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Carrillo Puerto y el primer congreso socialista
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elipe Carrillo Puerto, como presidente del Partido Socialista de Yucatán, convocó al primer congreso obrero socialista, que inició labores en Motul el 29 de marzo de 1918. En Yucatán, al igual que en el Morelos zapatista, estaba en curso uno de los procesos revolucionarios más profundos en la historia de México. Yucatán había sido cuna del feminismo mexicano desde fines del siglo XIX y en los albores del siglo XX. Ahí, el pueblo yucateco, mayas en su mayoría, había apoyado las reformas sociales y económicas impulsadas por el general constitucionalista Salvador Alvarado. Éste, como gobernador y comandante militar, había promulgado una ley agraria para repartir la tierra a los campesinos; una ley del trabajo, que estableció el salario mínimo, la jornada de ocho horas, reconoció el derecho de huelga y creó un consejo de conciliación y arbitraje para resolver los conflictos. En lo social, liberó a los mayas de la servidumbre, anuló sus deudas, prohibió los azotes, combatió el alcoholismo, suprimió los prostíbulos, prohibió las corridas de toros, las peleas de gallos y los juegos. Eliminó la servidumbre en que vivían las trabajadoras domésticas. Promovió la educación, decretó que la primaria debía ser obligatoria y laica y que en cada hacienda debía haber una escuela.

En 1916 las yucatecas, con la participación destacada de Elvia Carrillo Puerto, Consuelo Zavala, Raquel Dzib y otras, habían realizado los dos primeros congresos feministas, asambleas pioneras donde discutieron y aprobaron resoluciones para exigir sus principales demandas: su derecho a la educación, el divorcio, el derecho al voto, a desempeñar cualquier cargo público.

Felipe Carrillo Puerto, revolucionario motuleño, quien había sido parte de las comisiones agrarias zapatistas que materializaron el Plan de Ayala en el campo morelense, se había sumado al proyecto de Alvarado. Los dos eran socialistas y colaboraron estrechamente para que en Yucatán se concretaran las demandas de justicia, libertad, respeto y mejores condiciones de vida por las que el pueblo maya había luchado desde el siglo XVI y por las que había resistido la guerra de exterminio del gobierno de Porfirio Díaz en la llamada Guerra de Castas.

Así, en el teatro de Motul se re­unieron 144 delegados de todas las regiones de Yucatán, miembros de las ligas de resistencia que se habían creado desde el año anterior como formas de organización de las comunidades y que, en su mejor momento, llegaron a contar con más de 80 mil asociados. Los temas tratados fueron: la mejor forma de cultivar los principales productos agrícolas de la región; la formación de cooperativas; la creación de escuelas nocturnas; la constitución de cajas de resistencia; la formación de maestros socialistas; la participación de las mujeres en las ligas de resistencia, y otros dos temas relacionados con las cuotas y la organización interna, así como el bienestar social.

La mayoría de los asistentes eran campesinos, por lo que se dio una interesante discusión sobre la ­agricultura.

En el primer congreso obrero socialista, Felipe Carrillo Puerto tuvo una destacada participación en la que expresó con claridad su concepción de la agricultura.

“En la vida económica de los pueblos debe procurarse inicialmente que los elementos de primera necesidad no sean importados. Nosotros hemos venido sembrando el maíz usando los mismos procedimientos que nuestros tatarabuelos… y así perderemos el tiempo miserablemente, porque después de pasar días enteros de trabajo sobre nuestras milpas, recogemos una cosa tan insignificante que apenas nos basta para no morirnos de hambre.”

Según su experiencia en las comisiones agrarias de Morelos y Yucatán, el motuleño abogaba por la agricultura intensiva y por dejar atrás el sistema tradicional de roza, tumba y quema: “Entonces pretendí convencer a los trabajadores que la única salvación para nosotros era procurar y llevar a efecto los sistemas intensivos… en la región oriente procuré convencer a los trabajadores del campo de que no debían quemar los montes en su totalidad y que era mucho mejor que removieran las tierras, pues obtendrían dos ventajas: la primera es no consumir todas las materias de riqueza que la tierra contiene y la segunda que no haya un desperdicio perjudicial de madera”.

Felipe propuso modificar la siembra de maíz. La experiencia práctica le había enseñado que era posible aumentar la producción de una forma sencilla: Después de la quema se siembran los lugares quemados, colocando en cada mecate de tierra, 400 agujeros aproximadamente, cuatro o cinco granos de maíz. Este procedimiento es anticientífico porque esos granos no hallan las sustancias suficientes para nutrirse en el reducido espacio de tierra en que se les deposita, resultando que con un poco de soles se marchitan las milpas y se pierden las cosechas. Sembrando por el sistema intensivo, aprovecharíamos en el primer año mayor cantidad de granos, porque en lugar de poner 400 agujeros pondríamos 800 y en cada uno dos granos de maíz, un poco más de trabajo, pero mucho más aprovechamiento.

Proponía modernizar los métodos de cultivo pues concluía: No sabemos sembrar científicamente la tierra, somos rutinarios y trabajamos como nos enseñaron nuestros abuelos.

Propuso recuperar cultivos tradicionales que se habían abandonado por apatía y egoísmo de los grandes hacendados henequeneros, la famosa cata divina que era el principal obstáculo para resolver esos males. Estas recomendaciones fueron incluidas en las conclusiones del congreso: desechar los procedimientos tradicionales; emplear métodos de cultivo intensivos y científicos; crear estaciones experimentales y capacitar a los productores. Cuando fue gobernador de Yucatán, Carrillo Puerto juró cumplir con la Constitución y con las resoluciones de los dos congresos obreros socialistas.