
Lunes 26 de mayo de 2025, p. 25
Buenos Aires., Experimentamos que se está muriendo la fraternidad en Argentina; se está muriendo la tolerancia y el respeto, y si se muere un poco el futuro, se mueren las esperanzas de forjar una Argentina unida, una patria de hermanos
, enunció el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, en la Catedral Metropolitana ante el presidente Javier Milei y su gabinete durante la misa por el aniversario de la revolución del 25 de mayo de 1810, cuando se creó la primera junta de gobierno que comenzó el camino de la independencia de España.
García Cuerva hizo un llamado a la unidad y al diálogo, y afirmó que “nuestro país también sangra: Tantos hermanos que sufren la marginalidad y la exclusión; tantos adolescentes y jóvenes víctimas del narcotráfico, que en algunos barrios es un ‘Estado’ paralelo; tantas personas que están en situación de calle; las familias que sufrieron las recientes inundaciones; las personas con discapacidad; tantas madres que ya no saben qué hacer y cómo evitar que sus hijos caigan en las garras de la droga y el juego; los jubilados que merecen una vida digna, con acceso a los remedios y a la alimentación; herida ésta que sigue abierta y sangra desde hace años, pero que como sociedad tenemos que curarla pronto”.
Momentos antes, el presidente, que llegó con la mayor parte de su gabinete y saludaba a funcionarios presentes, agravió abiertamente a la vicepresidenta Victoria Villarruel, frente a quien pasó sin saludarla, dejando además con la mano extendida a Jorge Macri, el intendente capitalino, a quienes ignoró todo el tiempo, lo que produjo una fuerte tensión.
Destacó el arzobispo que Argentina sangra en la inequidad entre los que trabajan y los que han vivido de privilegios alejados de la gente de a pie, no sienten su dolor ni sus frustraciones, pero tampoco se emocionan con sus esperanzas y su esfuerzo diario por salir adelante
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Alentó con su frase de Argentina no está muerta, sino que a veces estamos adormecidos por la indiferencia y el individualismo
, y señaló a los que difaman, desprecian o critican destructivamente a una persona, a una entidad, o una obra; los que odian y justifican su desprecio; el terrorismo de las redes, como decía el papa Francisco
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Advirtió: hemos pasado todos los límites, pues la descalificación, la agresión constante, el maltrato y la difamación parecen moneda corriente
. A la prensa pidió no dedicarse a la guerra de las palabras y de las imágenes
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Sin ganas de votar
En alusión a las pasadas elecciones legislativas porteñas y a la abstención de casi la mitad del electorado, expuso: “nos hicieron perder las ganas de participar (…) años de promesas incumplidas y estafas electorales nos desincentivaron de participar, nos hicieron perder el entusiasmo de involucrarnos, de cumplir con el deber ciudadano de ir a votar, porque pensamos: ‘otra vez lo mismo, nada va a cambiar’”.
Insistió en la necesidad del diálogo a fin de frenar el odio, de imaginar el abrazo que nos debemos los argentinos, el que negamos al que piensa distinto, o al que tiene otras costumbres o modo de vivir; el abrazo que no compartimos con los que sufren, incluso los abrazos que no nos pudimos dar durante la pandemia para avanzar unidos, como pueblo, más allá de las legítimas diferencias
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