e han ido acumulando un conjunto de situaciones inquietantes para México desde la llegada de Donald Trump a su segundo periodo presidencial. Son hechos que, en conjunto, apuntarían a que Estados Unidos utiliza el fentanilo, la migración y los aranceles como punta de lanza para continuar creando un ambiente tenso y de incertidumbre que genere la idea de una necesaria intervención en el país, lo cual es alentado con fanfarrias por la derecha y ultraderecha mexicanas, lamentablemente, en apoyo al vecino país.
Estados Unidos da un trato infame a los migrantes mexicanos, sean documentados o indocumentados. Muchos de ellos llevan años allá y tienen hijos nacidos ahí, y por tanto son estadunidenses. Pero ahora se pretende aprobar una ley que quite la nacionalidad por nacimiento. Increíble. La estrategia de Estados Unidos ha sido mantenerlos en el limbo jurídico para, cuando les convenga, romperles la vida, deportándolos con discursos racistas y xenófobos. Para colmo de la ilegalidad, se pretende aplicar un impuesto de 3.5 por ciento a las remesas, lo que quiere decir, que se les aplicará una doble tributación, porque éstas son parte del salario del trabajador, al cual ya se le han descontado impuestos locales, federales y para la educación. El impuesto debe ser cero.
En relación con el fentanilo, México juega su parte; sin embargo, las acciones en contra de Estados Unidos, a pesar de que hay narcos gringos, como ha documentado el periodista Jesús Esquivel, son prácticamente nulas. O sea que la lucha es muy desigual entre un país y otro, pero la presión no cesa. Estados Unidos envía drones y buques destructores en aguas cercanas a los litorales mexicanos; también asalta los medios de comunicación con anuncios deleznables hacia los migrantes. Aparecen listas negras de supuestos funcionarios del gobierno que están en la mira de la justicia de ese país, sin ninguna prueba.
El remate ha sido la llegada del embajador Ronald Johnson, un ex militar boina verde, ex funcionario de la CIA y ex embajador en El Salvador en la presidencia de Nayib Bukele, pero cuyas credenciales prácticamente no son cargos diplomáticos, sino, más bien, de seguridad. Sus primeras apariciones mostraron quiénes son sus cercanos, como se difundió cuando estuvo en un restaurante de la Ciudad de México departiendo con un personaje de ultraderecha, Eduardo Verástegui, al que llamó mi hermano
, cuya pretensión es ser enarbolado líder de los libertarios en México.
En este ambiente cargado de tensiones, se produjo el terrible asesinato de la secretaria particular y del asesor de la jefa de gobierno Clara Brugada –Ximena Guzmán y José Muñoz–, que nos ha helado el corazón, un ataque artero y, por lo visto, premeditado. Dos jóvenes profesionistas extraordinarios y queridos que realizaban su importante trabajo de forma altamente eficiente. Por supuesto, no llama la atención el comentario inmediato de Marco Rubio, secretario de Estado señalando que la violencia política en México es real
. Viene a la mente el ofrecimiento de Trump de enviar apoyo militar contra los narcos, ofrecimiento que la Presidenta rechazó, pero que dio lugar al cáustico comentario de ese personaje “la Presidenta no acepta porque les tiene miedo a los narcos”.
¿Qué pretende Donald Trump generando presiones constantes contra México? Someter al país y a la presidenta Claudia Sheinbaum, cuyo proyecto nacional va avanzando hacia consolidar un nuevo régimen enmarcado en lo que ha señalado con contundencia: México es un país soberano, independiente y no se subordina
, conceptos que son un freno para los afanes injerencistas colonialistas del vecino del norte, pero que le suenan lo suficientemente revolucionarios para seguir presionando porque, entre otras cosas, en el país hay enormes recursos naturales estratégicos.
Por eso urge que México diversifique y fortalezca sus alianzas priorizando la agenda latinoamericana con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) y los llamados BRICS. Es importante también que fije su atención en el sudeste asiático, cuyo dinamismo económico es contundente y particularmente con China, bajo los nuevos conceptos del multilateralismo y la cooperación basada en la soberanía.