l 26 de mayo pasado falleció en Ámsterdam Ricardo Regazzoni. Nació en 1942 en la Ciudad de México, donde vivió sus últimas décadas, la mayor parte del tiempo, al lado de su compañero, Guido. Con su desaparición física deja un vacío en el arte, muy especialmente en la escultura.

Discípulo de Luis Barragán, estudió arquitectura en la Universidad Nacional Autónoma de México, y profundizó en esa área en París y Washington. Su nombre saltó en los medios en 1977, al exponer su obra, claramente gay, en la galería Pecanins. Una crítica moralina quiso desaparecerlo de la escena, lo cual evitaron Carlos Monsiváis, en un lúcido ensayo, y las opiniones favorables de integrantes del mundo intelectual, como Sergio Pitol y Vicente Rojo.

Después, su campo de trabajo preferido fue la escultura gracias a los consejos de Barragán. Destacan sus hermosas columnas con complejos diseños arquitectónicos y geométricos en las cuales empleó una técnica medieval: la hoja de oro. Percibía la geometría como un eje ordenador del cosmos, buscando así una forma de perfección que se le concedió en todo su esplendor.

Su obra fue expuesta en las principales ciudades del mundo. Una destacó entre todas: la de 2005 en la Casa para Maestros de la legendaria Bauhaus, en Alemania. Su director, Omar Akbar, afirmó entonces: la consecuencia con que cada una de sus esculturas dibuja volúmenes continuamente poliédricos en el espacio, recuerda los ejercicios constructivos experimentales de Josef Albers o Max Bill en el Bauhaus de los años 20. Pero Regazzoni niega cualquier semejanza, uniendo la dinamización de la forma con la geometría plástica de superficies brillantes.

En el obituario que la destacada fotógrafa Flor Garduño escribió sobre su entrañable amigo, afirma: su partida deja un vacío en el arte, en la escultura. Y, sobre todo, en quienes tuvieron el privilegio de conocer su alma generosa, su humor agudo y su pasión inquebrantable por la belleza.

Y que fue un ser profundamente coherente con su obra: elegante, enigmático, preciso. Un creador de mundos hechos de acero y poesía, y con quien compartió no sólo la mirada sobre la forma y la luz, sino también la vida, con sus asombros y sus silencios.

En resumen, humanista y creador excepcional.