es propongo un acercamiento de larga duración de la relación entre energía y economía desde la perspectiva global, la de la polis, en la que vivimos una profunda desigualdad.
Me concentraré en un primer momento en la relación que guarda la evolución de la energía eléctrica requerida en nuestro país en un periodo anual, con la evolución del valor total de bienes y servicios producidos en ese mismo periodo.
En buen romance se trata de la relación entre la energía eléctrica bruta necesaria con el valor agregado anual de los bienes y servicios producidos, con base en activos e insumos utilizados y la fuerza de trabajo requerida.
No entro al debate del concepto de trabajo productivo o improductivo, menos aún a la diferencia del trabajo productivo que explota los recursos naturales, como es el caso de la producción de crudo, gas natural y carbón, con aquel que no lo utiliza y que sin duda genera rentas, rentas del suelo; diferente, aunque similar, al trabajo que manufactura los productos del primero, los recursos naturales, incluso –en el caso de la electricidad– que utiliza la irradiación solar, la biomasa, la fuerza de los vientos, la energía de los mares, la fortaleza e impulso hidráulico de los embalses, entre otros productos
o bondades de la naturaleza.
Y no entro al debate porque, en cualquier caso, a las esferas improductivas, pero necesarias (no todas y menos aún en las dimensiones en que operan), logran que se les transfiera un volumen importante del excedente económico. Sí, como reivindicación de la utilización de sus activos, sus insumos y la fuerza laboral que los pone en operación.
Bien, lo cierto es que al hablar de la energía eléctrica requerida para producir –anualmente en este caso– bienes y servicios, no podemos olvidar que el fluido eléctrico representa solamente cerca de 22 o 23 por ciento de la energía final destinada a tener y disfrutar de los usos finales que su consumo permite. De nuevo iluminación, calor de proceso, movimiento de bienes y personas, cocción de alimentos, uso de aparatos e instrumentos, entre otros usos finales.
Por eso veremos los otros, que representan poco más de 80 por ciento, no obstante, es importante ver cómo aumenta la electricidad requerida respecto al crecimiento de la producción y el valor de los bienes y servicios.
En este caso –y siguiendo la serie de notas que me permitiré compartir– llegaremos a diferencias entre el crecimiento originado por la intensificación del uso de electricidad, de aquel derivado de la penetración eléctrica en las energías que permiten acceder a dichos usos finales. Crecimiento intensivo y crecimiento extensivo, han sugerido algunos autores para calificar una y otra forma.
Aquí me he permitido usar esa distinción, aunque en algún momento, podremos profundizar en su conveniencia o en sus inconvenientes. Termino señalando algunos aspectos relevantes de las notas que emprendo hoy. Las del análisis de la relación entre las dos tasas anuales de crecimiento: de energía eléctrica utilizada y la tasa de crecimiento del valor –en este caso monetario constante– de los bienes y servicios asociados al PIB.
Concluyo diciendo que esa relación registró –al menos desde hace 65 años– una tendencia descendente a pesar de que la participación eléctrica en el consumo final creció continuamente. Pero merced, entre otras cosas, a la tecnología y los usos más eficientes, disminuyó. Y desde hace varios años tiende a ser unitaria, es decir, tienden a crecer al mismo ritmo la electricidad total utilizada y el valor monetario constate de los bienes y serviciosproducidos.
En romance técnico se dice que tienden a registrar elasticidad unitaria. Eso es muy interesante y plantea alternativas igual de atrayentes para nuestro futuro social. El de nuestra polis. La de la gran desigualdad. Los comentaremos. De veras