Y ahora, ¿qué?
l fiasco del reciente encuentro de negociadores rusos y ucranios en Estambul que Moscú y Kiev presentan como muestra de que están comprometidos con la búsqueda de un arreglo político que despeje el camino hacia la paz, confirma que ambos quieren imponer una derrota humillante a su enemigo y, por más que digan que van ganando la guerra para tranquilizar a su parroquia, por ahora ninguno puede imponer al otro el destino que le tiene reservado: la capitulación incondicional.
Los memorandos que llevaron a la ciudad turca, oportunamente filtrados a la prensa en su versión íntegra, sólo contienen exigencias inasumibles para la otra parte y no ofrecen ninguna concesión para tratar de encontrar fórmulas de compromiso que acerquen un alto el fuego. Al margen de la razón que puedan tener o no rusos y ucranios en cada punto concreto de su hoja de ruta para negociar, queda claro que, planteados en conjunto y como ultimátum, hacen inviable alcanzar un acuerdo de paz.
Porque, después de 1200 días que se cumplen hoy, de muertes, mutilaciones, desplazamientos forzados y devastación innecesarios, ni Moscú ni Kiev pueden terminar la guerra bajo sus condiciones, a menos que el Kremlin recurra a su arsenal nuclear, una opción posible pero improbable por el alto costo que tendría para el presidente Vladimir Putin dar la orden de exterminar cientos de miles de vidas con un solo misil.
Convertido Estambul en sitio para el canje de prisioneros de guerra como único resultado de las negociaciones, hasta ahora 2 mil 200 por bando, Moscú y Kiev apuestan por una guerra de desgaste –el primero, tratará de conquistar más territorio ucranio, y el segundo buscará resistir hasta que Rusia no tenga recursos suficientes para financiar su campaña militar–, y cada vez será más intenso el intercambio de golpes con misiles y drones en la retaguardia de ambos.
¿Cuánto durará este conflicto bélico? Hasta que se produzcan una debacle militar ucrania, con la ruptura de sus líneas de defensa en varios sectores del frente a la vez que permita cercar Kiev o Járkov, o un cambio de liderazgo en el Kremlin en caso de que Ucrania no se desplome, la economía rusa colapse y crezca el malestar en la sociedad al tener que reclutar soldados por obligación y no por dinero.
El final de esta guerra depende de qué suceda primero.