancos no defienden a nadie y las leyes en materia de delitos cibernéticos son letra muerta, en tanto la población ignorante y necesitada nos quedamos rumiando nuestra indignación e impotencia y los legisladores se disfrazan de protectores de animales. ¡Qué vergüenza de justicia social y de falso humanismo! ¡Carajo!, ¿para eso mantenemos a 500 diputados y tantas corporaciones policiacas?