Política
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Progresismo vs fascismo
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mérica Latina lleva un peligroso camino de derechización que puede comprometer logros fundamentales ya conseguidos en materia de democracia y acentuar sus problemas de desigualdad social y crecimiento. Los equilibrios pactados después de la Segunda Guerra Mundial que incluían la construcción del nuevo Sistema de Naciones Unidas, un esquema para la resolución de pacífica de conflictos y un modelo de desarrollo keynesiano con participación equilibrada del Estado y el mercado que se están resquebrajando, afectando de manera particular a regiones como América Latina. Como resultado de esta ruptura se nota el debilitamiento de los partidos políticos tradicionales y el avance de unos poderes fácticos como: grupos económicos y comunicacionales, gremios y ONG internacionales que están ocupando sus espacios como actores sin responsabilidad política frente a los ciudadanos. La concentración económica en manos de unas pocas manos y el consiguiente aumento de la desigualdad social que nos ha caracterizado como la región más asimétrica del mundo y ha alimentado y agudizado este desequilibrio fundamental.

Lo que empezó hace algunos años como un fenómeno de derechización del espectro político por la radicalización de los sectores reaccionarios tradicionales, ha aumentado con la aparición de unos factores aceleradores como: la polarización ideológica, producidas por las redes manejadas por la derecha que vende emociones negativas como el miedo y el odio; la judicialización de la política ( lawfare) contra dirigentes progresistas como Lula o Correa y la profundización de la desigualdad, como consecuencia de la aplicación de políticas neoliberales entre 2016 y 2020, y el impacto de la pandemia que aumentó en 200 millones el número de pobres.

Mientras, las fuerzas democráticas tradicionales se reacomodaron. Los progresistas pusieron mayor énfasis en la defensa de las minorías sociales para evitar o aliviar su discriminación –fenómeno que la derecha criticó como el wokismo– y los conservadores se concentraron en la construcción de narrativas populistas como la fiscal (menos impuestos para los ricos para que generen más empleo), la punitivista (elevación de penas y más castigos carcelarios en los sistemas penales) y la nacionalista (defensa contra el mundo de los valores sagrados de la patria). Los progresistas olvidaron así la importancia del concepto de clase y la necesidad de la distribución del ingreso para combatir la exclusión social, actuando como un eje horizontal, mientras los conservadores descartaban la integración regional como una posibilidad de sumar esfuerzos geográficos con los países vecinos o afines en el mundo.

El terreno estaba preparado así para la reconquista espiritual de América que se estaba trabajando desde España –por el grupo Vox– a través de su Fundación Disenso en compañía de activistas e intelectuales y políticos del grupo de Marine Le Pen, en Francia, los partidos de gobierno de Polonia y Hungría, los seguidores de la primera ministra Giorgia Meloni, en Italia, y otros grupos menores de neofascistas europeos.

La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos abrió las puertas de Florida para esta operación de reconquista espiritual de América por la península ibérica. Se llamó el Proyecto Iberosfera. En Miami, los trumpistas enemigos de los gobiernos de Cuba y Venezuela se encargaron de agregarle la sazón regional que le hacía falta.

Las trumpadas iban hacia el mundo y en contra del Sistema de Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud, los responsables del cambio climático y los fiscales que están investigando a Netanyahu en la Corte Penal Internacional. Hacia adentro se dirigía contra los bastiones morales del establecimiento estadunidense: amnistía para los matones que se tomaron el Capitolio, el nombramiento del líder antivacunas en el Ministerio de Salud, la persecución de universidades, profesores, científicos y el despido de trabajadores públicos de importantes programas de solidaridad internacional como USAID.

Los disparos hacia América Latina se concentraron en: la expulsión ilegal de migrantes, el aumento de los aranceles –violando los tratados de libre comercio ya firmados– y la anacrónica reclamación de propiedad sobre territorios como Canadá, el Golfo de México y el Canal de Panamá. Los líderes digitales de la región aceptaron calladamente los primeros cañonazos trumpistas: Milei en Argentina, Bukele en Salvador, Bolsonaro en Brasil, Pastrana en Colombia, María Corina en Venezuela, los tres grupos opositores en Perú y la derecha pinochetista en Chile. Poco a poco, el libreto de la derechización se fue convirtiendo en una propuesta fascista: neoliberal, racista, sexista, xenofóbica, segurista, eugenésica, populista y nacionalista que se empezó a comer los grupos conservadores tradicionales y democráticos. ¡Ahora irá por los sectores progresistas!

¿Cómo enfrentar esta amenaza? A través de un modelo solidario de desarrollo que remplace el viejo e injusto modelo neoliberal, la organización de los movimientos sociales y populares para la resistencia popular y democrática y la reactivación del proceso de integración latinoamericana.

*Ex presidente de Colombia