Cultura
Ver día anteriorDomingo 15 de junio de 2025Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Libris
Nostalgia de Monsiváis
Periódico La Jornada
Domingo 15 de junio de 2025, p. a12

Hace 15 años, el 19 de junio de 2010, murió Carlos Monsiváis, el escritor, periodista, ensayista y colaborador de La Jornada que cultivó una mirada lúcida y perspicaz sobre la sociedad, con ironía y compromiso con la justicia social. Para recordarlo, Siglo XXI Editores lanza Nostalgia de Monsiváis, libro coordinado por Marta Lamas y Rodrigo Parrini, que incluye textos de amigos, colegas y su prima Beatriz, de quien presentamos aquí un fragmento, con autorización de la editorial. El libro se presenta en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes el miércoles 18 de junio a las 19 horas, con la participación de Elena Poniatowska, entre otros.

Mi cercanía con Carlos

Beatriz Sánchez Monsiváis

Primeros recuerdos

La familia Monsiváis Viadas, de la que procedemos Carlos, mis hermanos y yo (somos cinco, tres hombres y dos mujeres, sus únicos primos hermanos) es muy pequeña. Aunque mis abuelos maternos tuvieron muchos hijos, sólo sobrevivieron cinco. De ellos, sólo dos mujeres tuvieron hijos: Ester, la mamá de Carlos, y Beatriz, mi madre. La familia, de religión protestante, era austera y poco sociable, sólo se relacionaba dentro del círculo religioso al que pertenecía; esto se debía sobre todo a que los protestantes éramos poco aceptados, siempre había burlas y discriminación hacia religiones que no fueran la católica. En esa época, Carlos recibió golpes, burlas y discriminación en general. Hay varios artículos que testifican estas vivencias. Era común que, en la calle, cuando pasábamos los protestantes, nos gritaran ¡aleluyas!, o ¡bee, bee, bee!, porque éramos los borregos de los pastores (ministros protestantes). Los artículos de Carlos de entonces están cargados de un humor sarcástico, que disfrutamos. Por consiguiente, había ocasiones en las que las reuniones familiares estaban inmersas en tragedias, porque habían matado a alguna familia protestante o a algún pastor. Recuerdo, ya en una época muy diferente, que hubo una persecución de una iglesia protestante y Carlos recibió a miembros de esta iglesia para conocer sus testimonios; estuvo días oyendo e investigando este caso y en la revista Proceso escribió sobre este atropello.

De las reuniones en casa de Carlos, siempre está la imagen de un adolescente que a veces jugaba con mis hermanos mayores (Otho y Rubén) o jugaba a almohadazos con mi hermana, muy pequeña, Araceli. La mayoría de las veces estaba leyendo; lo recuerdo debajo de una cama muy alta: no se distraía de su lectura y siempre escuchábamos que era muy aplicado en la escuela. Posteriormente me impresionó que se relacionara con mucha gente fuera del ámbito familiar y religioso. Era el primo al que admirábamos. En la iglesia a la que asistíamos había concursos de conocimientos bíblicos, esgrima bíblica (encontrar una cita bíblica lo más rápido posible) y oratoria. Siempre que compitió, ganó el primer lugar; a tal punto llegó, que ya no le permitieron competir. Él moría de risa.

Carlos fue muy aficionado a la música, tanto, que estuvo en el coro de la iglesia a la que asistíamos. Tenía una voz muy bien timbrada y gustaba de cantar. En las reuniones, mis hermanos, Carlos y yo cantábamos himnos, coros, villancicos y canciones que a él le gustaban, una actividad que todos disfrutábamos. Su colección de discos de acetato y compactos da fe de sus gustos musicales: por ejemplo, Mahalia Jackson, su favorita (cantaba himnos, gospel y spirituals), Robert Shaw Chorale, The Chad Mitchell Trio, Joan Báez, Bob Dylan, Pete Seeger, Harry Belafonte, Miriam Makeba y otros muchos cantantes. Nos sorprendía a mis hermanos y a mí que tuviera conocimiento de cantantes que aquí no se conocían ni se escuchaban. Mucho tiempo después de que Carlos hablara de ellos, se conocieron. Carlos acostumbraba oír cierta música de acuerdo a la época, por ejemplo, la música de la Revolución mexicana la oía en noviembre; en general, música mexicana, en septiembre; música clásica religiosa, en Semana Santa; pero en octubre empezaba a oír la música navideña, de los y las cantantes que sacaban discos navideños; había veces que todo el día los escuchaba y, en la cena navideña, cantábamos con él hasta el amanecer los cantos que quería, sus favoritos.

