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Guerras en el paraíso cultural
L

a ruptura con Unomásuno de unos 70 periodistas y escritores lleva a la fundación de La Jornada en 1984. El nuevo diario, dirigido por el veterano comunista Carlos Payán Velver, nace literalmente en la mesa de redacción de Nexos, y tiene entre sus primeros subdirectores a Héctor Aguilar Camín, junto con Carmen Lira Saade, Miguel Ángel Granados Chapa y Humberto Musacchio. Por su composición y su vocación, La Jornada se establece como el diario de la izquierda ilustrada y de las clases intelectuales. Cultiva la cercanía con Gabriel García Márquez, Vicente Rojo y el muy leído escritor uruguayo Eduardo Galeano. También, y esa es su verdadera originalidad, desarrolla el seguimiento y la simpatía por los movimientos sociales independientes del sindicalismo, el agrarismo, el feminismo y la lucha indígena. Ser un periódico comprometido le granjea la reprobación de otros medios impresos y la intelectualidad de no-izquierda, representada por Vuelta, donde Gabriel Zaid es ya para entonces el primer pensador inteligente de la nueva derecha.

El suplemento La Jornada Semanal será la última aventura de Fernando Benítez, en equipo con José María Pérez Gay, Sergio González Rodríguez y Fernando Solana Olivares. Gracias a Carlos Payán, el diario se erige en paladín de las artes plásticas, luego de deber en parte su solvencia económica inicial a la donación de obra por Rufino Tamayo, Francisco Toledo, Alberto Gironella y otros pintores de renombre.

En 1988, con el arribo del salinismo, La Jornada experimenta fracturas que la definirán para los nuevos tiempos, en particular por su simpatía hacia la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Buena parte del núcleo duro de Nexos, al no lograr orientar el diario hacia el nuevo régimen, lo abandona. Encabezados por el hasta entonces subdirector José Carreño Carlón, reviven el cadáver de El Nacional, periódico de la Secretaría de Gobernación; allí, Raúl Trejo Delarbre y Fernando Solana crean un buen suplemento, El Nacional Dominical, que en 1993 pasa a ser dirigido por Rafael Pérez Gay.

El salinismo se aúpa en la intelectualidad dominante y corona su empeño cabildeando por el Premio Nobel de Literatura para Octavio Paz en 1990. Aquí debemos recordar un episodio más, pues en los años previos la competencia por el galardón había ocasionado su ruptura del poeta con Carlos Fuentes, el otro contendiente mexicano. En 1988, de manera sorpresiva, Vuelta publica un demoledor ensayo de Enrique Krauze: La comedia mexicana de Carlos Fuentes, donde cuestiona la solidez e incluso la legitimidad de la obra del escritor, hasta entonces amigo de Paz. La última colaboración del novelista en Vuelta databa de 1986. La investigadora Malva Flores, especializada en el grupo literario de Paz, documenta la relación entre las dos figuras en Estrella de dos puntas (Ariel, 2020).

Nexos se apresura a cortejar a Fuentes, confirmando la competencia entre las dos publicaciones y exhibiendo una vez más las disputas por el poder cultural y por la interlocución con el presidente de la República Mexicana, cuya política económica despertaba en Paz una abierta simpatía, uno de los indicios de la evolución del liberalismo al neoliberalismo y el anhelo de subir al Primer Mundo.

Por su parte, y pese a la historia que los unía, la relación de Octavio Paz con Julio Scherer no fue tan sencilla en esos años. Si bien publica semanalmente el Inventario, de José Emilio Pacheco, y da seguimiento a la actualidad de las artes, Proceso carga su peso en la política. Scherer revelará en 2011 sus desencuentros posteriores, más allá de la experiencia de los años 70 y la consolidación del nuevo escenario cultural y periodístico en la década siguiente: “De enero de 1989 a septiembre de 1992, Octavio Paz mantuvo una relación incomprensible con el periódico (Excélsior) del que se había apropiado Regino Díaz Redondo. Sin poder evitarlo, me alteraban sus artículos en la primera plana del diario. Sumaron nueve ensayos en el periodo que consigno. Fue manifiesto el contraste con Gabriel García Márquez y Julio Cortázar, entre otros grandes escritores de la talla del mayor, adictos a Proceso y a la libertad de expresión. Incongruente, el poeta había dejado su nombre en un órgano de golpistas”.

La vida te da sorpresas. El 11 de septiembre de 1992, prosigue Scherer, “los ojos estupefactos en la plana frontal de Excélsior, vi uno al lado del otro a Gastón García Cantú y a Octavio Paz. El historiador escribía acerca de las vueltas del tiempo y el escritor se ocupaba de la literatura como la forma perfecta de la palabra. El artículo de Paz lo acompañaba su fotografía. Se le veía sonriente, pleno de vida o satisfacción. No encontré ni busqué explicación alguna a su comportamiento. Octavio haría siempre lo que le venía en gana”.

En noviembre de 1993 aparece el muy pronto influyente diario Reforma en la Ciudad de México, y con él un suplemento valioso, El Ángel, desgraciadamente reducido en 1995. Lo editaban Sergio González Rodríguez y Christopher Domínguez Michael, en la órbita de Vuelta. Finalmente, fue cancelado en 1998 por los dueños del periódico empresarial.

Por lo demás, el centralismo es inherente al campo cultural mexicano. Muchos creadores de provincia, o el interior (designaciones coloquiales), necesitan publicar, exponer o vivir en la capital para existir.