ras la toma de posesión y los avatares de la reforma judicial, mucha de la atención se ha concentrado en el paquete económico de 2025. En particular, preocupa la consolidación fiscal: la reducción del déficit en las finanzas públicas que este año cerrará en 5.9 por ciento del PIB y que el nuevo gobierno ha expresado que reducirá a 3.5 por ciento del PIB en 2025. El asunto es relevante por supuesto, pero importa también enfatizar la perspectiva a largo plazo, es decir, la manera en la que el gobierno entrante se plantea actuar para conseguir las metas sociales comprometidas, manteniendo estabilidad económica durante los siguientes años.
Para la construcción de esta perspectiva a largo plazo, la reciente reunión de la presidenta con Mariana Mazzucato es importante. Mazzucato es directora del Instituto para la Innovación y Propósito Público del University College London, que ha venido planteando en sus trabajos, tanto en publicaciones académicas como en estudios encargados por organismos como la Cepal, que es necesario convertir los retos estructurales en oportunidades estructurales para lograr el crecimiento inclusivo y la prosperidad compartida. Con esto en mente, ha señalado que América Latina, y por supuesto México, deben adoptar un nuevo enfoque en la inversión e innovación, al tiempo que ponen en marcha una estrategia industrial diferente a la instrumentada en el pasado.
Se trata de trabajar con un modelo de desarrollo diferente, con una estrategia industrial que se proponga maximizar el beneficio público y que oriente las innovaciones y la inversión, tanto pública como incluso privada, a la creación de una economía más inclusiva y sostenible. En un artículo reciente publicado en El Trimestre Económico núm. 361, Mazzucato señala algo decisivo para la construcción de un futuro diferente: en un contexto de desafíos sociales y ambientales mayores es fundamental tener una dirección clara en la política económica que defina el camino.
El modelo inclusivo tiene que mejorar la salud pública, sanear el agua, mitigar el cambio climático, reducir la desigualdad, garantizar una prosperidad compartida. Ello solo será posible en una trayectoria de crecimiento compartida, para la que es necesario crear capacidades, herramientas, instituciones y asociaciones para aprovechar la inteligencia colectiva y movilizar la acción colectiva. A esto Mazzucato lo denomina un enfoque de política orientada por misiones. En este enfoque es preciso incorporar la mirada que nos permite la noción del bien común
. Esta noción propone que el gobierno actúe configurando mercados para que desarrollen capacidades colectivas.
Aprovechar la idea del bien común permitiría que el gobierno que recién ha tomado posesión establezca objetivos claros, audaces y medibles, coordinando inversiones en innovación orientándolas hacia resultados socialmente deseables. Para lograr esto es necesario configurar los mercados con base en los principios del bien común. No se trata, como plantea la economía convencional, de corregir fallos de mercado. Se trata participar en la construcción de nuevos mercados con base en objetivos políticos claros, en los que concurra la colaboración, la coinversión y el codiseño de las acciones necesarias para estar en condiciones de conseguir esos objetivos.
La reunión entre Sheinbaum y Mazzucato, abre una vía de trabajo en la que es posible proponer que el postulado del segundo piso de la 4T adquiera contenidos social y políticamente claros, con perspectiva a largo plazo. Este conjunto de ideas tendría que ordenar el Plan Nacional de Desarrollo, que la presidenta está obligada a presentar a consideración del Legislativo en unos meses. El Plan de Desarrollo 2024-2030 podría ser el lugar para proponerle a la nación un nuevo rumbo. Rumbo que estaría definido por el compromiso de metas sociales relevantes, no sólo en términos de la distribución de recursos fiscales en programas de apoyo a adultos mayores, a jóvenes construyendo futuro, jornaleros sembrando futuro, etcétera, sino en la construcción de un futuro compartido.
Se trataría de movilizar la acción colectiva en torno a objetivos comunes. No solamente la acción estatal, sino la participación social en la construcción de herramientas y nuevas capacidades para abordar colectivamente los desafíos que nos propone el futuro, construyendo actores sociales basados en alianzas que promuevan la consecución de sus propios objetivos. Importa entender que el crecimiento económico no remite solamente a una tasa, sino también a una orientación específica. Orientación a la que habría que llevar el país en esta segunda etapa de la 4T.