Foto
▲ Portada del libro Nostalgia de Monsiváis.Foto

Carlos empezó a publicar textos desde muy joven; como tenía que entregar sus textos a máquina, su madre, que escribía rapidísimo, pasaba los artículos, siempre con dos copias con papel carbón. Su madre y mi tío Manuel eran muy ordenados y se preocuparon por guardar todos los textos que publicaba. Había veces que su mamá no podía hacerlo porque estaba ocupada o porque se sentía mal y entonces Carlos me hablaba: Beatriz, ¿puedes venir? Sólo son 10 minutos. Yo sabía que no eran diez minutos ni una hora, pero ¿cómo negarle algo a Carlos? Entonces buscaba la música que me gustaba y en la que coincidíamos y ponía esa música. Eso lo hacía según quien lo ayudara: si era su mamá, entonces ponía música de Agustín Lara, Gonzalo Curiel, intérpretes como Las Hermanas Águila, Toña la Negra, Elvira Ríos, etcétera. También le gustaba complacer a sus amigos e invitados con la música adecuada para ellos, o bien les descubría algún cantante, alguna música, alguna canción. Para mí, esto era parte de su generosidad.

La generosidad es una característica importantísima de Carlos. Era generoso compartiendo sus hallazgos con amigos, familia y conocidos. Por ejemplo, nos recomendaba o nos daba libros que consideraba importantes o que nos gustarían, nos informaba sobre algún tema trascendente. Nos daba regalos a mis hermanos y a mí en Navidad: por la tarde, llegaba cargando regalos para todos, normalmente discos y libros. Si alguien de la familia tenía problemas, él estaba pendiente para ayudar a pesar de que no nos viéramos seguido. Cuando salía de viaje, regularmente traía algún obsequio. Presumiré: siempre me traía algo que me gustaba, por ejemplo, perfumes en miniatura, que a él y a mí nos encantaban, y de cada viaje traía un estuche o algunos perfumitos o perfumes; tengo una colección de aproximadamente quinientas botellitas. También me traía ropa (que, por lo regular, elegía Ava Ordorica, una amiga que Carlos adoraba), y también discos, películas, etcétera. A la tía Mary, a mi hermana, a mi hermano, a sus amigas queridas y amigos, les traía también regalos.

En ocasión de la visita de Pete Seeger a México, Carlos nos llamó para que asistiéramos a su concierto en la Academia de San Carlos. Lo disfrutamos muchísimo, lo admirábamos y escuchamos su música durante mucho tiempo.

También manifestaba su generosidad de otra manera. Si algún artesano le vendía una obra que a Carlos le parecía que valía más, le comentaba que estaba regalando su trabajo y él le compraba a un precio mayor.

Las prioridades de Carlos

Me queda claro cuáles eran las prioridades de Carlos: la literatura, desde luego, su biblioteca, de la que estaba muy orgulloso; los temas sociales, la música, el cine, ¡los gatos! En este tema jamás coincidí con él, y desde mi punto de vista, dañaron mucho a Carlos, sobre todo porque eran muchos y los dejaba hacer lo que querían. Se me escapa un rubro muy importante para Carlos: sus amigos y amigas. Aunque no era el amigo perfecto, consideraba la amistad como una parte importantísima de las personas. Claro que, para él, los amigos y amigas debían ser incondicionales. Si uno quería a Carlos, habría que demostrarlo si así se requería. En alguna ocasión, discutieron mi tío Manuel y él (el tío Manuel era su administrador y su más grande admirador, aunque lo regañara); cuando yo le expresé que mi tío tenía razón, me dijo: Tú tienes que defenderme. Le quise discutir, pero no, no lo convencí, yo tenía que defenderlo.

Los amigos de Carlos eran innumerables, aunque siempre tenía un círculo más allegado. Él decía que no tenía amigos sino informantes, así de pragmático y de humorístico. Era un problema cuando se enojaba con algún o alguna amiga(o). Cuando le hablaban por teléfono y se negaba a contestarle al amigo o amiga con quien se había enojado, a mí francamente me apenaba, sobre todo porque sabía que se le pasaría pronto. Sus amigos eran de lo más diverso. Tenía amistades de todo tipo: artistas, galeristas, escritores, intelectuales, periodistas, actores y actrices, de todas las ideologías, políticos, empresarios, comerciantes, intelectuales, personas de diferentes medios, aunque valoraba mucho la calidad humana y la inteligencia.