
antasía itinerante de dos amores contrariados. Grand Tour (2024), exuberante noveno largometraje del portugués Miguel Gomes ( Aquel querido mes de agosto, 2008; Tabú, 2012), es un relato trabajado por cuatro guionistas (Mariana Ricardo, Telmo Churro, Maureen Fazendeiro y Miguel Gomes), situado en el sureste asiático a finales de la Primera Guerra Mundial, sobre la desazón existencial del funcionario medio británico Edward (Gonçalo Waddington), quien luego de esperar durante siete años la llegada desde Londres de su novia Molly (Crista Alfaiate) para contraer matrimonio, decide de pronto dejarla plantada en el muelle de un puerto birmano y emprender la huida hacia Singapur. El carácter taciturno del discreto Edward tiene como contrapunto la testaruda y agilísima disposición anímica de Molly, quien no vacila en perseguir a su amado displicente a través de varios países asiáticos, con el intento de doblegar su voluntad escapista o por el mero capricho lúdico de salirse con la suya. El esquema es conocido y no es peregrino imaginar aquí un homenaje más de los muchos que Miguel Gomes, director y cinéfilo y guionista, suele dedicar a la historia mundial del cine. Un homenaje, por ejemplo, a la comedia romámtica de los años 30 hollywoodense –estilo los desencuentros amorosos entre Katharine Hepburn y Cary Grant–, sólo que aquí con amantes que no aparecen juntos en la pantalla, y de quienes cada una de las dos partes en que se divide la película cuenta, por separado, la historia y peripecias de sus afanes mutuos.
El tributo al cine no se limita, sin embargo, a lo anecdótico. El director lusitano vuelve a sorprender con su inventiva formal. Combina ficción y documental del mismo modo veleidoso, casi aleatorio, con que intercala escenas en color en medio de un relato filmado casi todo en un magistral blanco y negro (fotografía de Rui Poças, Sayombhu Mukdeeprom y Guo Liang). De igual manera, los saltos temporales a que se libra el cineasta están deliberadamente plagados de anacronismos –desde el perfil de rascacielos y la presencia de automóviles modernos en pleno 1917, hasta el uso de celulares–. Todo ello alterna con el resguardo de tradiciones de entretenimiento local como las danzas clásicas birmanas o el arte de los marionetistas, invocado en múltiples ocasiones. Cabe también mencionar la auténtica Babel que entremezcla lenguas y dialectos caprichosamente, con británicos hablando lo mismo en portugués que en su lengua propia o nativos asiáticos plantados en su propio idioma, sin preocuparse de no ser entendidos por sus interlocutores o por el espectador mismo de la cinta, a quien por momentos se le priva también de subtítulos.
Este caos aparente cede espacio a una buena lógica en la organización de la historia, la cual dedica toda una primera parte exclusivamente a las tribulaciones mentales de Edward, mientras la exacta segunda parte la ocupa la búsqueda febril de la inquieta Molly, aquejada por otros males que los puramente sentimentales, conocedora, por una cartomanciana, del carácter ineluctable de su propio destino fatal. Es en este último segmento del filme donde la narración abandona el tono contemplativo y moroso con que se seguían las andanzas de Edward, a la manera de una Marguerite Duras de prosa somnolienta a orillas del Mekong, para colocar en primer plano y con un brío inusitado el trágicómico peregrinar de Molly tras las huellas del prometido esquivo. El homenaje al cine que acompaña a esta historia desdichada no tiene tanto que ver con títulos o secuencias favoritas del director, sino con la sensual y deletérea evocación de atmósferas en blanco y negro, próximas al viejo expresionismo alemán, y con el chisporroteo multicromático de las festividades locales, de Birmania a Bangkok, Manila, Saigón y Osaka; en ocasiones, con la sofisticación encorsetada de una novela colonial de Evelyn Waugh, pero las más de las veces con el estilo puro del propio Miguel Gomes, un cineasta tan imprevisible en cada cinta como certero en su fantasiosa contemplación del mundo crepuscular que rodea a sus personajes.
Se exhibe en la sala 10 de la Cineteca Nacional Xoco a las 17:45 horas y en la plataforma digital MUBI.