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De la otra ciudad

Las bolsas, su principal producción

Con talento, hilos, agujas y ganchos, mujeres crean cooperativa

Heredaron el gusto por el tejido de sus abuelas y madres

Foto
▲ Las integrantes de la cooperativa Arte y Creaciones Manos Mágicas son especialistas en el diseño de bolsas, monederos y accesorios; aunque todas aprendieron desde niñas a tejer, también comparten sus conocimientos con quienes se acercan para autoemplearse.Foto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Domingo 5 de mayo de 2024, p. 25

Mujeres residentes de la alcaldía Tláhuac encontraron en el tejido con gancho y aguja –habilidad que adquirieron de sus madres y abuelas– la forma de crear bolsas, monederos y accesorios hechos a mano, en la que usan hilos de colores vistosos y diseños de novedad para todas las edades, lo que después de varios años las llevó a organizarse con el fin de constituir la cooperativa Arte y Creaciones Manos Mágicas.

El patio de una casa ubicada en la calle Emiliano Zapata, en el barrio Los Reyes, fue habilitado como taller de costura y tejido en el que ellas encontraron una forma que les permite independencia económica, porque varias pagan los servicios de agua, luz y gas en sus hogares y, en algunos casos, hasta solventan los estudios de sus hijos.

El reto de las integrantes de la cooperativa es que sus productos sigan llegando a los estados de México, Chiapas, Michoacán, Guerrero, Veracruz, así como a Estados Unidos y Japón.

Gabriela Marín León, representante legal de la empresa que se constituyó hace cuatro años, relata que junto con cuatro de las integrantes, quienes son familiares y amigas, nos estamos apoyando, es una unión para salir adelante, es una forma de darnos trabajo, es un conjunto de ayuda.

Detalla que con los recursos que obtuvieron de la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo como apoyo en 2021, por 150 mil pesos, compraron cinco máquinas de coser, una mesa de corte y tijeras, entre otras herramientas, lo que les permite colocar cierres, asas metálicas, cadenas y broches en las bolsas y monederos.

Gabriela comenta que cuando era niña aprendió a tejer con una tía, y recuerda que lo primero que hizo fue una carpeta, luego siguieron los chalecos, bufandas, suéteres y finalmente bolsas y monederos.

El trabajo de las mujeres se difunde en redes sociales y de boca en boca entre los conocidos, por lo que aún no ofrecen sus productos en tianguis, mercados o ferias de los pueblos y barrios de la capital, al considerar que en esos lugares la mayoría de las personas buscaría regatear los precios de sus creaciones, como una bolsa en cuya elaboración tardan al menos una semana.

El tejido rococó es uno de los más difíciles, dice Gabriela, mientras Vianey, una de las integrantes de la cooperativa, teje una bolsa, color café con dicha puntada, de aproximadamente 30 por 30 centímetros, y que ofrecerá en mil 500 pesos a una de sus clientas que la pidió con esas características.

Señala que manufacturar las bolsas a mano significa la satisfacción del trabajo, de un producto único, porque no hay dos monederos o dos bolsas iguales.

Una semana antes del festejo por el Día de las Madres, Gabriela menciona que ahora trabajamos más monederos por el 10 de mayo, además de diciembre, por la celebración de Navidad y Año Nuevo.

Fomentan la camaradería

Yolanda Suárez, quien no forma parte de la cooperativa, pero asiste al taller para tejer, relata que “a los siete años mi mamá nos dijo a mi hermana y a mí: ‘escojan, agujas o gancho’, y me decidí por el gancho para hacer mi suéter color amarillo, cuello V. Me gustó mucho, luego aprendí con las agujas. Ahora eso me sirvió de mucho porque con la venta de las bolsas y monederos apoyo con el gasto familiar y de cajón pago los servicios de la casa, agua, luz y teléfono, y a veces el gasto de la comida”.

Por su parte, María Teresa Hernández, quien también acude a tejer, cuenta que desde su niñez veía a mi abuelita y a mi mamá cómo tejían las carpetas y usaban un gancho muy delgadito, que también se ocupaba para bordar en pañuelos la inicial del novio con cabello.

Al taller también llegan hombres, como Saturnino Calzada, quien se interesó en el tejido: quise aprender, me enseñaron y ahora vendo bolsas.

Las mujeres se dicen convencidas de que la cooperativa nos sirve para relajarnos, para hacer convivencia, como ocurrió con una compañerita a la que festejamos su cumpleaños. Aquí, de una forma o de otra, nos apoyamos, nos damos consejos de lo que vivimos y salimos adelante.