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Palestina, una mirada crítica concluyó con ritual de danza que da visibilidad al genocidio y a un espacio a la reflexión
 
Periódico La Jornada
Domingo 19 de mayo de 2024, p. 7

La Casa de Coahuila, recinto inmerso en la colonia San Diego Churubusco en la Ciudad de México, mutó en tierras mediterráneas del Medio Oriente. Lo hizo para ser contexto de un ritual de danza que sirvió de canal para visibilizar un mal: el genocidio del que está siendo víctima el pueblo palestino.

Esta vez vino como representación de una energía sanadora que tanto le hace falta a la humanidad, como lo dijo la maestra de danza árabe y dabke, Giselle Rodríguez, quien también es Giselle Habibi, directora de la compañía Ahlam, que la tarde de ayer transportó a los presentes en el recinto antes mencionado a un lugar que, milenario, se resiste a morir.

La exhibición de las bailarinas de Ahlam (que en árabe significa algo así como espiritual, imaginativa) tuvo la intención de concluir con el ciclo de actividades y conferencias Palestina, una mirada crítica. Pero sobre todo, para dar visibilidad al genocidio y para proporcionar un espacio de reflexión, aseguró Giselle, quien por cierto también es periodista, traductora, música y docente de danza oriental, la cual reconstruyó en 200 páginas, la historia del belly dance en un estupendo libro llamado Danza oriental en Egipto.

Las bailarinas somos una especie de médium que transmitimos y transmutamos energías, dijo Giselle a La Jornada previo a la presentación de su compañía.

“Los palestinos, en particular, tienen un curso de vida que les permite seguir sobreviviendo, sonriendo, cantando y bailando, incluso con hambre, también perseguidos hasta el último rincón de la tierra…”, comentó la experta en danza oriental, nombre correcto del belly dance.

Giselle tiene un corazón indómito que deja escuchar sus latidos a través de la piel. Esa pulsación es la que le ha llevado a ser una apasionada de la cultura árabe (sabe hablar esa lengua y su caligrafía) y una activista pro Palestina.

“Tiene muchos años que los medios occidentales tienden a vilificar al árabe. A presentarlo como un pueblo retrógrada y violento. Esto es parte de su estrategia para poder justificar sus guerras, sus invasiones, el expolio… Es un momento crucial para Gaza… No hay forma de invadir si no es justificando la misma narrativa”, comenta Giselle, quien comenzó a aprender danza hace dos décadas.

Comparte a este medio que la atrapó la complejidad de sus creaciones musicales, lo distinto que son algunos instrumentos y de ahí, comenzó su viaje en el que hizo una investigación sobre la danza del vientre: la danza oriental, la cual permite a la mujer expresarse con cada parte de su cuerpo, incluido el cabello. Empodera a la mujer y al que lo interpreta.

A ella, esta expresión le ha permitido asumir mi poder femenino y ayudar a otras mujeres para que se empoderen a través de la danza.

Con su grupo ha participado en actos en los propios países árabes. Manejan en sus coreografías no sólo esta danza sino también el folclor de unos 10 países árabes. “Es una responsabilidad transmitir esta cultura tan refinada y milenaria y parte de este compromiso, es estudiarla… toda mi vida ha estado ahí…”. Refiere que desde octubre no podía creer lo que veía. Llegó un momento en que me pregunté: ¿Para qué bailo? Ya no podía tocar música árabe, pero después, inspirada por mis alumnas y una inercia pensé que era el mejor momento para reivindicar a través de la danza.

Y ayer, lo demostraron con su belly dance y sus piezas de dabke, danza popular que se originó en las montañas de la región de Levante, que incluye Palestina, Líbano, Jordania y Siria. Dabke se deriva de la palabra árabe que significa patear con los pies o hacer ruido o simplemente zapateo.

Dedicado a las diosas

Ahlam comenzó con un número ritual dedicado a las diosas del Egipto faraón Hathor e Isis, las cuales eran adoradas en los templos a través del baile en ciudades como Luxor en Dendera. Como en la antigüedad, sonaron los darbuka, los crótalos o sagats, que sirvieron para adornar el movimiento de las alas de Isis atados a las espaldas de las bailarinas.

Bailaron raqs al assaya, danza con bastón del sur de Egipto. También ejecutaron un tradicional belly dance (danza del vientre). Asimismo, incluyeron una muwashshah (danza de Al Andaluz caracterizada por el uso de pañuelos).

Así como una pieza de melaya, creada por el coreógrafo egipcio Mahmoud Reda. No faltó una danza iraquí con dagas, para terminar con dos piezas palestinas de dabke, que está inscrita en la lista de la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Cerró la presentación, la agrupación Flamenco Fusión. Las bailaoras Neyra Jammal y Esther Villar ofrecieron un dance profundo con unas seguiriyas y un palo antiguo –de cientos de años usado en ceremonias fúnebres– atrás con la intención de reforzar el luto que vive la humanidad. El canto y el zapateado se volcó en el tablao que fue proscenio para gritar de igual forma Palestina libre.